/ lunes 24 de mayo de 2021

Los engranajes del crecimiento económico y el desarrollo social 

Por: Amín Anchondo

Ser competitivos como ciudad hoy en día no es una opción, es una necesidad. En ocasiones anteriores he mencionado de la importancia que tiene la inversión pública en las ciudades y no sólo para pavonearse como gobiernos, sino para mejorar la calidad de vida de los habitantes.

De acuerdo con el Foro Económico Mundial, para que un país tenga un mejor crecimiento económico es necesario que se base en su competitividad, entiéndase el término como la capacidad que tiene cualquier cosa de mejorar y dar el máximo de los resultados. Esta competitividad se da a través de las inversiones que faciliten y fortalezcan la productividad de un país. ¿Adivinen quién tiene esta obligación y debería de ser una de sus estrategias top? Exacto, los gobiernos.

Pensemos en que la competitividad de nuestra ciudad debe de ir pasando por distintos engranajes, los cuales tienen que funcionar con la mayor precisión para llegar al crecimiento económico. Este proceso no sólo trae un fin meramente capitalista, podría atreverme a decir que el desarrollo social sería el fin que se busca, ya que la calidad de vida de los habitantes de una ciudad es a lo que debemos aspirar como gobiernos. La inversión genera trabajo, oportunidades, competitividad y mejores productos y servicios; la calidad de vida está ligada directamente a este término, por eso su importancia y por eso el valorar y analizar el tema.

Ahora bien, en nuestro país, ¿Cuánta es la inversión pública de México? Según datos de Hacienda, la inversión pública en México ha bajado de un 6% en 2009 a un 2.3% en 2019. Dato que escandaliza porque lo que recomiendan es que al menos el 3% sea lo invertido en este sector. Sin un porcentaje de inversión pública adecuada el futuro del país se pone en riesgo, sumémosle a esto la inercia generada por la pandemia, hoy más que nunca necesitamos más hospitales, mejores escuelas y abaratar los servicios, esto último se logra teniendo infraestructura suficiente y de calidad para que sean prestados al menor costo posible.

Que queden atrás los famosos elefantes blancos, las obras elitistas que sólo benefician a un sector de la población. Si se pensara en los grandes problemas de las ciudades y el objetivo fuera resolverlos en cada sexenio, otro gallo le cantaría a México. Que los grandes presupuestos estén destinados a inversión pública en nuestras ciudades, en obras que están para servirnos.

El tener infraestructura para movernos en nuestras ciudades no debe ser más un privilegio, queremos parques, calles, plazas, banquetas y glorietas de primer nivel. La inversión pública es un derecho que tenemos los ciudadanos y una obligación de nuestros gobiernos. Mientras más se priorice gastar en inversión pública más personas podrán vivir de mejor manera, dejemos de poner intereses individuales o de grupo frente a los intereses de la colectividad, las personas estamos ya cansadas de eso. El bien vivir y la movilidad debe ser prioridad para los planes y estrategias, no sólo de campaña, sino de acción en los periodos de gobierno.

Por: Amín Anchondo

Ser competitivos como ciudad hoy en día no es una opción, es una necesidad. En ocasiones anteriores he mencionado de la importancia que tiene la inversión pública en las ciudades y no sólo para pavonearse como gobiernos, sino para mejorar la calidad de vida de los habitantes.

De acuerdo con el Foro Económico Mundial, para que un país tenga un mejor crecimiento económico es necesario que se base en su competitividad, entiéndase el término como la capacidad que tiene cualquier cosa de mejorar y dar el máximo de los resultados. Esta competitividad se da a través de las inversiones que faciliten y fortalezcan la productividad de un país. ¿Adivinen quién tiene esta obligación y debería de ser una de sus estrategias top? Exacto, los gobiernos.

Pensemos en que la competitividad de nuestra ciudad debe de ir pasando por distintos engranajes, los cuales tienen que funcionar con la mayor precisión para llegar al crecimiento económico. Este proceso no sólo trae un fin meramente capitalista, podría atreverme a decir que el desarrollo social sería el fin que se busca, ya que la calidad de vida de los habitantes de una ciudad es a lo que debemos aspirar como gobiernos. La inversión genera trabajo, oportunidades, competitividad y mejores productos y servicios; la calidad de vida está ligada directamente a este término, por eso su importancia y por eso el valorar y analizar el tema.

Ahora bien, en nuestro país, ¿Cuánta es la inversión pública de México? Según datos de Hacienda, la inversión pública en México ha bajado de un 6% en 2009 a un 2.3% en 2019. Dato que escandaliza porque lo que recomiendan es que al menos el 3% sea lo invertido en este sector. Sin un porcentaje de inversión pública adecuada el futuro del país se pone en riesgo, sumémosle a esto la inercia generada por la pandemia, hoy más que nunca necesitamos más hospitales, mejores escuelas y abaratar los servicios, esto último se logra teniendo infraestructura suficiente y de calidad para que sean prestados al menor costo posible.

Que queden atrás los famosos elefantes blancos, las obras elitistas que sólo benefician a un sector de la población. Si se pensara en los grandes problemas de las ciudades y el objetivo fuera resolverlos en cada sexenio, otro gallo le cantaría a México. Que los grandes presupuestos estén destinados a inversión pública en nuestras ciudades, en obras que están para servirnos.

El tener infraestructura para movernos en nuestras ciudades no debe ser más un privilegio, queremos parques, calles, plazas, banquetas y glorietas de primer nivel. La inversión pública es un derecho que tenemos los ciudadanos y una obligación de nuestros gobiernos. Mientras más se priorice gastar en inversión pública más personas podrán vivir de mejor manera, dejemos de poner intereses individuales o de grupo frente a los intereses de la colectividad, las personas estamos ya cansadas de eso. El bien vivir y la movilidad debe ser prioridad para los planes y estrategias, no sólo de campaña, sino de acción en los periodos de gobierno.