/ jueves 29 de noviembre de 2018

Los católicos en el EU colonial

De acuerdo al autor Jorge Soley, la relación entre los Estados Unidos y los católicos nunca ha sido muy cordial, y se puede considerar que el peso del catolicismo fue pequeño en la configuración inicial de sus instituciones. No extraña que en 1776, año de la Declaración de Independencia, no hubiera más de 25,000 católicos en las trece colonias, en su mayoría residentes de Maryland, Pensilvania y Nueva York (un 1% de un total de 2 millones y medio). Sin embargo, la presencia católica en EU era más antigua y provenía de las misiones españolas y los jesuitas franceses.


Por ejemplo, hay que recordar que en Florida, punto español estratégico del paso de México y Sudamérica, los españoles fundarían en 1565, San Agustín, la ciudad más antigua de los Estados Unidos, 42 años antes que Jamestown, Virginia, y 55 años antes que Plymouth, Massachusetts. Esta presencia católica se extendería al sur a lo que hoy es Luisiana, Nuevo México, Texas, Arizona, California y Oregón, bastantes años antes de que llegaran los primeros colonos anglosajones, pero con la debilidad de una escasa demografía incapaz de poblar inmensas extensiones de tierra.


Pasando a la Norteamérica colonial, Maryland fue el primer estado en 1649 que, por iniciativa de sus propietarios católicos, estableció la libertad en materia religiosa, aunque se trataba de un caso excepcional en medio de una hegemonía protestante abrumadora, que en 1647 establecía estatutos, como que todo sacerdote era perturbador de la paz pública, merecedor de prisión perpetua, o que nadie con religión papista podría ser protegido. No se estaría a salvo de revueltas puritanas donde ninguna de las iglesias católicas del sur de Maryland se libraría de ser incendiada.


La intolerancia alcanzó su punto culminante cuando Gran Bretaña expulsó a los franceses del Canadá y se otorgó libertad de culto a los católicos canadienses, y que los colonos americanos de origen británico, en su mayoría, puritanos, calificaría de “Actos intolerables” que bajo las Suffolk Resolves del Primer Congreso Continental de 1774 se calificaban como un peligro para la religión protestante, los derechos y las libertades de toda América; Quebec era una amenaza. Después saldría a escena la realpolitik en la política norteamericana durante la guerra de independencia.


Por lo anterior, Quebec, no quiso ni mostraría entusiasmo por ser liberada. Tampoco tendría resultados concretos la misión encabezada por Samuel Chase, Benjamín Franklin y dos importantes católicos: Charles Carroll (firme defensor de la tolerancia religiosa) y su hermano, el padre John Carrol, quien llegaría ser el primer obispo católico de los Estados Unidos. Pero cambiaría la percepción hacia los católicos. George Washington lo vio en el apoyo de las católicas Francia y España. El famoso Fray Junípero Serra organizaría una colecta en favor de los colonos.

También había católicos entre los oficiales de Washington como los extranjeros Marqués de Lafayette, el Conde Pulaski, el General Thadeus Kosciusko, o colonos como el Coronel John Fritzgerald, y los capitanes Thomas Fitz Simmons y John Barry, además del valioso aliado español, gobernador de Luisiana, Bernardo de Gálvez, y unos 8,000 soldados franceses “papistas” más. Al acabar la guerra de Independencia, las relaciones internacionales ayudaron a normalizar gradualmente la presencia católica en los Estados Unidos.

agusperezr@hotmail.com



De acuerdo al autor Jorge Soley, la relación entre los Estados Unidos y los católicos nunca ha sido muy cordial, y se puede considerar que el peso del catolicismo fue pequeño en la configuración inicial de sus instituciones. No extraña que en 1776, año de la Declaración de Independencia, no hubiera más de 25,000 católicos en las trece colonias, en su mayoría residentes de Maryland, Pensilvania y Nueva York (un 1% de un total de 2 millones y medio). Sin embargo, la presencia católica en EU era más antigua y provenía de las misiones españolas y los jesuitas franceses.


Por ejemplo, hay que recordar que en Florida, punto español estratégico del paso de México y Sudamérica, los españoles fundarían en 1565, San Agustín, la ciudad más antigua de los Estados Unidos, 42 años antes que Jamestown, Virginia, y 55 años antes que Plymouth, Massachusetts. Esta presencia católica se extendería al sur a lo que hoy es Luisiana, Nuevo México, Texas, Arizona, California y Oregón, bastantes años antes de que llegaran los primeros colonos anglosajones, pero con la debilidad de una escasa demografía incapaz de poblar inmensas extensiones de tierra.


Pasando a la Norteamérica colonial, Maryland fue el primer estado en 1649 que, por iniciativa de sus propietarios católicos, estableció la libertad en materia religiosa, aunque se trataba de un caso excepcional en medio de una hegemonía protestante abrumadora, que en 1647 establecía estatutos, como que todo sacerdote era perturbador de la paz pública, merecedor de prisión perpetua, o que nadie con religión papista podría ser protegido. No se estaría a salvo de revueltas puritanas donde ninguna de las iglesias católicas del sur de Maryland se libraría de ser incendiada.


La intolerancia alcanzó su punto culminante cuando Gran Bretaña expulsó a los franceses del Canadá y se otorgó libertad de culto a los católicos canadienses, y que los colonos americanos de origen británico, en su mayoría, puritanos, calificaría de “Actos intolerables” que bajo las Suffolk Resolves del Primer Congreso Continental de 1774 se calificaban como un peligro para la religión protestante, los derechos y las libertades de toda América; Quebec era una amenaza. Después saldría a escena la realpolitik en la política norteamericana durante la guerra de independencia.


Por lo anterior, Quebec, no quiso ni mostraría entusiasmo por ser liberada. Tampoco tendría resultados concretos la misión encabezada por Samuel Chase, Benjamín Franklin y dos importantes católicos: Charles Carroll (firme defensor de la tolerancia religiosa) y su hermano, el padre John Carrol, quien llegaría ser el primer obispo católico de los Estados Unidos. Pero cambiaría la percepción hacia los católicos. George Washington lo vio en el apoyo de las católicas Francia y España. El famoso Fray Junípero Serra organizaría una colecta en favor de los colonos.

También había católicos entre los oficiales de Washington como los extranjeros Marqués de Lafayette, el Conde Pulaski, el General Thadeus Kosciusko, o colonos como el Coronel John Fritzgerald, y los capitanes Thomas Fitz Simmons y John Barry, además del valioso aliado español, gobernador de Luisiana, Bernardo de Gálvez, y unos 8,000 soldados franceses “papistas” más. Al acabar la guerra de Independencia, las relaciones internacionales ayudaron a normalizar gradualmente la presencia católica en los Estados Unidos.

agusperezr@hotmail.com