/ viernes 21 de enero de 2022

Los hombres no lloran 

Me parece que el título de este editorial nació en el tiempo del machismo. Los hombres eran los fuertes, el mundo era de los varones. Hoy es otro el mundo. Voy a recordar mi experiencia como orientador en una escuela. Me guardo los nombres de los hombres. No violo mi profesionalismo.

Un día un padre de familia me vino a consultar. Me dijo: - “Tengo muchos problemas. Vengo a que me ayude”. No dijo otra palabra. Se le cerró la garganta. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Espiraba profundamente. Empezó a sollozar. Le di un pañuelo de papel para su llanto. Su llanto fue estruendoso. Lloró a gritos. Media hora lloró. Me dijo en palabras entrecortadas: - “Perdóneme, pero no pudo hablar. Discúlpeme. Ya en otra ocasión vengo, a ver si puedo hablar”. Y se fue. Esa media hora, el llanto lo había tranquilizado. Muchas veces, no hay otro alivio que llorar. El llanto cura todos los problemas.

Un maestro que daba clases en el aula, me comentó: - “Es Navidad. Yo lloro en todas las navidades. De niño no tuve un solo juguete. No me interesa no llorar. Llorando descanso. Hoy mis hijos tienen juguetes en el mes de diciembre. Pero no dejo de llorar cada Navidad. Es mi felicidad”.

Un muchacho de secundaria llegó a mi oficina: - “Me mandaron con usted. Me recogieron una pistola. Hay dos enemigos en la clase que se burlan de mí. Ya no los aguanto. Por eso me traje la pistola de mi papá. Si se burlan otra vez, me los escabecho. Y luego me doy un balazo. Pero me revisaron la mochila. Me hallaron la pistola. Por eso me mandaron con usted. Ya no aguanto. Qué bueno que me recogieron la pistola. Soy católico. Sé que debo perdonar. Pero ya no puedo aguantar…”. Se le llenaron los ojos de agua. Se salió de mi oficina. No esperó mis palabras. Han pasado muchos años. Este muchacho debe de ser abuelo.

El hombre llegó a mi oficina. Me dijo: - “Me voy a divorciar de mi esposa. Ella no hizo nada malo. Pero es mi decisión. Es que es muy bonita. Todos los hombres volvían la cabeza para verla. Viste muy honesta. No es coqueta. Los hombres le dicen piropos en mi presencia. Muchas veces he oído que le llaman ‘Mamacita, si no fuera casado me casaría contigo’. Ella tolera los piropos. Es muy hermosa. Ella no tiene culpa. Pero yo no aguanto que no la respeten. No puedo seguir esperando que la sigan persiguiendo. Por eso me voy a divorciar”. El hombre lloró por su decisión.

El hombre maduro vestía muy bien. Usaba traje y corbata: - “No soy padre de su escuela. Soy psicólogo. Yo doy consejos a los pacientes. Pero yo necesito que me permita llorar en su oficina. Tengo problemas en mi matrimonio, sí. Pero lo que necesito es que me permita llorar en su oficina. Todos piensan que un psicólogo no tiene problemas. Ante nadie tengo derechos de llorar. Si me ven llorar, pensarán que no soy buen psicólogo. Tengo muchos llantos que llorar”. Y el psicólogo lloró.

Llorar es sacar todos los problemas. Las dificultades no se resuelven, pero son un desahogo. Llora, pero no en el lugar impropio. Llora en la soledad, o en la oficina de un orientador.


Me parece que el título de este editorial nació en el tiempo del machismo. Los hombres eran los fuertes, el mundo era de los varones. Hoy es otro el mundo. Voy a recordar mi experiencia como orientador en una escuela. Me guardo los nombres de los hombres. No violo mi profesionalismo.

Un día un padre de familia me vino a consultar. Me dijo: - “Tengo muchos problemas. Vengo a que me ayude”. No dijo otra palabra. Se le cerró la garganta. Los ojos se le llenaron de lágrimas. Espiraba profundamente. Empezó a sollozar. Le di un pañuelo de papel para su llanto. Su llanto fue estruendoso. Lloró a gritos. Media hora lloró. Me dijo en palabras entrecortadas: - “Perdóneme, pero no pudo hablar. Discúlpeme. Ya en otra ocasión vengo, a ver si puedo hablar”. Y se fue. Esa media hora, el llanto lo había tranquilizado. Muchas veces, no hay otro alivio que llorar. El llanto cura todos los problemas.

Un maestro que daba clases en el aula, me comentó: - “Es Navidad. Yo lloro en todas las navidades. De niño no tuve un solo juguete. No me interesa no llorar. Llorando descanso. Hoy mis hijos tienen juguetes en el mes de diciembre. Pero no dejo de llorar cada Navidad. Es mi felicidad”.

Un muchacho de secundaria llegó a mi oficina: - “Me mandaron con usted. Me recogieron una pistola. Hay dos enemigos en la clase que se burlan de mí. Ya no los aguanto. Por eso me traje la pistola de mi papá. Si se burlan otra vez, me los escabecho. Y luego me doy un balazo. Pero me revisaron la mochila. Me hallaron la pistola. Por eso me mandaron con usted. Ya no aguanto. Qué bueno que me recogieron la pistola. Soy católico. Sé que debo perdonar. Pero ya no puedo aguantar…”. Se le llenaron los ojos de agua. Se salió de mi oficina. No esperó mis palabras. Han pasado muchos años. Este muchacho debe de ser abuelo.

El hombre llegó a mi oficina. Me dijo: - “Me voy a divorciar de mi esposa. Ella no hizo nada malo. Pero es mi decisión. Es que es muy bonita. Todos los hombres volvían la cabeza para verla. Viste muy honesta. No es coqueta. Los hombres le dicen piropos en mi presencia. Muchas veces he oído que le llaman ‘Mamacita, si no fuera casado me casaría contigo’. Ella tolera los piropos. Es muy hermosa. Ella no tiene culpa. Pero yo no aguanto que no la respeten. No puedo seguir esperando que la sigan persiguiendo. Por eso me voy a divorciar”. El hombre lloró por su decisión.

El hombre maduro vestía muy bien. Usaba traje y corbata: - “No soy padre de su escuela. Soy psicólogo. Yo doy consejos a los pacientes. Pero yo necesito que me permita llorar en su oficina. Tengo problemas en mi matrimonio, sí. Pero lo que necesito es que me permita llorar en su oficina. Todos piensan que un psicólogo no tiene problemas. Ante nadie tengo derechos de llorar. Si me ven llorar, pensarán que no soy buen psicólogo. Tengo muchos llantos que llorar”. Y el psicólogo lloró.

Llorar es sacar todos los problemas. Las dificultades no se resuelven, pero son un desahogo. Llora, pero no en el lugar impropio. Llora en la soledad, o en la oficina de un orientador.