/ sábado 14 de julio de 2018

Lo único temible en el mundo es el miedo

Recordemos que en la obscuridad de nuestra ignorancia se esconde toda clase bichos, y no viven si las exponemos a la luz de la razón.

La lectura que escogemos los lectores es sumamente variada. Podemos escoger lo ridículo; preferir lo escandaloso y a últimas fechas hasta lo milagroso, por eso nuestras expectativas con el recién presidente electo en quien muchos tienen depositada toda su fe y toda su esperanza, a tal grado que lo que diga o prometa, se convierte prácticamente en un dogma, sea verdad o sea mentira.


Un conocido, ya hace algún tiempo, aseguraba que sería completamente feliz el día que fuera testigo del final del gobierno y del partido en el poder. Esta persona se siente ahora infeliz porque algunas cosas prometidas, se ha confirmado, siempre no se llevarán a cabo.


Una victoria política, expectativas de un aumento en los ingresos, la aparición de alguien que nos protegerá de por vida pueden levantar nuestro ánimo y nos hace esperar una época buena para nuestros intereses. Pero es un grave error atenernos a eso. Nada ni nadie puede traernos la paz sino nosotros mismos. El triunfo de nuestros ideales está basado en nuestro esfuerzo personal.


Lo único temible en el mundo es el miedo. Lo que hemos experimentado, sean desilusiones o situaciones dolorosas, las debemos considerar como cosas transitorias y no debemos permitir que adquieran permanencia en nuestra vida. El hermano gemelo del miedo es el pesimismo.


La vida debemos verla con alegría y dispuestos a participar de todas formas para corregir a tiempo todo aquello que nos quiera ser instalado o impuesto contrario a nuestras creencias y a la justicia. Todas las cosas pueden ser bellas o feas, buenas o malas, grandes o pequeñas, por comparación o por contraste. Debemos, para obtener más del mundo, invertir más de nosotros en él.


Mucho de lo que esperamos sea un mal, al final de cuentas puede ser un bien disfrazado pues seremos llamados a una participación personal y activa. Los males que nos afligen casi nunca son inevitables, sino son provocados por nuestra actitud mental, o por falta de la misma. Los buenos tiempos no difieren gran cosa de los malos, depende de nosotros y qué tan tolerantes seamos cuando se nos presenten o impongan actitudes dictatoriales.





Recordemos que en la obscuridad de nuestra ignorancia se esconde toda clase bichos, y no viven si las exponemos a la luz de la razón.

La lectura que escogemos los lectores es sumamente variada. Podemos escoger lo ridículo; preferir lo escandaloso y a últimas fechas hasta lo milagroso, por eso nuestras expectativas con el recién presidente electo en quien muchos tienen depositada toda su fe y toda su esperanza, a tal grado que lo que diga o prometa, se convierte prácticamente en un dogma, sea verdad o sea mentira.


Un conocido, ya hace algún tiempo, aseguraba que sería completamente feliz el día que fuera testigo del final del gobierno y del partido en el poder. Esta persona se siente ahora infeliz porque algunas cosas prometidas, se ha confirmado, siempre no se llevarán a cabo.


Una victoria política, expectativas de un aumento en los ingresos, la aparición de alguien que nos protegerá de por vida pueden levantar nuestro ánimo y nos hace esperar una época buena para nuestros intereses. Pero es un grave error atenernos a eso. Nada ni nadie puede traernos la paz sino nosotros mismos. El triunfo de nuestros ideales está basado en nuestro esfuerzo personal.


Lo único temible en el mundo es el miedo. Lo que hemos experimentado, sean desilusiones o situaciones dolorosas, las debemos considerar como cosas transitorias y no debemos permitir que adquieran permanencia en nuestra vida. El hermano gemelo del miedo es el pesimismo.


La vida debemos verla con alegría y dispuestos a participar de todas formas para corregir a tiempo todo aquello que nos quiera ser instalado o impuesto contrario a nuestras creencias y a la justicia. Todas las cosas pueden ser bellas o feas, buenas o malas, grandes o pequeñas, por comparación o por contraste. Debemos, para obtener más del mundo, invertir más de nosotros en él.


Mucho de lo que esperamos sea un mal, al final de cuentas puede ser un bien disfrazado pues seremos llamados a una participación personal y activa. Los males que nos afligen casi nunca son inevitables, sino son provocados por nuestra actitud mental, o por falta de la misma. Los buenos tiempos no difieren gran cosa de los malos, depende de nosotros y qué tan tolerantes seamos cuando se nos presenten o impongan actitudes dictatoriales.