/ martes 21 de mayo de 2019

Maestro, defiende la educación.

“¡Oh!, ¡hombres a dónde os precipitáis afanados por acumular riquezas, al mismo tiempo que descuidáis la educación de vuestros hijos a quienes debéis dejárselas!”: Crates

Sergio Armendáriz Royval

Los responsables primigenios de la educación de los infantes son los padres. Son irremplazables, inalienables e imprescriptibles, no se debe eludir tal afán. Que los aparatos electrónicos, que la tecnología nos rebasó, a los maestros se les exige la total responsabilidad del pésimo estado de la educación pública. Culpan a los agentes educativos de la mala preparación de los docentes y la casi nula participación de los padres en el proceso educativo de sus hijos. Por ley, la rectoría de la educación en nuestra nación corresponde al Estado, lamentablemente al dictador se le hacen más importantes otras áreas de la administración pública que fortalecer la educación. Los países avanzados tienen bien educada a su población, desde la más tierna infancia hasta la vejez.

¡Qué se erradique el tinte de partido político que asfixia a la educación! Se advierte que es más importante generar votos para las próximas elecciones, con políticas asistencialistas que elaborar un gran plan educativo, que incluya los recursos suficientes para educar al pueblo mexicano. Compañeros maestros, arribamos a una época en la que la responsabilidad de la educación debe ser tripartita: Estado, padres y magisterio. Cada sector tiene bien definidos sus escenarios de trabajo. Los padres, el tierno amor, sin mimos, ni abandonos. Están formando el futuro, no autómatas de su autoridad o capricho. Al Estado corresponde lo que claramente le señala la ley, sin doblegarse a los chantajes de las pandillas de pseudoprofesores, que se venden por votos electorales. La rectoría de la educación le corresponde al Estado.

A los maestros, que se preparan, se actualizan y se superan a diario, les corresponde planear, ejecutar, controlar y evaluar su actuación profesional, para que sus discípulos reciban una educación de excelencia. Nuestros alumnos lo merecen.

“¡Oh!, ¡hombres a dónde os precipitáis afanados por acumular riquezas, al mismo tiempo que descuidáis la educación de vuestros hijos a quienes debéis dejárselas!”: Crates

Sergio Armendáriz Royval

Los responsables primigenios de la educación de los infantes son los padres. Son irremplazables, inalienables e imprescriptibles, no se debe eludir tal afán. Que los aparatos electrónicos, que la tecnología nos rebasó, a los maestros se les exige la total responsabilidad del pésimo estado de la educación pública. Culpan a los agentes educativos de la mala preparación de los docentes y la casi nula participación de los padres en el proceso educativo de sus hijos. Por ley, la rectoría de la educación en nuestra nación corresponde al Estado, lamentablemente al dictador se le hacen más importantes otras áreas de la administración pública que fortalecer la educación. Los países avanzados tienen bien educada a su población, desde la más tierna infancia hasta la vejez.

¡Qué se erradique el tinte de partido político que asfixia a la educación! Se advierte que es más importante generar votos para las próximas elecciones, con políticas asistencialistas que elaborar un gran plan educativo, que incluya los recursos suficientes para educar al pueblo mexicano. Compañeros maestros, arribamos a una época en la que la responsabilidad de la educación debe ser tripartita: Estado, padres y magisterio. Cada sector tiene bien definidos sus escenarios de trabajo. Los padres, el tierno amor, sin mimos, ni abandonos. Están formando el futuro, no autómatas de su autoridad o capricho. Al Estado corresponde lo que claramente le señala la ley, sin doblegarse a los chantajes de las pandillas de pseudoprofesores, que se venden por votos electorales. La rectoría de la educación le corresponde al Estado.

A los maestros, que se preparan, se actualizan y se superan a diario, les corresponde planear, ejecutar, controlar y evaluar su actuación profesional, para que sus discípulos reciban una educación de excelencia. Nuestros alumnos lo merecen.