/ sábado 27 de octubre de 2018

Mas si osare

“Mas si osare un extraño enemigo,
profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh patria querida! que el cielo,
un soldado en cada hijo te dio”.



Es la primera estrofa del poema lírico bélico convertido en himno, que celebra las victorias mexicanas en batallas y enaltece importancia de la defensa de la patria; creado por Francisco González Bocanegra y que se transformó en uno de los tres símbolos patrios, junto con el escudo y la bandera.



En su cántico, los coros dan pie a las estrofas que reflejan la situación de constantes conflictos que vivió México en el siglo XIX y que advierten al mundo entero la templanza de los mexicanos para defender a la patria ante cualquier amenaza de los “extraños enemigos” extranjeros.



Pero, ¿quién, en este mundo global, podría ser considerado enemigo de nuestra patria? Muy sencillo, quienes amenacen la soberanía del país, que radica esencialmente en su pueblo. Las grandes organizaciones criminales que trafican con drogas, armas y gente (trata de blancas), de nación en nación y de continente a continente.



¿Serán los hondureños extraños enemigos que osan profanar con su planta el suelo de nuestra patria? Para responder tendríamos que considerar infinidad de agravantes, pero al calce del poema lírico de nuestro Himno Nacional, sí pueden hoy por hoy ser considerados como unos “extraños enemigos”.



Irrumpieron en nuestro país por vía de la violencia. Enarbolado la bandera azul turquesa y blanca de su país, Honduras, a lo largo de todo su recorrido por nuestro territorio y se niegan determinantemente a sujetarse a los procedimientos de asilo y proceso de inmigración que les ofrece el Estado mexicano.



No se trata, por supuesto, de ser inhumanos y desviar la mirada ante la terrible situación económica, social y política por la que huyen de su país, aunque queda la duda si serían capaces de organizarse por sí mismos tan bien, para huir de su país en masa.



Nuestra nación es humana y generosa con los más desprotegidos y los más vulnerables de este mundo globalizado, aunque habría que preguntarnos si el Estado también, pues en México hay 53.4 millones de pobres y no hemos visto que la filantropía oficial se haya hecho cargo de ellos.



Estaremos entonces en posibilidad de asilar y dar socorro a tantos trashumantes que rompieron las barreras limítrofes de nuestro país llevando en sus alforjas sólo difusas ilusiones y esperanzas, las mismas que esos 53.4 millones de mexicanos han tenido desde hace siglos.



La enorme preocupación ronda sobre ¿cómo le va a hacer el Estado mexicano para alimentar y proteger a los inmigrantes hondureños que llegaron a nuestro país, sin despojar de sus esperanzas y anhelos a nuestros indígenas, a nuestros pobres y nuestras futuras generaciones que ya no encuentran cómo sobrevivir en una sociedad terriblemente limitada de oportunidades?



Me pregunto si los hondureños, y los venezolanos, y los demás centroamericanos que decidan sumarse a esta enorme migración, no terminarán atrapados en las garras de la delincuencia organizada; contratados para sobrevivir mediante a delincuencia en un país que no les podrá dar trabajo a todos y al que no le deben lealtad ni respeto, por el que mucho menos sienten patriotismo.



Por eso sugiero, que el Estado mexicano le gane la partida a la delincuencia organizada y en liste inmediatamente, en las fuerzas armadas, a quienes ahora vienen en busca de una oportunidad de trabajo honesto. Que les otorguen la honorable responsabilidad de sumarse al combate de la criminalidad y a los esfuerzos castrenses para otorgar ayuda humanitaria a los nuestros, los que poco o nada tienen.



Sólo es cuestión de algunos cambios ligeros a la ley, a los presupuestos y a la forma de ejercer la política filantrópica de nuestros gobernantes. Sólo así no les abriremos la puerta, ahora o después, a esos “extraños enemigos” que desde 1854 nos alerta nuestro Himno Nacional.



alfredopineraguevara@gmail.com



“Mas si osare un extraño enemigo,
profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh patria querida! que el cielo,
un soldado en cada hijo te dio”.



Es la primera estrofa del poema lírico bélico convertido en himno, que celebra las victorias mexicanas en batallas y enaltece importancia de la defensa de la patria; creado por Francisco González Bocanegra y que se transformó en uno de los tres símbolos patrios, junto con el escudo y la bandera.



En su cántico, los coros dan pie a las estrofas que reflejan la situación de constantes conflictos que vivió México en el siglo XIX y que advierten al mundo entero la templanza de los mexicanos para defender a la patria ante cualquier amenaza de los “extraños enemigos” extranjeros.



Pero, ¿quién, en este mundo global, podría ser considerado enemigo de nuestra patria? Muy sencillo, quienes amenacen la soberanía del país, que radica esencialmente en su pueblo. Las grandes organizaciones criminales que trafican con drogas, armas y gente (trata de blancas), de nación en nación y de continente a continente.



¿Serán los hondureños extraños enemigos que osan profanar con su planta el suelo de nuestra patria? Para responder tendríamos que considerar infinidad de agravantes, pero al calce del poema lírico de nuestro Himno Nacional, sí pueden hoy por hoy ser considerados como unos “extraños enemigos”.



Irrumpieron en nuestro país por vía de la violencia. Enarbolado la bandera azul turquesa y blanca de su país, Honduras, a lo largo de todo su recorrido por nuestro territorio y se niegan determinantemente a sujetarse a los procedimientos de asilo y proceso de inmigración que les ofrece el Estado mexicano.



No se trata, por supuesto, de ser inhumanos y desviar la mirada ante la terrible situación económica, social y política por la que huyen de su país, aunque queda la duda si serían capaces de organizarse por sí mismos tan bien, para huir de su país en masa.



Nuestra nación es humana y generosa con los más desprotegidos y los más vulnerables de este mundo globalizado, aunque habría que preguntarnos si el Estado también, pues en México hay 53.4 millones de pobres y no hemos visto que la filantropía oficial se haya hecho cargo de ellos.



Estaremos entonces en posibilidad de asilar y dar socorro a tantos trashumantes que rompieron las barreras limítrofes de nuestro país llevando en sus alforjas sólo difusas ilusiones y esperanzas, las mismas que esos 53.4 millones de mexicanos han tenido desde hace siglos.



La enorme preocupación ronda sobre ¿cómo le va a hacer el Estado mexicano para alimentar y proteger a los inmigrantes hondureños que llegaron a nuestro país, sin despojar de sus esperanzas y anhelos a nuestros indígenas, a nuestros pobres y nuestras futuras generaciones que ya no encuentran cómo sobrevivir en una sociedad terriblemente limitada de oportunidades?



Me pregunto si los hondureños, y los venezolanos, y los demás centroamericanos que decidan sumarse a esta enorme migración, no terminarán atrapados en las garras de la delincuencia organizada; contratados para sobrevivir mediante a delincuencia en un país que no les podrá dar trabajo a todos y al que no le deben lealtad ni respeto, por el que mucho menos sienten patriotismo.



Por eso sugiero, que el Estado mexicano le gane la partida a la delincuencia organizada y en liste inmediatamente, en las fuerzas armadas, a quienes ahora vienen en busca de una oportunidad de trabajo honesto. Que les otorguen la honorable responsabilidad de sumarse al combate de la criminalidad y a los esfuerzos castrenses para otorgar ayuda humanitaria a los nuestros, los que poco o nada tienen.



Sólo es cuestión de algunos cambios ligeros a la ley, a los presupuestos y a la forma de ejercer la política filantrópica de nuestros gobernantes. Sólo así no les abriremos la puerta, ahora o después, a esos “extraños enemigos” que desde 1854 nos alerta nuestro Himno Nacional.



alfredopineraguevara@gmail.com