/ viernes 15 de junio de 2018

Lo sucio de las guerras sucias

Aunque originalmente el término “guerra sucia” se relacionaba con el ámbito militar, con el paso del tiempo este término ha sido adaptado (y adoptado) al argot político-electoral para referirse a una serie de acciones orientadas a influir en la opinión pública y, por ende, en la intención del voto.

Si bien es cierto que no hay una definición formal sobre lo que, en el contexto político-electoral, significa la guerra sucia o cuáles acciones específicas son -o no- parte de ella; también es cierto que no es difícil saber que se trata de aquellos actos que tienen la intención de “inclinar la balanza” a favor o en contra de alguno de los candidatos.

Hablar de guerra sucia electoral no es, en definitiva, algo sencillo porque hay elementos que deben considerarse antes de usar tan a la ligera dicho término; es decir, tomar en cuenta que si las estrategias de esa guerra son para dar a conocer información de interés público debidamente sustentada, éstas no deben ser consideradas como algo sucio puesto que la propia constitución consagra el derecho a la información.

Lo sucio de la guerra entonces consiste en lo que ha venido sucediendo (y agravándose) a partir de la llegada (y luego diversificación) de las tecnologías de la información y la comunicación. Dicho en otras palabras, en la suciedad representada, principalmente, por las noticias falsas (lo de las denuncias “a modo” es otra historia).

En ese tenor, Danah Boyd, investigadora principal de Microsoft, señala que estamos en una guerra informativa que incluye campañas sistemáticas de difusión de noticias falsas con el fin de influir en la opinión pública. Por su parte, pero en ese mismo sentido, Carlos Merlo, socio directivo de Victory Lab (empresa de publicidad y mercadotecnia que ha creado plataformas para difundir noticias falsas o viralizar temas), afirma que las estrategias digitales de las campañas -en todos los niveles- influirán considerablemente en el resultado electoral de este 1 de julio.

La gravedad del problema entonces es que, con tantas noticias falsas propagándose a través de las redes sociales, las verdades se pierden o se minimizan provocando, finalmente, que lo sucio (entiéndase manipulación mediática) de la guerra informativa sea lo que defina quiénes serán los ganadores las contiendas electorales.


A modo de reflexión, en esta ocasión concluyo citando el cuestionamiento planteado alguna vez por el crítico y ensayista inglés Charles Lamb: “Si la suciedad fuera un triunfo, ¿qué mano levantarías?”.


laecita.wordpress.com

laecita@gmail.com



Aunque originalmente el término “guerra sucia” se relacionaba con el ámbito militar, con el paso del tiempo este término ha sido adaptado (y adoptado) al argot político-electoral para referirse a una serie de acciones orientadas a influir en la opinión pública y, por ende, en la intención del voto.

Si bien es cierto que no hay una definición formal sobre lo que, en el contexto político-electoral, significa la guerra sucia o cuáles acciones específicas son -o no- parte de ella; también es cierto que no es difícil saber que se trata de aquellos actos que tienen la intención de “inclinar la balanza” a favor o en contra de alguno de los candidatos.

Hablar de guerra sucia electoral no es, en definitiva, algo sencillo porque hay elementos que deben considerarse antes de usar tan a la ligera dicho término; es decir, tomar en cuenta que si las estrategias de esa guerra son para dar a conocer información de interés público debidamente sustentada, éstas no deben ser consideradas como algo sucio puesto que la propia constitución consagra el derecho a la información.

Lo sucio de la guerra entonces consiste en lo que ha venido sucediendo (y agravándose) a partir de la llegada (y luego diversificación) de las tecnologías de la información y la comunicación. Dicho en otras palabras, en la suciedad representada, principalmente, por las noticias falsas (lo de las denuncias “a modo” es otra historia).

En ese tenor, Danah Boyd, investigadora principal de Microsoft, señala que estamos en una guerra informativa que incluye campañas sistemáticas de difusión de noticias falsas con el fin de influir en la opinión pública. Por su parte, pero en ese mismo sentido, Carlos Merlo, socio directivo de Victory Lab (empresa de publicidad y mercadotecnia que ha creado plataformas para difundir noticias falsas o viralizar temas), afirma que las estrategias digitales de las campañas -en todos los niveles- influirán considerablemente en el resultado electoral de este 1 de julio.

La gravedad del problema entonces es que, con tantas noticias falsas propagándose a través de las redes sociales, las verdades se pierden o se minimizan provocando, finalmente, que lo sucio (entiéndase manipulación mediática) de la guerra informativa sea lo que defina quiénes serán los ganadores las contiendas electorales.


A modo de reflexión, en esta ocasión concluyo citando el cuestionamiento planteado alguna vez por el crítico y ensayista inglés Charles Lamb: “Si la suciedad fuera un triunfo, ¿qué mano levantarías?”.


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