/ viernes 12 de marzo de 2021

Las sombras blancas

Todos hemos admirado la danza de luces en una fogata. Pero ahora deseo referirme a un fenómeno distinto, y para ello lo invito a hacer la siguiente prueba: Encienda usted una vela y ponga una linterna alumbrando hacia la llama para que ésta se proyecte en una superficie cercana. De esta manera podrá observar la sombra blanca, es la sombra del fuego, permitiendo así ver el movimiento de los gases en plena combustión.

Las sombras blancas son un ejemplo de esas realidades que estando presentes en nuestra existencia suelen pasarnos inadvertidas dado que nuestra atención es distraída por asuntos más atractivos y más escandalosos, aunque no sean más importantes.

Todos tenemos la tendencia a sobrevalorar lo material y lo económico, perdiendo de vista realidades superiores. Llegados a este punto, vale la pena recordar que lo espiritual es algo natural en el ser humano, pues todo hombre por el simple hecho de serlo tiene alma espiritual. De no ser así, estaría ubicado en el reino puramente animal, y por lo mismo, sin merecer ser tratado como hombre, sin Derechos Humanos y —entre otras cosas— sin la capacidad de crear y disfrutar la música, la poesía… y el amor.

Cuando se muera usted, querido lector, ¿qué le sucederá?, ¿a dónde se va a ir? Si Dios no existe no sucederá nada, pues entonces usted pasará al vacío existencial. Pero si Dios existe, y además es justo... abróchese el cinturón de seguridad porque el sangoloteo se va a poner bueno. Es decir, si Dios existe —y el principio de que todo efecto tiene una causa lo demuestra— después de nuestro paso por la tierra nos encontraremos ante la entrega de calificaciones.

Lo sobrenatural, por tanto, es boleto de otro camión, y su mismo nombre lo deja muy claro: “Sobre-natural”. Mientras el alma humana es natural en todo hombre, la capacidad de gozar de una felicidad fuera de esta vida, y los medios que se han de emplear para conseguirla, pertenecen a ese mundo que nos supera. Ya sé que dicho argumento no convencerá a los ateos ni a los agnósticos, pero no estoy tratando de convencer a nadie de nada. Simplemente explico.

Como siga yo por esta línea, no me extrañará que los directores del periódico me recomienden esforzarme por limitar mis artículos editoriales a las noticias más importantes de la semana, sin embargo, no hay ningún día en el que la prensa no haga referencia a la muerte de una, dieciocho, o dos mil personas.

En lo personal, considero que morir atropellado por un camión de carga o morir atropellado por una auto lujoso no marca diferencia; como tampoco si la pérdida de los signos vitales se deba a una fuga de gas. Me parece que lo realmente importante sería conocer si aquel político o artista, tan famoso y aplaudido, o aquella humilde ama de casa, consiguieron el fin para el que nuestro Creador les dio la vida, o por el contrario, serán infelices eternamente. Me gustaría que los periódicos tuvieran reporteros en el cielo para enterarnos de quiénes se salvan cada día.

www.padrealejandro.org

Todos hemos admirado la danza de luces en una fogata. Pero ahora deseo referirme a un fenómeno distinto, y para ello lo invito a hacer la siguiente prueba: Encienda usted una vela y ponga una linterna alumbrando hacia la llama para que ésta se proyecte en una superficie cercana. De esta manera podrá observar la sombra blanca, es la sombra del fuego, permitiendo así ver el movimiento de los gases en plena combustión.

Las sombras blancas son un ejemplo de esas realidades que estando presentes en nuestra existencia suelen pasarnos inadvertidas dado que nuestra atención es distraída por asuntos más atractivos y más escandalosos, aunque no sean más importantes.

Todos tenemos la tendencia a sobrevalorar lo material y lo económico, perdiendo de vista realidades superiores. Llegados a este punto, vale la pena recordar que lo espiritual es algo natural en el ser humano, pues todo hombre por el simple hecho de serlo tiene alma espiritual. De no ser así, estaría ubicado en el reino puramente animal, y por lo mismo, sin merecer ser tratado como hombre, sin Derechos Humanos y —entre otras cosas— sin la capacidad de crear y disfrutar la música, la poesía… y el amor.

Cuando se muera usted, querido lector, ¿qué le sucederá?, ¿a dónde se va a ir? Si Dios no existe no sucederá nada, pues entonces usted pasará al vacío existencial. Pero si Dios existe, y además es justo... abróchese el cinturón de seguridad porque el sangoloteo se va a poner bueno. Es decir, si Dios existe —y el principio de que todo efecto tiene una causa lo demuestra— después de nuestro paso por la tierra nos encontraremos ante la entrega de calificaciones.

Lo sobrenatural, por tanto, es boleto de otro camión, y su mismo nombre lo deja muy claro: “Sobre-natural”. Mientras el alma humana es natural en todo hombre, la capacidad de gozar de una felicidad fuera de esta vida, y los medios que se han de emplear para conseguirla, pertenecen a ese mundo que nos supera. Ya sé que dicho argumento no convencerá a los ateos ni a los agnósticos, pero no estoy tratando de convencer a nadie de nada. Simplemente explico.

Como siga yo por esta línea, no me extrañará que los directores del periódico me recomienden esforzarme por limitar mis artículos editoriales a las noticias más importantes de la semana, sin embargo, no hay ningún día en el que la prensa no haga referencia a la muerte de una, dieciocho, o dos mil personas.

En lo personal, considero que morir atropellado por un camión de carga o morir atropellado por una auto lujoso no marca diferencia; como tampoco si la pérdida de los signos vitales se deba a una fuga de gas. Me parece que lo realmente importante sería conocer si aquel político o artista, tan famoso y aplaudido, o aquella humilde ama de casa, consiguieron el fin para el que nuestro Creador les dio la vida, o por el contrario, serán infelices eternamente. Me gustaría que los periódicos tuvieran reporteros en el cielo para enterarnos de quiénes se salvan cada día.

www.padrealejandro.org