/ miércoles 25 de noviembre de 2020

Las privatizaciones de Carlos Salinas

El mantra de la izquierda mexicana es que Salinas fue parte de las reformas “neoliberales”. La crítica hacia el otrora presidente de México no fue por la estela de negocios que hacía su hermano al amparo del poder de las influencias, el hermano incómodo no tiene mucha relevancia para la izquierda.

Lo que no se le puede perdonar a Salinas es que haya reducido el papel del Estado como rector de la economía debido a las privatizaciones. Durante el sexenio de Salinas se liberó del control del Estado a una gran cantidad de empresas paraestatales como Alpura, Dina, Telmex y otras más. Los efectos de la privatización de Dina se sintieron inmediatamente, de repente las clases populares que viajaban en los autobuses Ómnibus y Chihuahuenses se subieron a los nuevos camiones Dina, con más comodidad y hasta cine, aquello dejó asomar una modernización del transporte foráneo.

Durante el gobierno de Salinas se privatizaron los bancos que habían sido nacionalizados durante la administración de López Portillo, apenas un sexenio antes del expresidente como secretario de Programación y Presupuesto en el sexenio de otro presidente, Miguel de la Madrid Hurtado. Sin duda que Salinas llegó a la presidencia con la necesidad de hacer cambios dado las graves presiones macroeconómicas. Petróleos Mexicanos, el aclamado edificio de la soberanía mexicana, no pasó a la cuenta de las privatizaciones.

Fue “normal” que estas empresas en manos del Estado mexicano se reportaran con números rojos y las pérdidas las absorbía el gobierno con cargo al pueblo. Todo esto, aunado a la bomba de tiempo que dejó López Portillo con alto nivel de endeudamiento, derivó en presiones inflacionarias y devaluación posterior al gobierno de Salinas, detonadas en aquella crisis por el conocido “error de diciembre” del 94 en el sexenio de Ernesto Zedillo sin reservas internacionales. Los 80 se conocen como la década pérdida debido a la inflación elevada y bajo crecimiento de la economía, causando más deterioro en la calidad de vida y reducción en los salarios reales.

Las empresas paraestatales desplazaban la inversión privada, trabajaban bajo prácticas monopólicas destructivas y anacrónicas que las hacían improductivas, por eso operaban con pérdidas. Cuando hay un exceso de empresas paraestatales, las decisiones de los individuos son determinadas por el sistema político, no por agentes económicos. Viendo ese panorama, las privatizaciones fueron necesarias para aliviar las cargas financieras del Estado haciéndose de ingresos por la venta de activos, de lo contrario la inflación galopante hubiera continuado.

Las privatizaciones de Salinas, aunque moderadas y lejos de los esquemas de Estonia o Lituania, fueron un paso en la buena dirección, pero se quedaron cortas sin alcanzar un neoliberalismo a ultranza. Ni Pemex ni la CFE como joyas de la soberanía del sistema mexicano se han privatizado hasta la fecha ni hay expectativas de cambiarlas de administración.

Telmex se privatizó en una sola compañía y no por eso dejó de ser monopolio, allí un defecto de la firma salinista, cuando en realidad se debió haber separado la telefónica local y la de larga distancia. Además no se abrió a la competencia extranjera inmediatamente. Finalmente, cuando se abrió a la competencia, que entraron AT&T y MCI había el límite de invertir sólo el 49 por ciento del capital. Y fue la izquierda que no quiso permitir que las compañías extranjeras invirtieran el 100%.


El mantra de la izquierda mexicana es que Salinas fue parte de las reformas “neoliberales”. La crítica hacia el otrora presidente de México no fue por la estela de negocios que hacía su hermano al amparo del poder de las influencias, el hermano incómodo no tiene mucha relevancia para la izquierda.

Lo que no se le puede perdonar a Salinas es que haya reducido el papel del Estado como rector de la economía debido a las privatizaciones. Durante el sexenio de Salinas se liberó del control del Estado a una gran cantidad de empresas paraestatales como Alpura, Dina, Telmex y otras más. Los efectos de la privatización de Dina se sintieron inmediatamente, de repente las clases populares que viajaban en los autobuses Ómnibus y Chihuahuenses se subieron a los nuevos camiones Dina, con más comodidad y hasta cine, aquello dejó asomar una modernización del transporte foráneo.

Durante el gobierno de Salinas se privatizaron los bancos que habían sido nacionalizados durante la administración de López Portillo, apenas un sexenio antes del expresidente como secretario de Programación y Presupuesto en el sexenio de otro presidente, Miguel de la Madrid Hurtado. Sin duda que Salinas llegó a la presidencia con la necesidad de hacer cambios dado las graves presiones macroeconómicas. Petróleos Mexicanos, el aclamado edificio de la soberanía mexicana, no pasó a la cuenta de las privatizaciones.

Fue “normal” que estas empresas en manos del Estado mexicano se reportaran con números rojos y las pérdidas las absorbía el gobierno con cargo al pueblo. Todo esto, aunado a la bomba de tiempo que dejó López Portillo con alto nivel de endeudamiento, derivó en presiones inflacionarias y devaluación posterior al gobierno de Salinas, detonadas en aquella crisis por el conocido “error de diciembre” del 94 en el sexenio de Ernesto Zedillo sin reservas internacionales. Los 80 se conocen como la década pérdida debido a la inflación elevada y bajo crecimiento de la economía, causando más deterioro en la calidad de vida y reducción en los salarios reales.

Las empresas paraestatales desplazaban la inversión privada, trabajaban bajo prácticas monopólicas destructivas y anacrónicas que las hacían improductivas, por eso operaban con pérdidas. Cuando hay un exceso de empresas paraestatales, las decisiones de los individuos son determinadas por el sistema político, no por agentes económicos. Viendo ese panorama, las privatizaciones fueron necesarias para aliviar las cargas financieras del Estado haciéndose de ingresos por la venta de activos, de lo contrario la inflación galopante hubiera continuado.

Las privatizaciones de Salinas, aunque moderadas y lejos de los esquemas de Estonia o Lituania, fueron un paso en la buena dirección, pero se quedaron cortas sin alcanzar un neoliberalismo a ultranza. Ni Pemex ni la CFE como joyas de la soberanía del sistema mexicano se han privatizado hasta la fecha ni hay expectativas de cambiarlas de administración.

Telmex se privatizó en una sola compañía y no por eso dejó de ser monopolio, allí un defecto de la firma salinista, cuando en realidad se debió haber separado la telefónica local y la de larga distancia. Además no se abrió a la competencia extranjera inmediatamente. Finalmente, cuando se abrió a la competencia, que entraron AT&T y MCI había el límite de invertir sólo el 49 por ciento del capital. Y fue la izquierda que no quiso permitir que las compañías extranjeras invirtieran el 100%.