/ sábado 2 de marzo de 2019

López vs. los ciudadanos

Todos somos por naturaleza, radicales en el pensamiento. Pero cuando queremos prosperar, nos convertimos en conservadores cuando actuamos. Lo que López llamaría “fifís” o neoliberales.

El radicalismo de izquierda o de derecha es barbarismo como lo vemos con Maduro o con Trump y el conservatismo es civilización. Y por conservatismo no significamos engreírse con lo viejo, sólo por ser viejo, sino intensificar y mantener aquellas virtudes que nos hagan bien, daten de la época que daten, sin pugnar por nada apolillado ni por nada que haya perdido utilidad.

Uno de los enormes problemas de la vida es cómo zafarnos o desprendernos del pasado, de las cosas gastadas y con una historia de inutilidad, e inclusive esclavismo, hambre y muerte. Por ejemplo, ya llevamos cien años de probar el ahora llamado socialismo del siglo XXI, que se logró probar sin el “XXI”, en la ex Unión Soviética, China, Camboya, Cuba, Nicaragua (y ya con el veintiuno), en Venezuela, etc., etc., desde el siglo pasado, y ciertamente que no funcionó. ¿Por qué y para qué queremos meter a los ciudadanos en la “esclavitud igualitaria”?

No puede existir una continua formación de nuevos tejidos en el cuerpo a menos que los tejidos viejos vayan despareciendo. Tampoco habrá mejoramiento en nuestro carácter, en nuestras empresas y mucho menos en nuestro país, si no podemos eliminar aquellas cosas que no solamente han perdido su utilidad, sino que al final de cuentas sólo sirven para enriquecer a los líderes y mantienen a los pueblos con dictaduras como la de Maduro, Daniel Ortega o el régimen cubano. El progreso se atasca, precisamente por los desperdicios del pasado.

Todos estamos obligados a contribuir al establecimiento de condiciones en que la pobreza y la infelicidad se vuelvan cosa extraña y distante, excepto para los perversos; en que a nadie se tolere ser ignorante (aunque así le convenga al gobierno), ni pobre en extremo. Nadie saldrá de pobre con vacaciones “todo pagado” por parte del gobierno.

Pero tampoco hay que entusiasmarnos por palabras nuevas, con falsas promesas si han de causarnos daño, sólo porque suenan bien, pero nos llevan al abismo de una dictadura como la que ya vemos que empieza a asfixiar al país.

Entre las cosas que López quiere abolir pero debemos conservar están: el valor del tiempo; la utilidad de la perseverancia; el placer del TRABAJO; la dignidad de la sencillez; el mérito del carácter; el poder de la bondad; la influencia del ejemplo; la sabiduría del ahorro; así como la satisfacción del deber cumplido. Claro, todo esto sin brujerías, limpias, homilías matutinas y demás.

López y su Morena sólo están trabajando para convertir en dependientes del gobierno al mayor número de ciudadanos. Puras políticas para que “el pueblo” tenga que votar por ellos y fingir la más falsa de las democracias.



Todos somos por naturaleza, radicales en el pensamiento. Pero cuando queremos prosperar, nos convertimos en conservadores cuando actuamos. Lo que López llamaría “fifís” o neoliberales.

El radicalismo de izquierda o de derecha es barbarismo como lo vemos con Maduro o con Trump y el conservatismo es civilización. Y por conservatismo no significamos engreírse con lo viejo, sólo por ser viejo, sino intensificar y mantener aquellas virtudes que nos hagan bien, daten de la época que daten, sin pugnar por nada apolillado ni por nada que haya perdido utilidad.

Uno de los enormes problemas de la vida es cómo zafarnos o desprendernos del pasado, de las cosas gastadas y con una historia de inutilidad, e inclusive esclavismo, hambre y muerte. Por ejemplo, ya llevamos cien años de probar el ahora llamado socialismo del siglo XXI, que se logró probar sin el “XXI”, en la ex Unión Soviética, China, Camboya, Cuba, Nicaragua (y ya con el veintiuno), en Venezuela, etc., etc., desde el siglo pasado, y ciertamente que no funcionó. ¿Por qué y para qué queremos meter a los ciudadanos en la “esclavitud igualitaria”?

No puede existir una continua formación de nuevos tejidos en el cuerpo a menos que los tejidos viejos vayan despareciendo. Tampoco habrá mejoramiento en nuestro carácter, en nuestras empresas y mucho menos en nuestro país, si no podemos eliminar aquellas cosas que no solamente han perdido su utilidad, sino que al final de cuentas sólo sirven para enriquecer a los líderes y mantienen a los pueblos con dictaduras como la de Maduro, Daniel Ortega o el régimen cubano. El progreso se atasca, precisamente por los desperdicios del pasado.

Todos estamos obligados a contribuir al establecimiento de condiciones en que la pobreza y la infelicidad se vuelvan cosa extraña y distante, excepto para los perversos; en que a nadie se tolere ser ignorante (aunque así le convenga al gobierno), ni pobre en extremo. Nadie saldrá de pobre con vacaciones “todo pagado” por parte del gobierno.

Pero tampoco hay que entusiasmarnos por palabras nuevas, con falsas promesas si han de causarnos daño, sólo porque suenan bien, pero nos llevan al abismo de una dictadura como la que ya vemos que empieza a asfixiar al país.

Entre las cosas que López quiere abolir pero debemos conservar están: el valor del tiempo; la utilidad de la perseverancia; el placer del TRABAJO; la dignidad de la sencillez; el mérito del carácter; el poder de la bondad; la influencia del ejemplo; la sabiduría del ahorro; así como la satisfacción del deber cumplido. Claro, todo esto sin brujerías, limpias, homilías matutinas y demás.

López y su Morena sólo están trabajando para convertir en dependientes del gobierno al mayor número de ciudadanos. Puras políticas para que “el pueblo” tenga que votar por ellos y fingir la más falsa de las democracias.