/ viernes 4 de mayo de 2018

Las relaciones sexuales

El clima de nuestra época, que ha producido grandes crisis espirituales, se relaciona de forma necesaria con las crisis afectivas de la mayoría de la gente. Nos urge educar a la inteligencia y al corazón, especialmente ahora cuando pareciera que lo importante es dar toda la información posible, aunque sea subjetiva, opinable y confusa.

Quizás la mayoría de la gente no se da cuenta de que el ambiente ambiguo que se proyecta en los medios de comunicación y en las redes sociales influye en la sociedad, y en cada persona, deteriorando su capacidad de comprensión hacia los demás, aunque pareciera todo lo contrario; pues por una parte se oye hablar de la atención a las minorías sin caer en cuenta, como dijo alguien, que las minorías más elementales somos cada uno de nosotros; y por otra parte, se fomenta un individualismo que nos hace ajenos a los demás. Hoy se sabe mucho de todo, pero se desconoce a las personas individuales.

Aquí hago referencia a un ejemplo concreto, pienso que hay muchos hombres que deberían pedirle perdón a sus esposas por cómo las han tratado en sus relaciones maritales. Y también, que algunas mujeres deberían hacer lo propio con el esposo, por el mismo motivo.

Las uniones íntimas entre marido y mujer deberían llevarse a cabo como auténticas relaciones humanas, es decir, que si el hombre es un compuesto consustancial de alma y cuerpo, esas relaciones no deben limitarse a la actividad puramente corporal, y ya que el alma tiene dos potencias superiores que son la inteligencia y la voluntad, dichas facultades han de estar presentes, también, en cada relación sexual, reconociendo al ser humano que es su cónyuge, valorándolo y amándolo con un acto consciente y libre.

El ideal a conseguir —en todas y cada una de esas uniones— es que puedan terminar, los dos, diciéndose sinceramente: ¡Gracias!

Supongo que a muchos estas ideas les parecerán cursis, pero cuando podemos meternos en el interior de las almas descubrimos grandes vacíos de comprensión y de cariño que repercuten en profundos sentimientos de fracaso, en asuntos que van más allá de lo que se puede vender y comprar con dinero.

www.padrealejandro.com


El clima de nuestra época, que ha producido grandes crisis espirituales, se relaciona de forma necesaria con las crisis afectivas de la mayoría de la gente. Nos urge educar a la inteligencia y al corazón, especialmente ahora cuando pareciera que lo importante es dar toda la información posible, aunque sea subjetiva, opinable y confusa.

Quizás la mayoría de la gente no se da cuenta de que el ambiente ambiguo que se proyecta en los medios de comunicación y en las redes sociales influye en la sociedad, y en cada persona, deteriorando su capacidad de comprensión hacia los demás, aunque pareciera todo lo contrario; pues por una parte se oye hablar de la atención a las minorías sin caer en cuenta, como dijo alguien, que las minorías más elementales somos cada uno de nosotros; y por otra parte, se fomenta un individualismo que nos hace ajenos a los demás. Hoy se sabe mucho de todo, pero se desconoce a las personas individuales.

Aquí hago referencia a un ejemplo concreto, pienso que hay muchos hombres que deberían pedirle perdón a sus esposas por cómo las han tratado en sus relaciones maritales. Y también, que algunas mujeres deberían hacer lo propio con el esposo, por el mismo motivo.

Las uniones íntimas entre marido y mujer deberían llevarse a cabo como auténticas relaciones humanas, es decir, que si el hombre es un compuesto consustancial de alma y cuerpo, esas relaciones no deben limitarse a la actividad puramente corporal, y ya que el alma tiene dos potencias superiores que son la inteligencia y la voluntad, dichas facultades han de estar presentes, también, en cada relación sexual, reconociendo al ser humano que es su cónyuge, valorándolo y amándolo con un acto consciente y libre.

El ideal a conseguir —en todas y cada una de esas uniones— es que puedan terminar, los dos, diciéndose sinceramente: ¡Gracias!

Supongo que a muchos estas ideas les parecerán cursis, pero cuando podemos meternos en el interior de las almas descubrimos grandes vacíos de comprensión y de cariño que repercuten en profundos sentimientos de fracaso, en asuntos que van más allá de lo que se puede vender y comprar con dinero.

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