/ jueves 26 de abril de 2018

Los debates: el último tren

Una excelente caricatura de Helio Flores (El Universal) presenta al candidato presidencial priista esperando el tren que tiene el título de “debate”. Y no sólo para Meade, sino también para Anaya los debates son la última oportunidad que tienen para superar al puntero López Obrador.

La estrategia de los dos principales contrincantes de AMLO fue apostarle a colocarse en un segundo lugar para luego superarlo. Los estrategas del cuarto de guerra del tricolor tuvieron la ocurrencia de linchar mediáticamente al candidato del frente y lo único que lograron fue restarle seis puntos de las preferencias que sumó ya saben quién en lugar de Meade, al que apodan el candidato “ternurita”.

Ahora ante la consolidación innegable del Peje con una ventaja que parece insuperable los desesperados e inútiles asesores de ambos presidenciables están urdiendo el “voto útil”. El problema es que como no hay una segunda vuelta, resultado también de la falta de visión de los generales de los dos bandos, será difícil que se aplique como en el 2000 y el 2006.

En las elecciones presidenciales citadas fue posible esta estrategia debido a que se derrumbó el tercer candidato y pudieron capitalizar el voto en contra de López Obrador. Un frente electoral de Todos Unidos Contra Andrés Manuel López Obrador (TUCAMLO) a estas alturas no será fácil de conformar y menos cuando ninguno de los dos candidatos estaría dispuesto a renunciar.

La única oportunidad que tienen para restarle votos al candidato de Morena es aprovechar los tres debates y los posdebates para minar la preferencia de sus simpatizantes. El PRI inició una campaña del miedo en spots y programas televisivos que tiene el riesgo de ser contraproducente pues podría crecer aún más al polémico Peje.

Los analistas coinciden cada vez más que esta elección será definida más por las emociones (el enojo y el miedo) que por las razones, por lo que las propuestas que presenten los candidatos no tendrán el impacto deseado.

En pocas palabras, como lo pregona una radiofusora local, el ganador será el que “conecte” y no sólo informe o comunique sus proyectos. Por ejemplo, en el debatido caso de la construcción del nuevo aeropuerto en la Ciudad de México no serán las razones técnicas y financieras las que predominarán, sino la creencia de si es o no otro de los negocios corruptos del gobierno federal.

Tanto Meade como Anaya son bien vistos por la clase media acomodada y la alta, no así por las clases populares y marginadas, para las cuales son unos “pirruris”. Por ello para quitarle votos al populista Peje le mandaron a un populachero con estilo norteño: el Bronco.

Los tres debates son la última oportunidad para los “cuatro fantásticos” que se enfrentan al hasta ahora invencible villano favorito y si no los manejan bien terminarán en desastres irreparables.

La esperanza es lo último que muere y como la política también es el arte de lo imposible tal vez en una de esas alguno de los perdedores se convierta súbitamente en un posible vencedor. Al fin y al cabo vivimos en una era posmoderna de lo impredecible y de resultados fuera de lo común, como la victoria de Trump.

Una excelente caricatura de Helio Flores (El Universal) presenta al candidato presidencial priista esperando el tren que tiene el título de “debate”. Y no sólo para Meade, sino también para Anaya los debates son la última oportunidad que tienen para superar al puntero López Obrador.

La estrategia de los dos principales contrincantes de AMLO fue apostarle a colocarse en un segundo lugar para luego superarlo. Los estrategas del cuarto de guerra del tricolor tuvieron la ocurrencia de linchar mediáticamente al candidato del frente y lo único que lograron fue restarle seis puntos de las preferencias que sumó ya saben quién en lugar de Meade, al que apodan el candidato “ternurita”.

Ahora ante la consolidación innegable del Peje con una ventaja que parece insuperable los desesperados e inútiles asesores de ambos presidenciables están urdiendo el “voto útil”. El problema es que como no hay una segunda vuelta, resultado también de la falta de visión de los generales de los dos bandos, será difícil que se aplique como en el 2000 y el 2006.

En las elecciones presidenciales citadas fue posible esta estrategia debido a que se derrumbó el tercer candidato y pudieron capitalizar el voto en contra de López Obrador. Un frente electoral de Todos Unidos Contra Andrés Manuel López Obrador (TUCAMLO) a estas alturas no será fácil de conformar y menos cuando ninguno de los dos candidatos estaría dispuesto a renunciar.

La única oportunidad que tienen para restarle votos al candidato de Morena es aprovechar los tres debates y los posdebates para minar la preferencia de sus simpatizantes. El PRI inició una campaña del miedo en spots y programas televisivos que tiene el riesgo de ser contraproducente pues podría crecer aún más al polémico Peje.

Los analistas coinciden cada vez más que esta elección será definida más por las emociones (el enojo y el miedo) que por las razones, por lo que las propuestas que presenten los candidatos no tendrán el impacto deseado.

En pocas palabras, como lo pregona una radiofusora local, el ganador será el que “conecte” y no sólo informe o comunique sus proyectos. Por ejemplo, en el debatido caso de la construcción del nuevo aeropuerto en la Ciudad de México no serán las razones técnicas y financieras las que predominarán, sino la creencia de si es o no otro de los negocios corruptos del gobierno federal.

Tanto Meade como Anaya son bien vistos por la clase media acomodada y la alta, no así por las clases populares y marginadas, para las cuales son unos “pirruris”. Por ello para quitarle votos al populista Peje le mandaron a un populachero con estilo norteño: el Bronco.

Los tres debates son la última oportunidad para los “cuatro fantásticos” que se enfrentan al hasta ahora invencible villano favorito y si no los manejan bien terminarán en desastres irreparables.

La esperanza es lo último que muere y como la política también es el arte de lo imposible tal vez en una de esas alguno de los perdedores se convierta súbitamente en un posible vencedor. Al fin y al cabo vivimos en una era posmoderna de lo impredecible y de resultados fuera de lo común, como la victoria de Trump.