/ viernes 7 de diciembre de 2018

Libertad de calidad

Servais Pinckaers nos habla de una libertad que tiene apellido: “Libertad de calidad”.

Si compramos un piano, aunque no sepamos nada de música, somos libres de golpear cada tecla como nos dé la gana, pero esta libertad es rudimentaria, salvaje, y nos impide tocar convenientemente aun lo más fácil. La libertad de calidad es como una capacidad lentamente adquirida de ejecutar con perfección las obras que deseamos, pero exige ejercitarnos dentro de una disciplina firme y estable, hasta formar destrezas y hábitos.

Las etapas principales en la educación moral para adquirir esta cualidad son: disciplina, progreso y ejercicio de la voluntad.

Es una libertad sometida a reglas, pero es mucho más efectiva. No se confunde con la libertad de cometer errores y torpezas, sino que reside más bien en la capacidad de evitarlos, sin que esto nos suponga un esfuerzo demasiado grande y nos capacita para lo que es mejor.

En contra de lo que muchos piensan, la ley es una ayuda exterior necesaria para el desarrollo de la libertad, y todo esto en conexión con el atractivo por la verdad. La ley es particularmente necesaria en la primera etapa de la educación.

El amor por el bien, y lo verdadero no limita nuestra libertad, sino que es su fundamento. Somos libres a causa del bien y cuanto mejor desarrollemos ese gusto, más libres seremos. Por lo tanto, somos atraídos por lo que nos resulta amable, mucho más que por la fuerza de lo obligatorio.

En el plano moral, la madurez de la libertad desarrolla una energía que no decae. Nos da el poder de llevar a buen término obras mejores. Nuestra condición de hombres —como seres corporales y espirituales— nos permite no poner límites a nuestros esfuerzos.

Cuanto más avanzamos en el plano moral, más nos vemos arrastrados por el crecimiento de la sabiduría y del amor a tomar iniciativas de calidad. En definitiva, la libertad de calidad se puede definir como la capacidad de obrar con calidad y perfección cuando nos dé la gana. Porque nos hemos capacitado para ello. Así pues, en la medida que crecemos en las virtudes y destrezas somos “más libres”, y aunque suene raro: “Mejor libres”.

www.padrealejandro.com



Servais Pinckaers nos habla de una libertad que tiene apellido: “Libertad de calidad”.

Si compramos un piano, aunque no sepamos nada de música, somos libres de golpear cada tecla como nos dé la gana, pero esta libertad es rudimentaria, salvaje, y nos impide tocar convenientemente aun lo más fácil. La libertad de calidad es como una capacidad lentamente adquirida de ejecutar con perfección las obras que deseamos, pero exige ejercitarnos dentro de una disciplina firme y estable, hasta formar destrezas y hábitos.

Las etapas principales en la educación moral para adquirir esta cualidad son: disciplina, progreso y ejercicio de la voluntad.

Es una libertad sometida a reglas, pero es mucho más efectiva. No se confunde con la libertad de cometer errores y torpezas, sino que reside más bien en la capacidad de evitarlos, sin que esto nos suponga un esfuerzo demasiado grande y nos capacita para lo que es mejor.

En contra de lo que muchos piensan, la ley es una ayuda exterior necesaria para el desarrollo de la libertad, y todo esto en conexión con el atractivo por la verdad. La ley es particularmente necesaria en la primera etapa de la educación.

El amor por el bien, y lo verdadero no limita nuestra libertad, sino que es su fundamento. Somos libres a causa del bien y cuanto mejor desarrollemos ese gusto, más libres seremos. Por lo tanto, somos atraídos por lo que nos resulta amable, mucho más que por la fuerza de lo obligatorio.

En el plano moral, la madurez de la libertad desarrolla una energía que no decae. Nos da el poder de llevar a buen término obras mejores. Nuestra condición de hombres —como seres corporales y espirituales— nos permite no poner límites a nuestros esfuerzos.

Cuanto más avanzamos en el plano moral, más nos vemos arrastrados por el crecimiento de la sabiduría y del amor a tomar iniciativas de calidad. En definitiva, la libertad de calidad se puede definir como la capacidad de obrar con calidad y perfección cuando nos dé la gana. Porque nos hemos capacitado para ello. Así pues, en la medida que crecemos en las virtudes y destrezas somos “más libres”, y aunque suene raro: “Mejor libres”.

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