/ jueves 23 de enero de 2020

Los hombres de los monumentos

Ninguna experiencia ha sido tan destructiva en la historia de la humanidad como la Segunda Guerra Mundial, donde, de acuerdo con Fernando Báez, los alemanes devastaron 1,710 ciudades, 70 mil pueblos y villas, se aniquilaron 6 millones de edificios históricos y el saqueo nazi ascendió a cinco millones de objetos artísticos. Sólo en Polonia, 15 millones de libros desaparecieron. Tal alarma cultural alentaría la creación de la Comisión Americana para la Protección y Salvamento de Monumentos Históricos y Artísticos en Guerra, también llamada Comisión Roberts.

Otros le nombrarían los Hombres de los Monumentos o Guerreros del Arte. La Comisión aglutinaría 345 miembros militares y civiles de trece países, diseñando planes de búsqueda en minas, depósitos, castillos y casas abandonadas, con una política extraordinaria de preservación del arte en un esfuerzo adicional para proteger las vidas de soldados y civiles. Es curioso que de no haber sido Hitler y Goering amantes de la pintura y el arte desde su juventud, el pillaje nazi nunca hubiera adquirido la singularidad metódica y sistemática cuya eficacia no se iguala en la Historia.

Mientras la Wehrmacht progresaba irresistiblemente por toda Europa, según el periodista Héctor Feliciano, los saqueadores hacían lo mismo, no sólo con pinturas, desde el pequeño museo del Jeu de Paume, sino con esculturas, vajillas, libros, muebles, armaduras, monedas, o cualquier otro objeto que el historiador de arte Otto Kümmel considerara alemán en su informe a Hitler, aunque su salida del país hubiera sido legal o no, pacífica o violenta. Especial atención tuvo Francia, la capital mundial del arte, que la estética nazi apreciaba secreta o abiertamente.

Acabada la guerra, mientras unos objetos artísticos volvían a manos de sus legítimos propietarios recuperados por las tropas aliadas, la pista de no pocos de ellos se perdía definitivamente. Francia terminaría por ser la nación más saqueada de Europa occidental, de donde aún están desaparecidas hasta 40 mil obras de arte. Todo a causa de una quimérica ideología obsesionada con la germanidad y el patrimonio alemán. agusperezr@hotmail.com

Ninguna experiencia ha sido tan destructiva en la historia de la humanidad como la Segunda Guerra Mundial, donde, de acuerdo con Fernando Báez, los alemanes devastaron 1,710 ciudades, 70 mil pueblos y villas, se aniquilaron 6 millones de edificios históricos y el saqueo nazi ascendió a cinco millones de objetos artísticos. Sólo en Polonia, 15 millones de libros desaparecieron. Tal alarma cultural alentaría la creación de la Comisión Americana para la Protección y Salvamento de Monumentos Históricos y Artísticos en Guerra, también llamada Comisión Roberts.

Otros le nombrarían los Hombres de los Monumentos o Guerreros del Arte. La Comisión aglutinaría 345 miembros militares y civiles de trece países, diseñando planes de búsqueda en minas, depósitos, castillos y casas abandonadas, con una política extraordinaria de preservación del arte en un esfuerzo adicional para proteger las vidas de soldados y civiles. Es curioso que de no haber sido Hitler y Goering amantes de la pintura y el arte desde su juventud, el pillaje nazi nunca hubiera adquirido la singularidad metódica y sistemática cuya eficacia no se iguala en la Historia.

Mientras la Wehrmacht progresaba irresistiblemente por toda Europa, según el periodista Héctor Feliciano, los saqueadores hacían lo mismo, no sólo con pinturas, desde el pequeño museo del Jeu de Paume, sino con esculturas, vajillas, libros, muebles, armaduras, monedas, o cualquier otro objeto que el historiador de arte Otto Kümmel considerara alemán en su informe a Hitler, aunque su salida del país hubiera sido legal o no, pacífica o violenta. Especial atención tuvo Francia, la capital mundial del arte, que la estética nazi apreciaba secreta o abiertamente.

Acabada la guerra, mientras unos objetos artísticos volvían a manos de sus legítimos propietarios recuperados por las tropas aliadas, la pista de no pocos de ellos se perdía definitivamente. Francia terminaría por ser la nación más saqueada de Europa occidental, de donde aún están desaparecidas hasta 40 mil obras de arte. Todo a causa de una quimérica ideología obsesionada con la germanidad y el patrimonio alemán. agusperezr@hotmail.com