/ sábado 25 de junio de 2022

Mártires jesuitas de la Tarahumara

“No muramos como tristes y cobardes, demos la vida por Jesucristo y su santa ley”

P. Manuel Martínez, jesuita mártir en la Tarahumara

Por: Pbro. Germán Orozco Mora*

La Compañía de Jesús o Jesuitas de México ha celebrado en estos días misa en Polanco,

Ciudad de México, con motivo del asesinato-martirio de dos sacerdotes jesuitas en Cerocahui (Urique) en la sierra chihuahuense de la Tarahumara.

En Polanco se conserva el cráneo del mártir jesuita Gonzalo de Tapia, fundador de la villa de San Miguel de Culiacán, Sinaloa, un 29 de septiembre de 1531.

Expresaba apasionadamente el historiador jesuita José Gutiérrez Casillas en 1988, que el primer trigo sembrado a orillas del río Colorado (1700) fue gracias al padre Kino. Es quizás la razón de que en el noroeste de México: Sonora, Sinaloa, Arizona y Baja California son tan exquisitas las tortillas de harina para acompañar sobre todo las carnes asadas, “si son de harina, ni me las calientes”, dicen.

El crimen de los padres jesuitas de la Tarahumara y del guía de turistas, aunque es inaceptable, es parte de la entrega sacerdotal y de los creyentes. La Compañía de Jesús lleva un registro sencillo de eventos que con el tiempo son un tesoro y constituyen la memoria histórica o martirologio de sacerdotes y laicos que dejan su vida en el servicio al prójimo y a las comunidades.

El cronista jesuítico Gutiérrez Casillas, en su obra inicialmente editada en 1957 bajo el

nombre del padre Decorme y en 1981 bajo el suyo, lo dedica a la provincia jesuítica de México, aunque incluye un mártir de Florida y los de Acatlán de Sinaloa; los tepehuanes

de Durango; los tarahumaras de Chínipas, Chihuahua; los de Sonora, California y los mártires de la expulsión, así como el mártir de la Ciudad de México.

Es afirmativo que el lunes 20 junio de 2022 quedará registrado el martirio de los

padres Javier Campos y César Mora, asesinados a manos del crimen organizado dentro del templo de Cerocahui por narcotraficantes que tienen sometido al Estado mexicano y cerca de la región (Chínipas) que fue denunciada por la periodista Miroslava Breach y que le costó la vida por denunciar no a sus ejecutores sino a los jefes de éstos convertidos en candidatos del PRI en esa ocasión.

En junio de 1650, el jesuita Beudin habría ido al presidio (cuartel militar) de San José del

Parral a denunciar los atropellos que los explotadores españoles cometían contra los tarahumaras en el trabajo, en el trato, en la comunidad. Como en Bachajón, Chiapas (en los setenta), en las misiones de don Samuel Ruiz, los jesuitas tenían que hacerla de gestores ante la Reforma Agraria, para que los caciques no despojaran a los tzotziles y tzeltales, a quienes les dejaban las orillas de los canales para que sembraran, pagándoles unos salarios de miseria por trabajar intensamente desde el canto del gallo hasta el del grillo. Del amanecer al anochecer. Injusticia tras injusticia.

El sacerdote jesuita era el zacatecano padre Miguel Agustín Pro Juárez, martirizado por los

generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Apunta el periodista de Hermosillo, Armando Chávez Camacho, exdirector de El Universal de México, que cuando a Calles le preguntaron por qué mandó fusilar (1928) al padre Pro, si sabía que era inocente, don Plutarco contestó que para pegarle a la Iglesia Católica donde más le dolía, en un jesuita como él. Y al descubrir las actas originales del “Juicio contra el Padre Pro”, se evidenció uno de los elementos más importantes para canonizarlo como mártir: El odio a la fe.

Los jesuitas asesinados en el templo de Cerocahui fueron martirizados por defender al guía

de turistas, agredido por los narcos que controlan impunemente la zona de la Tarahumara de Chihuahua. Y que en su momento, denunció la periodista Miroslava Breach, quien como los padres jesuitas, fue asesinada impunemente.

Uno de los jesuitas martirizados en la Tarahumara Baja o misiones de Chínipas hacia 1680

venía de quejarse y denunciar ante el entonces gobernador de Sonora, los atropellos que sufrían los aborígenes de Guazapares y los varohios (guarijíes), quienes ante la indiferencia de las autoridades coloniales por los abusos de hombres como Nuño de Guzmán, los indios se vengaban asesinando y martirizando a los entregados misioneros.

Y no son sólo los jesuitas o la Compañía de Jesús sino los religiosos franciscanos, dominicos y otras órdenes que también fueron martirizados. En México, de modo especial basta ver los crímenes cometidos por el Estado entre 1917-1935 contra los fieles y los sacerdotes diocesanos de casi toda la República Mexicana.

Y para no ser maniqueos, no hay que olvidar que el Estado Mexicano a través del Ejército también sufrió bajas en las guerras fratricidas de la Revolución, La Cristiada y en su lucha contra el crimen organizado que sigue rebasando a las instituciones como la propia SEDENA en un mundo ajeno a la vida cristiana y sordo a las reglas mínimas de la convivencia humana.

*El autor es sacerdote y periodista; actualmente reside en Mexicali, B.C.

Correo: saeta87@gmail.com

Jesuitas mártires de la Tarahumara

El padre Juan de Fonte hacia 1630 (mártir de los tepehuanes) fue el primer blanco en penetrar la Sierra de Chihuahua, aprendió la lengua de sus moradores y los llamó tarahumares. Ellos se autonombraban rarámuris: los que corren veloces, por los juegos de carreras usados entre ellos y en los que son hábiles.

Estos son los nombres de los jesuitas martirizados en la Sierra Tarahumara:

  1. P. Cornelio Beudin, jesuita de Bélgica, martirizado el 4 de junio de 1650. En Papigochi.

  2. P. Antonio Jácome Basile, jesuita de Bari, Italia, flechado el 3 de marzo de 1652. En Villa Aguilar.

  3. P. Diego Ortiz de Foronda, jesuita de Guadalupe, España, asesinado el 11 de abril de 1690, en Nahuarachic, Yepómera.

  4. P. Manuel Sánchez, sacerdote jesuita (S.J.), de Marchena, España, flechado el 11 de abril de 1690, misionero de Tutuaca.

  5. Padres Julio Pascual y Manuel Martínez, jesuitas martirizados en Chinipas o Tarahumara Baja. Ambos, martirizados el 1 de febrero de 1632; el jesuita Martínez exclamó en el martirio: “No muramos como tristes y cobardes, demos la vida por Jesucristo y su santa ley”.

(Fuente: Mártires jesuitas de la Provincia de México, José Gutiérrez Casillas, S.J., 1981, con información de Germán Orozco Mora).

“No muramos como tristes y cobardes, demos la vida por Jesucristo y su santa ley”

P. Manuel Martínez, jesuita mártir en la Tarahumara

Por: Pbro. Germán Orozco Mora*

La Compañía de Jesús o Jesuitas de México ha celebrado en estos días misa en Polanco,

Ciudad de México, con motivo del asesinato-martirio de dos sacerdotes jesuitas en Cerocahui (Urique) en la sierra chihuahuense de la Tarahumara.

En Polanco se conserva el cráneo del mártir jesuita Gonzalo de Tapia, fundador de la villa de San Miguel de Culiacán, Sinaloa, un 29 de septiembre de 1531.

Expresaba apasionadamente el historiador jesuita José Gutiérrez Casillas en 1988, que el primer trigo sembrado a orillas del río Colorado (1700) fue gracias al padre Kino. Es quizás la razón de que en el noroeste de México: Sonora, Sinaloa, Arizona y Baja California son tan exquisitas las tortillas de harina para acompañar sobre todo las carnes asadas, “si son de harina, ni me las calientes”, dicen.

El crimen de los padres jesuitas de la Tarahumara y del guía de turistas, aunque es inaceptable, es parte de la entrega sacerdotal y de los creyentes. La Compañía de Jesús lleva un registro sencillo de eventos que con el tiempo son un tesoro y constituyen la memoria histórica o martirologio de sacerdotes y laicos que dejan su vida en el servicio al prójimo y a las comunidades.

El cronista jesuítico Gutiérrez Casillas, en su obra inicialmente editada en 1957 bajo el

nombre del padre Decorme y en 1981 bajo el suyo, lo dedica a la provincia jesuítica de México, aunque incluye un mártir de Florida y los de Acatlán de Sinaloa; los tepehuanes

de Durango; los tarahumaras de Chínipas, Chihuahua; los de Sonora, California y los mártires de la expulsión, así como el mártir de la Ciudad de México.

Es afirmativo que el lunes 20 junio de 2022 quedará registrado el martirio de los

padres Javier Campos y César Mora, asesinados a manos del crimen organizado dentro del templo de Cerocahui por narcotraficantes que tienen sometido al Estado mexicano y cerca de la región (Chínipas) que fue denunciada por la periodista Miroslava Breach y que le costó la vida por denunciar no a sus ejecutores sino a los jefes de éstos convertidos en candidatos del PRI en esa ocasión.

En junio de 1650, el jesuita Beudin habría ido al presidio (cuartel militar) de San José del

Parral a denunciar los atropellos que los explotadores españoles cometían contra los tarahumaras en el trabajo, en el trato, en la comunidad. Como en Bachajón, Chiapas (en los setenta), en las misiones de don Samuel Ruiz, los jesuitas tenían que hacerla de gestores ante la Reforma Agraria, para que los caciques no despojaran a los tzotziles y tzeltales, a quienes les dejaban las orillas de los canales para que sembraran, pagándoles unos salarios de miseria por trabajar intensamente desde el canto del gallo hasta el del grillo. Del amanecer al anochecer. Injusticia tras injusticia.

El sacerdote jesuita era el zacatecano padre Miguel Agustín Pro Juárez, martirizado por los

generales Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Apunta el periodista de Hermosillo, Armando Chávez Camacho, exdirector de El Universal de México, que cuando a Calles le preguntaron por qué mandó fusilar (1928) al padre Pro, si sabía que era inocente, don Plutarco contestó que para pegarle a la Iglesia Católica donde más le dolía, en un jesuita como él. Y al descubrir las actas originales del “Juicio contra el Padre Pro”, se evidenció uno de los elementos más importantes para canonizarlo como mártir: El odio a la fe.

Los jesuitas asesinados en el templo de Cerocahui fueron martirizados por defender al guía

de turistas, agredido por los narcos que controlan impunemente la zona de la Tarahumara de Chihuahua. Y que en su momento, denunció la periodista Miroslava Breach, quien como los padres jesuitas, fue asesinada impunemente.

Uno de los jesuitas martirizados en la Tarahumara Baja o misiones de Chínipas hacia 1680

venía de quejarse y denunciar ante el entonces gobernador de Sonora, los atropellos que sufrían los aborígenes de Guazapares y los varohios (guarijíes), quienes ante la indiferencia de las autoridades coloniales por los abusos de hombres como Nuño de Guzmán, los indios se vengaban asesinando y martirizando a los entregados misioneros.

Y no son sólo los jesuitas o la Compañía de Jesús sino los religiosos franciscanos, dominicos y otras órdenes que también fueron martirizados. En México, de modo especial basta ver los crímenes cometidos por el Estado entre 1917-1935 contra los fieles y los sacerdotes diocesanos de casi toda la República Mexicana.

Y para no ser maniqueos, no hay que olvidar que el Estado Mexicano a través del Ejército también sufrió bajas en las guerras fratricidas de la Revolución, La Cristiada y en su lucha contra el crimen organizado que sigue rebasando a las instituciones como la propia SEDENA en un mundo ajeno a la vida cristiana y sordo a las reglas mínimas de la convivencia humana.

*El autor es sacerdote y periodista; actualmente reside en Mexicali, B.C.

Correo: saeta87@gmail.com

Jesuitas mártires de la Tarahumara

El padre Juan de Fonte hacia 1630 (mártir de los tepehuanes) fue el primer blanco en penetrar la Sierra de Chihuahua, aprendió la lengua de sus moradores y los llamó tarahumares. Ellos se autonombraban rarámuris: los que corren veloces, por los juegos de carreras usados entre ellos y en los que son hábiles.

Estos son los nombres de los jesuitas martirizados en la Sierra Tarahumara:

  1. P. Cornelio Beudin, jesuita de Bélgica, martirizado el 4 de junio de 1650. En Papigochi.

  2. P. Antonio Jácome Basile, jesuita de Bari, Italia, flechado el 3 de marzo de 1652. En Villa Aguilar.

  3. P. Diego Ortiz de Foronda, jesuita de Guadalupe, España, asesinado el 11 de abril de 1690, en Nahuarachic, Yepómera.

  4. P. Manuel Sánchez, sacerdote jesuita (S.J.), de Marchena, España, flechado el 11 de abril de 1690, misionero de Tutuaca.

  5. Padres Julio Pascual y Manuel Martínez, jesuitas martirizados en Chinipas o Tarahumara Baja. Ambos, martirizados el 1 de febrero de 1632; el jesuita Martínez exclamó en el martirio: “No muramos como tristes y cobardes, demos la vida por Jesucristo y su santa ley”.

(Fuente: Mártires jesuitas de la Provincia de México, José Gutiérrez Casillas, S.J., 1981, con información de Germán Orozco Mora).