/ martes 14 de abril de 2020

Los duelos del Covid-19

El coronavirus cambió al mundo y con ello también el estilo de vida de las personas que debemos permanecer confinadas a nuestras casas para protegernos. De un día para otro perdimos nuestro sentido de seguridad, relaciones sociales, trabajo, dinero, planes y lamentablemente algunos, la salud y seres queridos también. Ello nos afecta psicológicamente y sin preverlo, entramos en un duelo anticipatorio colectivo. Nos aqueja de manera distinta a cada quien, así como la manera de afrontarlo. La primera etapa de ese duelo es la negación: se pensó que el virus era una conspiración inventada y que no nos afectaría; llegó el enojo cuando tuvimos que quedarnos en casa para protegernos, cancelando nuestras actividades y rutinas; negociación, aceptamos confinarnos unas semanas, a cambio, después podríamos retomar nuestra vida; luego entra la tristeza y depresión acompañada de una conmoción de ver el impacto de las consecuencias del virus en la humanidad; la última etapa es la aceptación, donde comenzaremos a plantearnos nuevas formas de vivir y de actuar para el “futuro”; es posible que casi nada quede como antes. El Covid-19 nos enfrenta a un proceso psicológico de adaptación emocional que no es sencillo.


Quedar confinados a nuestras casas trae aparejadas otras consecuencias, como poner a prueba nuestras relaciones personales dentro de las “cuatro” paredes donde estamos, donde quizás haya varias rupturas, sumándose la lista de duelos que estamos experimentando. No sólo se colapsa la economía, sino las relaciones personales también. En China se registró un número sin precedente de solicitudes de divorcio durante la cuarentena. Las relaciones de por sí son difíciles y cuando se constriñe a la convivencia diaria casi ininterrumpida ante una crisis como eésta, nos obliga a mostrar lo mejor y lo peor de nosotros, sin máscaras. Recordé el libro Modernidad y Holocausto de Zigmun Bauman, donde menciona una entrevista publicada en Le Monde a parejas que habían sido víctimas de secuestros aéreos. Después esa experiencia agónica, la tasa de divorcio entre ellos fue alta; mencionaron que no habían pensado en la posibilidad de una separación antes del secuestro, donde vieron a sus parejas de manera distinta; los que eran buenos esposos, se mostraron egoístas y cobardes. Develaron el rostro malo que siempre estuvo presente, pero por lo general invisible. Concluyó que, si no hubiera sido por el secuestro, la otra cara probablemente hubiese permanecido siempre oculta y hubiesen seguido disfrutando de su matrimonio, ignorantes de las cualidades desagradables. Son muchas pérdidas que se multiplican en poco tiempo, que quizá no acumularíamos en toda la vida. Algunas serán inevitables, pero otras, como nuestras relaciones, podemos anticiparnos para fortalecerlas en lugar de destruirlas, derribando las barreras y máscaras que construimos cuando la vida era “normal” y que ahora inevitablemente mostramos. Permaneceremos mucho tiempo bajo el mismo techo afrontando el “secuestro” del coronavirus que nos mostrará sin filtros, entonces, procuremos fortalecer lazos con lo mejor de nosotros y recordemos que lo más importante no son las posesiones, sino la vida misma y con quién la compartimos.



El coronavirus cambió al mundo y con ello también el estilo de vida de las personas que debemos permanecer confinadas a nuestras casas para protegernos. De un día para otro perdimos nuestro sentido de seguridad, relaciones sociales, trabajo, dinero, planes y lamentablemente algunos, la salud y seres queridos también. Ello nos afecta psicológicamente y sin preverlo, entramos en un duelo anticipatorio colectivo. Nos aqueja de manera distinta a cada quien, así como la manera de afrontarlo. La primera etapa de ese duelo es la negación: se pensó que el virus era una conspiración inventada y que no nos afectaría; llegó el enojo cuando tuvimos que quedarnos en casa para protegernos, cancelando nuestras actividades y rutinas; negociación, aceptamos confinarnos unas semanas, a cambio, después podríamos retomar nuestra vida; luego entra la tristeza y depresión acompañada de una conmoción de ver el impacto de las consecuencias del virus en la humanidad; la última etapa es la aceptación, donde comenzaremos a plantearnos nuevas formas de vivir y de actuar para el “futuro”; es posible que casi nada quede como antes. El Covid-19 nos enfrenta a un proceso psicológico de adaptación emocional que no es sencillo.


Quedar confinados a nuestras casas trae aparejadas otras consecuencias, como poner a prueba nuestras relaciones personales dentro de las “cuatro” paredes donde estamos, donde quizás haya varias rupturas, sumándose la lista de duelos que estamos experimentando. No sólo se colapsa la economía, sino las relaciones personales también. En China se registró un número sin precedente de solicitudes de divorcio durante la cuarentena. Las relaciones de por sí son difíciles y cuando se constriñe a la convivencia diaria casi ininterrumpida ante una crisis como eésta, nos obliga a mostrar lo mejor y lo peor de nosotros, sin máscaras. Recordé el libro Modernidad y Holocausto de Zigmun Bauman, donde menciona una entrevista publicada en Le Monde a parejas que habían sido víctimas de secuestros aéreos. Después esa experiencia agónica, la tasa de divorcio entre ellos fue alta; mencionaron que no habían pensado en la posibilidad de una separación antes del secuestro, donde vieron a sus parejas de manera distinta; los que eran buenos esposos, se mostraron egoístas y cobardes. Develaron el rostro malo que siempre estuvo presente, pero por lo general invisible. Concluyó que, si no hubiera sido por el secuestro, la otra cara probablemente hubiese permanecido siempre oculta y hubiesen seguido disfrutando de su matrimonio, ignorantes de las cualidades desagradables. Son muchas pérdidas que se multiplican en poco tiempo, que quizá no acumularíamos en toda la vida. Algunas serán inevitables, pero otras, como nuestras relaciones, podemos anticiparnos para fortalecerlas en lugar de destruirlas, derribando las barreras y máscaras que construimos cuando la vida era “normal” y que ahora inevitablemente mostramos. Permaneceremos mucho tiempo bajo el mismo techo afrontando el “secuestro” del coronavirus que nos mostrará sin filtros, entonces, procuremos fortalecer lazos con lo mejor de nosotros y recordemos que lo más importante no son las posesiones, sino la vida misma y con quién la compartimos.