/ martes 5 de julio de 2022

Los abrazos ya no alcanzan para cubrir los balazos

Por: Guillermo Luján Peña

Frase lapidaria que dijo el sacerdote jesuita Javier “Pato” Ávila, durante el funeral de dos jesuitas y un guía de turistas, asesinados en Cerocahui, municipio de Urique, en el estado de Chihuahua. Javier Campos y Joaquín Mora eran los nombres de los jesuitas, de 79 y 81 años, los cuales tenían más de 50 años de ser misioneros en esa región donde la pobreza ha imperado toda la vida. Pedro Palma, con más de 40 años de guía de turistas en la zona.

Con todo respeto, el “Pato” Ávila le pidió al presidente de la república que revisara su estrategia de seguridad, porque no está funcionando. La respuesta fue la misma que ha dado ante cualquier problema, atacar a quien se queja, porque lo considera su enemigo. Les dijo que eran apergollados de los neoliberales, que aprendieran del papa Francisco, que dijo que la violencia no se acababa con violencia (se refería a la violencia de los narcos, pero dicen que el sordo no oye pero sí compone). Ni quien pidiera eso, sólo que les apliquen la ley y no que les perdonen todo, porque son seres humanos y AMLO debe defenderlos, dijo, al igual que a los elementos de las bandas de delincuentes. Piensa el inquilino de Palacio Nacional que atacando es su mejor defensa, en lugar de resolver los problemas tan graves que no aquejan

Ahora sí que el presidente le ha declarado la guerra a los católicos, que somos la mayoría de los mexicanos. En esta misma semana también le declaró la guerra a la comunidad judía en México. Anteriormente ya le había declarado la guerra a los norteamericanos y a los españoles, a los empresarios, a la clase media del país, que somos como 40 millones. En una palabra, le ha declarado la guerra a todo mundo. Se cree el Mesías, que sacando una estampita del Sagrado Corazón y decirle “Detente” iba a parar el coronavirus. No cabe duda de que hay que ajustarle no una, sino varias tuercas.

No cabe duda de que México es un Estado fallido o un narcoestado, por la falta de pantalones o el contubernio descarado del presidente con los malillas. El padre Moro, provincial de los jesuitas, lo dijo también durante los funerales. Más claro, ni el agua. Quien tenga oídos que escuche.

No hay duda que las mentiras a todas luces, vienen de a mero arriba y así tenemos: la rifa del avión, sin avión; el nuevo aeropuerto, que costó cientos de miles de millones de pesos, corrupción incluida, sin vuelos; un Tren Maya que no va a ninguna parte; una refinería que no refina nada, pero ya la inauguraron, sin estar terminada; la compra por varios cientos de millones de dólares de la refinería Deer Park, que produce gasolina que no se puede importar a México, por su baja calidad; la Línea 12 del Metro que prometió que en un año estaría lista, resulta que al año ni tan siquiera han comenzado a repararla, ni castigan a los culpables, que ya fueron determinados, pero no les pareció y los mandaron al rancho de AMLO, la chingada.

Cuánta razón tenía “El Jefe” Diego Fernández de Ceballos en su campaña presidencial: “Por un México sin mentiras”.

Ya no alcanzan los abrazos.


Por: Guillermo Luján Peña

Frase lapidaria que dijo el sacerdote jesuita Javier “Pato” Ávila, durante el funeral de dos jesuitas y un guía de turistas, asesinados en Cerocahui, municipio de Urique, en el estado de Chihuahua. Javier Campos y Joaquín Mora eran los nombres de los jesuitas, de 79 y 81 años, los cuales tenían más de 50 años de ser misioneros en esa región donde la pobreza ha imperado toda la vida. Pedro Palma, con más de 40 años de guía de turistas en la zona.

Con todo respeto, el “Pato” Ávila le pidió al presidente de la república que revisara su estrategia de seguridad, porque no está funcionando. La respuesta fue la misma que ha dado ante cualquier problema, atacar a quien se queja, porque lo considera su enemigo. Les dijo que eran apergollados de los neoliberales, que aprendieran del papa Francisco, que dijo que la violencia no se acababa con violencia (se refería a la violencia de los narcos, pero dicen que el sordo no oye pero sí compone). Ni quien pidiera eso, sólo que les apliquen la ley y no que les perdonen todo, porque son seres humanos y AMLO debe defenderlos, dijo, al igual que a los elementos de las bandas de delincuentes. Piensa el inquilino de Palacio Nacional que atacando es su mejor defensa, en lugar de resolver los problemas tan graves que no aquejan

Ahora sí que el presidente le ha declarado la guerra a los católicos, que somos la mayoría de los mexicanos. En esta misma semana también le declaró la guerra a la comunidad judía en México. Anteriormente ya le había declarado la guerra a los norteamericanos y a los españoles, a los empresarios, a la clase media del país, que somos como 40 millones. En una palabra, le ha declarado la guerra a todo mundo. Se cree el Mesías, que sacando una estampita del Sagrado Corazón y decirle “Detente” iba a parar el coronavirus. No cabe duda de que hay que ajustarle no una, sino varias tuercas.

No cabe duda de que México es un Estado fallido o un narcoestado, por la falta de pantalones o el contubernio descarado del presidente con los malillas. El padre Moro, provincial de los jesuitas, lo dijo también durante los funerales. Más claro, ni el agua. Quien tenga oídos que escuche.

No hay duda que las mentiras a todas luces, vienen de a mero arriba y así tenemos: la rifa del avión, sin avión; el nuevo aeropuerto, que costó cientos de miles de millones de pesos, corrupción incluida, sin vuelos; un Tren Maya que no va a ninguna parte; una refinería que no refina nada, pero ya la inauguraron, sin estar terminada; la compra por varios cientos de millones de dólares de la refinería Deer Park, que produce gasolina que no se puede importar a México, por su baja calidad; la Línea 12 del Metro que prometió que en un año estaría lista, resulta que al año ni tan siquiera han comenzado a repararla, ni castigan a los culpables, que ya fueron determinados, pero no les pareció y los mandaron al rancho de AMLO, la chingada.

Cuánta razón tenía “El Jefe” Diego Fernández de Ceballos en su campaña presidencial: “Por un México sin mentiras”.

Ya no alcanzan los abrazos.