/ sábado 12 de octubre de 2019

Machismo presidencial global

Antes de empezar el artículo quiero expresar mi más profundo pésame por el asesinato de Enrique Servín, alguien que conocí de cerca desde que era niño. Enrique manifestó un gusto precoz por los idiomas desde la adolescencia y se dedicó en cuerpo y alma adquirir una cultura universal, como prolífico escritor y ensayista contribuyendo a la formación de escritores y poetas chihuahuenses.

El sábado anterior coincidimos en la cafetería de Alsuper Universidad y el martes por la noche, pocas horas antes que le arrancaran existencia, volvimos a encontrarnos en Dennis. Vaya coincidencias que nos da la vida. Descanse en paz el lingüista, el escritor, el maestro y el amigo.

Prácticamente todas las semanas, cuando recorremos los medios nacionales e internacionales, nos queda un mal sabor de boca gracias a las declaraciones, desplantes y gestos autoritarios de los hoy mal llamados "jefes de Estado", que reúnen un selecto grupo de machos maduros y vejestorios que arrancan literalmente casi a diario alaridos a sus frenéticos seguidores, con sus desplantes, abusos y excesos.

En las conversaciones de café voces cargadas de hígado disparan los más desconcertantes calificativos, que en el pasado sólo imaginábamos en personas analfabetas. Los fans de tales autócratas me recuerdan el comportamiento tribal que narran los libros de antropología, para describir la conducta de los pueblos en cuando habitaban cuevas y se comunicaban con gruñidos y gestos.

Y esto sucede en Estados Unidos, en España, en Inglaterra, en Brasil, en Argentina y naturalmente México no se escapa. Por lo cual me pregunto, qué diablos está sucediendo; porque vemos gobiernos y partidos políticos saturados de demagogos abusivos analfabetas funcionales, que declaran casi únicamente gruñidos e insultos, al tiempo que sus seguidores les aplauden rabiosamente.

Inclusive en las conversaciones de café saltan a la vista los odios de clase, expresados de una forma que pocos años atrás se consideraba violarían las más mínimas reglas de educación y decoro. A este circo irracional de pasiones no escapan ni la derecha ni la izquierda, demagogia por todos lados.

Tratando de explicar este caos político, social, económico e informativo, lo atribuyo a que la caótica transición del siglo XX al siglo XXI está resultando excesivamente angustiante para mi generación, donde el vértigo de las crisis nos estresa al grado de comportarnos en el día a día, como si estuviéramos coreando desenfrenados a nuestro equipo en un estadio, del deporte que se nos ocurra.

La sucesión interminable de cambios, transformaciones y crisis han rebasado nuestras mejores capacidades para mantener la sensatez y la cordura. La intensidad del estrés aprovecha cualquier oportunidad para descargar en forma intensa y descontrolada nuestras angustias, ante la imposibilidad de poder siquiera imaginar lo que nos espera, ya no digamos en el futuro, sino la próxima semana.

Antes de empezar el artículo quiero expresar mi más profundo pésame por el asesinato de Enrique Servín, alguien que conocí de cerca desde que era niño. Enrique manifestó un gusto precoz por los idiomas desde la adolescencia y se dedicó en cuerpo y alma adquirir una cultura universal, como prolífico escritor y ensayista contribuyendo a la formación de escritores y poetas chihuahuenses.

El sábado anterior coincidimos en la cafetería de Alsuper Universidad y el martes por la noche, pocas horas antes que le arrancaran existencia, volvimos a encontrarnos en Dennis. Vaya coincidencias que nos da la vida. Descanse en paz el lingüista, el escritor, el maestro y el amigo.

Prácticamente todas las semanas, cuando recorremos los medios nacionales e internacionales, nos queda un mal sabor de boca gracias a las declaraciones, desplantes y gestos autoritarios de los hoy mal llamados "jefes de Estado", que reúnen un selecto grupo de machos maduros y vejestorios que arrancan literalmente casi a diario alaridos a sus frenéticos seguidores, con sus desplantes, abusos y excesos.

En las conversaciones de café voces cargadas de hígado disparan los más desconcertantes calificativos, que en el pasado sólo imaginábamos en personas analfabetas. Los fans de tales autócratas me recuerdan el comportamiento tribal que narran los libros de antropología, para describir la conducta de los pueblos en cuando habitaban cuevas y se comunicaban con gruñidos y gestos.

Y esto sucede en Estados Unidos, en España, en Inglaterra, en Brasil, en Argentina y naturalmente México no se escapa. Por lo cual me pregunto, qué diablos está sucediendo; porque vemos gobiernos y partidos políticos saturados de demagogos abusivos analfabetas funcionales, que declaran casi únicamente gruñidos e insultos, al tiempo que sus seguidores les aplauden rabiosamente.

Inclusive en las conversaciones de café saltan a la vista los odios de clase, expresados de una forma que pocos años atrás se consideraba violarían las más mínimas reglas de educación y decoro. A este circo irracional de pasiones no escapan ni la derecha ni la izquierda, demagogia por todos lados.

Tratando de explicar este caos político, social, económico e informativo, lo atribuyo a que la caótica transición del siglo XX al siglo XXI está resultando excesivamente angustiante para mi generación, donde el vértigo de las crisis nos estresa al grado de comportarnos en el día a día, como si estuviéramos coreando desenfrenados a nuestro equipo en un estadio, del deporte que se nos ocurra.

La sucesión interminable de cambios, transformaciones y crisis han rebasado nuestras mejores capacidades para mantener la sensatez y la cordura. La intensidad del estrés aprovecha cualquier oportunidad para descargar en forma intensa y descontrolada nuestras angustias, ante la imposibilidad de poder siquiera imaginar lo que nos espera, ya no digamos en el futuro, sino la próxima semana.