/ viernes 29 de julio de 2022

Lo que no nos pueden robar

Por Mario Góngora H.

La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.

En esta vida casi todo lo que perdamos podrá ser recuperado. Si perdemos nuestros bienes por robo, catástrofe o malos negocios, podemos hacernos de otros más trabajando intensamente y con perseverancia. Si perdemos la salud, es probable que la recuperemos cuidándonos más y tomando los medicamentos adecuados. Aun si perdemos la dignidad, la vergüenza o la honestidad, podemos recuperarlas enmendando nuestro espíritu. Sin embargo, existen cosas que no pueden ser recuperadas. Una es el tiempo, que una vez perdido, se ha ido para siempre, y pareciera ser que perderlo es un pasatiempo muy moderno y actual. Así mismo, podemos perder la vida, la cual en verdad no extrañaremos. Quien pierde su virginidad no está en posición de volver a tenerla.

Sin embargo, nadie puede robarnos ni nuestra libertad ni nuestras esperanzas; ni los narcos ni las autoridades corruptas de la 4t. No es más esclavo aquel que está dominado por un tirano, por grande que sea ese mal, sino aquel que se deja esclavizar por su propia ignorancia, por su egoísmo y por los vicios. Esto depende de cada uno de nosotros, no de nadie más. Como decía San Agustín: “El que es bueno, es libre aun cuando sea esclavo; el que es malo, es esclavo aunque sea rey”.

Aquel que decide entregarse a los vicios, a la delincuencia, lo primero que pierde es el respeto a sí mismo; y en el momento en que alguna cosa, sea droga u obsesión, nos turba, ya nos convertimos en esclavos. No hay en el mundo más tirano que el disgusto y el tormento que decidimos imponernos con nuestros pensamientos. Y todavía más esclavos son los que esperan que algo o alguien los libere y los ayude. ¿De veras alguien piensa que para acabar con este ambiente violento que vivimos actualmente, las autoridades de la 4t serán las salvadoras?

Además de que la esperanza tampoco está sujeta a ser robada, si la poseemos, todas las sombras las deja atrás. “La esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que lo han perdido todo, la poseen aún.” (Tales de Mileto). Y es comúnmente aceptado que mientras haya vida, hay esperanza. De hecho la esperanza nos da alegría, mientras los recuerdos nos traen generalmente tristezas. El escritor norteamericano Stephen King afirmó que “la esperanza es una cosa buena, quizá la mejor de todas, y las cosas buenas nunca mueren...”. Y si nunca muere en nosotros, ¿quién nos la puede quitar sino nosotros mismos? Meaterlinck dijo: “La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo”.

El espíritu de ayudarnos a nosotros mismos, es la raíz de todo crecimiento auténtico y constituye una verdadera fuente de energía y fuerza. Y nuestros deseos con frecuencia, son precursores de todo lo que somos capaces de hacer. Pero para lograr dicho espíritu, necesitamos el sol del entusiasmo, el padre del éxito. Creo que no debemos olvidar que la vida es en gran parte, lo que decidimos hacer de ella cada uno de nosotros, y nuestros logros nadie nos lo puede robar.

Por Mario Góngora H.

La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.

En esta vida casi todo lo que perdamos podrá ser recuperado. Si perdemos nuestros bienes por robo, catástrofe o malos negocios, podemos hacernos de otros más trabajando intensamente y con perseverancia. Si perdemos la salud, es probable que la recuperemos cuidándonos más y tomando los medicamentos adecuados. Aun si perdemos la dignidad, la vergüenza o la honestidad, podemos recuperarlas enmendando nuestro espíritu. Sin embargo, existen cosas que no pueden ser recuperadas. Una es el tiempo, que una vez perdido, se ha ido para siempre, y pareciera ser que perderlo es un pasatiempo muy moderno y actual. Así mismo, podemos perder la vida, la cual en verdad no extrañaremos. Quien pierde su virginidad no está en posición de volver a tenerla.

Sin embargo, nadie puede robarnos ni nuestra libertad ni nuestras esperanzas; ni los narcos ni las autoridades corruptas de la 4t. No es más esclavo aquel que está dominado por un tirano, por grande que sea ese mal, sino aquel que se deja esclavizar por su propia ignorancia, por su egoísmo y por los vicios. Esto depende de cada uno de nosotros, no de nadie más. Como decía San Agustín: “El que es bueno, es libre aun cuando sea esclavo; el que es malo, es esclavo aunque sea rey”.

Aquel que decide entregarse a los vicios, a la delincuencia, lo primero que pierde es el respeto a sí mismo; y en el momento en que alguna cosa, sea droga u obsesión, nos turba, ya nos convertimos en esclavos. No hay en el mundo más tirano que el disgusto y el tormento que decidimos imponernos con nuestros pensamientos. Y todavía más esclavos son los que esperan que algo o alguien los libere y los ayude. ¿De veras alguien piensa que para acabar con este ambiente violento que vivimos actualmente, las autoridades de la 4t serán las salvadoras?

Además de que la esperanza tampoco está sujeta a ser robada, si la poseemos, todas las sombras las deja atrás. “La esperanza es el único bien común a todos los hombres; los que lo han perdido todo, la poseen aún.” (Tales de Mileto). Y es comúnmente aceptado que mientras haya vida, hay esperanza. De hecho la esperanza nos da alegría, mientras los recuerdos nos traen generalmente tristezas. El escritor norteamericano Stephen King afirmó que “la esperanza es una cosa buena, quizá la mejor de todas, y las cosas buenas nunca mueren...”. Y si nunca muere en nosotros, ¿quién nos la puede quitar sino nosotros mismos? Meaterlinck dijo: “La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo”.

El espíritu de ayudarnos a nosotros mismos, es la raíz de todo crecimiento auténtico y constituye una verdadera fuente de energía y fuerza. Y nuestros deseos con frecuencia, son precursores de todo lo que somos capaces de hacer. Pero para lograr dicho espíritu, necesitamos el sol del entusiasmo, el padre del éxito. Creo que no debemos olvidar que la vida es en gran parte, lo que decidimos hacer de ella cada uno de nosotros, y nuestros logros nadie nos lo puede robar.