/ sábado 15 de diciembre de 2018

Los nuevos sofistas


Un sofisma es una falacia, algo que en apariencia se presenta como válido, aunque en realidad resulta falso.


A partir de las posturas de Platón, Sócrates y otros sabios, comenzó a asociarse a los sofistas con el engaño. Así se llegó a la definición de sofista, como aquel que, empleando sofismas y falacias, engaña a las personas y hasta obtiene un rédito de su capacidad para confundir al otro a través de sus argumentos, falsas promesas y expectativas imposibles.

A través de los nuevos sofistas, entramos por “convicción propia” al “cesarismo” que también significa despotismo, absolutismo, autoritarismo o dictadura.

La dictadura es un sistema de gobierno o régimen gubernamental donde todos los poderes del Estado se concentran en un individuo, un grupo o un partido. El dictador no permite la oposición a sus acciones y a sus ideas, tiene poder y autoridad absolutos. Se trata de un régimen no democrático y autocrático, donde la participación del pueblo es manipulada haciéndole pensar que él, el pueblo, es el que el que toma las decisiones y decide, bajo engaños, que es sabio, bueno y que nunca se equivoca. El pueblo así manipulado, piensa que decide todo aquello que ya está decidido de antemano por el dictador.

El que un gobernante tenga todo el poder sólo significa una cosa: abusará de él siempre. Vemos un claro ejemplo de la similitud, en la antigua Grecia en que un grupo de filósofos, empezaron a acusar a los sofistas de arrogarse una capacidad para la enseñanza de virtudes, algo así como la presente “constitución moral” actualmente en elaboración. Hubo sectores que señalaron a los sofistas como tramposos que, haciendo uso de la retórica y de la dialéctica, engañaban a las personas. De esta manera, comenzó a calificarse como sofistas a quienes apelaban a los sofismas para desarrollar sus razonamientos y convencer a los demás. Un sofisma es una falacia: algo que, en apariencia, se presenta como válido, aunque en realidad resulta falso. El mejor ejemplo son las promesas y falsos argumentos sobre proyectos del nuevo gobierno en nuestro país.

Y así, el sofisma del magnánimo nos aseguró que toda violencia y corrupción terminarían, como un milagro, o como por arte de magia en el mismo momento de tomar el poder pero en realidad se incrementó durante la primera semana de gobierno, y lo que se presentó como válida, como una profecía bíblica, fue en realidad una falacia. Ese pueblo bueno y sabio que escogerá por nosotros lo que el país necesita, incluyendo nuevos ministros, será el que guíe al país por los siguientes años, siendo manipulado obviamente por el nuevo gobierno.


Un sofisma es una falacia, algo que en apariencia se presenta como válido, aunque en realidad resulta falso.


A partir de las posturas de Platón, Sócrates y otros sabios, comenzó a asociarse a los sofistas con el engaño. Así se llegó a la definición de sofista, como aquel que, empleando sofismas y falacias, engaña a las personas y hasta obtiene un rédito de su capacidad para confundir al otro a través de sus argumentos, falsas promesas y expectativas imposibles.

A través de los nuevos sofistas, entramos por “convicción propia” al “cesarismo” que también significa despotismo, absolutismo, autoritarismo o dictadura.

La dictadura es un sistema de gobierno o régimen gubernamental donde todos los poderes del Estado se concentran en un individuo, un grupo o un partido. El dictador no permite la oposición a sus acciones y a sus ideas, tiene poder y autoridad absolutos. Se trata de un régimen no democrático y autocrático, donde la participación del pueblo es manipulada haciéndole pensar que él, el pueblo, es el que el que toma las decisiones y decide, bajo engaños, que es sabio, bueno y que nunca se equivoca. El pueblo así manipulado, piensa que decide todo aquello que ya está decidido de antemano por el dictador.

El que un gobernante tenga todo el poder sólo significa una cosa: abusará de él siempre. Vemos un claro ejemplo de la similitud, en la antigua Grecia en que un grupo de filósofos, empezaron a acusar a los sofistas de arrogarse una capacidad para la enseñanza de virtudes, algo así como la presente “constitución moral” actualmente en elaboración. Hubo sectores que señalaron a los sofistas como tramposos que, haciendo uso de la retórica y de la dialéctica, engañaban a las personas. De esta manera, comenzó a calificarse como sofistas a quienes apelaban a los sofismas para desarrollar sus razonamientos y convencer a los demás. Un sofisma es una falacia: algo que, en apariencia, se presenta como válido, aunque en realidad resulta falso. El mejor ejemplo son las promesas y falsos argumentos sobre proyectos del nuevo gobierno en nuestro país.

Y así, el sofisma del magnánimo nos aseguró que toda violencia y corrupción terminarían, como un milagro, o como por arte de magia en el mismo momento de tomar el poder pero en realidad se incrementó durante la primera semana de gobierno, y lo que se presentó como válida, como una profecía bíblica, fue en realidad una falacia. Ese pueblo bueno y sabio que escogerá por nosotros lo que el país necesita, incluyendo nuevos ministros, será el que guíe al país por los siguientes años, siendo manipulado obviamente por el nuevo gobierno.