/ jueves 3 de diciembre de 2020

Literatura infantil y el Covid-19

En tiempos de Covid-19, las horas que el niño pasa encerrado en su casa transcurren más lentamente que cuando asistía a la escuela. Largas jornadas con los videojuegos de nada sirven para explicar con un sentido filosófico las extraordinarias circunstancias de confinamiento que nos han tocado vivir. De los cuentos de hadas, por lo menos los de tipo clásico popular, se puede aprender mucho sobre los problemas internos de los seres humanos y sus soluciones correctas en cualquier sociedad; que es un riesgo desligarse del pasado, pero vivir atados a él impide el desarrollo.

El primer encuentro del niño con el arte del lenguaje o la poesía ocurre desde una época muy temprana. Se cree que su alma se abre al arte absoluto y la belleza ya desde el primer año con la melodía y las palabras de las canciones de cuna de su madre, que le libran de su intranquilidad y malestar físico como una vivencia estética preconciente. El núcleo narrativo de los cuentos nace de los primeros tiempos de la humanidad, sumergido en una visión mágica y religiosa del mundo, acorde al niño que habla con los árboles o al hombre moderno, guiado por el espíritu precientífico.

Estas historias muestran “la vida humana vislumbrada desde el interior”, no desde la realidad, tal como el niño lo entiende, y de cómo el narrador responde a las reacciones infantiles frente al relato. El tiempo que el niño disfruta con auténtica afición estos cuentos depende de su sexo, madurez y ambiente. Hacia los cinco años, aproximadamente –edad en que los cuentos adquieren su pleno sentido-, ningún niño normal cree que estas historias sean reales, pero nunca falsas. Mientras los niños de ocho años están prevenidos de lo irreal de estas historias, otros a los trece seguirán leyéndolas.

Todo niño necesita los cuentos como sugerencias simbólicas de cómo ordenar sus propios ensueños, abordar la muerte o el abandono, el origen y finalidad del mundo, ejercitar la fantasía para valorar o enfrentar la realidad, y equilibrar sus fracasos; sabrá que podrá aportar algo al mundo. Los “finales felices” le dan fuerzas al niño para desarrollar la racionalidad y sobrevivir. Si le contaran sólo historias “reales”, pensaría que sus padres no aceptan su realidad interior. Un adulto que cree que las historias sólo son mentiras haría mejor en no contarlas, pues no enriquecerían al niño.

La colección de escritos completos de los hermanos Grimm tiene gran diversidad de historias. Las de animales y donde los niños son protagonistas son las mejores para los más pequeños. Los cuentos de hadas son un espejo mágico que enseñan al niño que sus pequeñas hazañas son importantes. Hay que considerar la crueldad, a veces presente en las narraciones, que convendría evitar para niños con alta sensibilidad y fantasía. Para muchos, los relatos sólo serán un estanque tranquilo que reflejará nuestra imagen, aunque su fondo muestre las etapas que nuestra vida necesita alcanzar.


Pero para el infante, estas historias nunca le harán sentir inferior, y como dijo Lewis Carroll, siempre serán un “regalo de amor”, en especial en tiempos del SARS-Cov-2. agusperezr@hotmail.com



En tiempos de Covid-19, las horas que el niño pasa encerrado en su casa transcurren más lentamente que cuando asistía a la escuela. Largas jornadas con los videojuegos de nada sirven para explicar con un sentido filosófico las extraordinarias circunstancias de confinamiento que nos han tocado vivir. De los cuentos de hadas, por lo menos los de tipo clásico popular, se puede aprender mucho sobre los problemas internos de los seres humanos y sus soluciones correctas en cualquier sociedad; que es un riesgo desligarse del pasado, pero vivir atados a él impide el desarrollo.

El primer encuentro del niño con el arte del lenguaje o la poesía ocurre desde una época muy temprana. Se cree que su alma se abre al arte absoluto y la belleza ya desde el primer año con la melodía y las palabras de las canciones de cuna de su madre, que le libran de su intranquilidad y malestar físico como una vivencia estética preconciente. El núcleo narrativo de los cuentos nace de los primeros tiempos de la humanidad, sumergido en una visión mágica y religiosa del mundo, acorde al niño que habla con los árboles o al hombre moderno, guiado por el espíritu precientífico.

Estas historias muestran “la vida humana vislumbrada desde el interior”, no desde la realidad, tal como el niño lo entiende, y de cómo el narrador responde a las reacciones infantiles frente al relato. El tiempo que el niño disfruta con auténtica afición estos cuentos depende de su sexo, madurez y ambiente. Hacia los cinco años, aproximadamente –edad en que los cuentos adquieren su pleno sentido-, ningún niño normal cree que estas historias sean reales, pero nunca falsas. Mientras los niños de ocho años están prevenidos de lo irreal de estas historias, otros a los trece seguirán leyéndolas.

Todo niño necesita los cuentos como sugerencias simbólicas de cómo ordenar sus propios ensueños, abordar la muerte o el abandono, el origen y finalidad del mundo, ejercitar la fantasía para valorar o enfrentar la realidad, y equilibrar sus fracasos; sabrá que podrá aportar algo al mundo. Los “finales felices” le dan fuerzas al niño para desarrollar la racionalidad y sobrevivir. Si le contaran sólo historias “reales”, pensaría que sus padres no aceptan su realidad interior. Un adulto que cree que las historias sólo son mentiras haría mejor en no contarlas, pues no enriquecerían al niño.

La colección de escritos completos de los hermanos Grimm tiene gran diversidad de historias. Las de animales y donde los niños son protagonistas son las mejores para los más pequeños. Los cuentos de hadas son un espejo mágico que enseñan al niño que sus pequeñas hazañas son importantes. Hay que considerar la crueldad, a veces presente en las narraciones, que convendría evitar para niños con alta sensibilidad y fantasía. Para muchos, los relatos sólo serán un estanque tranquilo que reflejará nuestra imagen, aunque su fondo muestre las etapas que nuestra vida necesita alcanzar.


Pero para el infante, estas historias nunca le harán sentir inferior, y como dijo Lewis Carroll, siempre serán un “regalo de amor”, en especial en tiempos del SARS-Cov-2. agusperezr@hotmail.com