/ miércoles 15 de agosto de 2018

Meade no encajaba con la descripción de un presidente tecnócrata (II)

Se hizo popular hace dos décadas, dentro del perfil similar de Ernesto Zedillo o Carlos Salinas; pero en 2018 esta fórmula no pareció ser la favorita de los mexicanos. La segunda derrota del PRI demandaba transformación profunda que pedía una gran devoción al partido y sus personajes, pero sin un retorno a los ciudadanos en el servicio público. Los oídos sordos del PRI están pagando la factura, mientras la política de las calles y las plazas hace su regreso a la arena mexicana. El PRI no llegó en su mejor forma a las elecciones de 2018. La decisión de Peña Nieto de respaldar a Meade para ser el candidato a la presidencia resquebrajó cualquier posibilidad de salir a la carrera fortalecido. Meade nunca ha sido priista. El recelo por su candidatura ocasionó rupturas y evitó el despegue de su campaña. El PRI no estaba convencido de su candidato. El exministro de Hacienda cumplió con los rituales del viejo partido, en su rostro se asomaba cierta duda sobre la vigencia de la formación política. Meade no era del PRI y se notaba. El domingo primero de julio sus famosas estructuras y bases funcionaron como reloj suizo, para atrás y no fue suficiente.

El partido tendrá que repensar su futuro y lo que el mexicano quiere. “Se convocará a una profunda reflexión y analizaremos las razones por las que no merecimos el respaldo ciudadano”, esto lo citó René Juárez Cisneros, anterior dirigente nacional. Aunque la herida es grave, el partido sabrá cómo levantarse y reinventarse. Sus simpatizantes respaldaron la recuperación del gobierno en 2012 y podrían intentarlo en nuestra recuperación en 2024. El PRI no ha muerto, por una noche el dinosaurio no estuvo allí. El ahora presidente electo es un político práctico, y nos preguntamos si los excesos de “practicidad” podrían comprometer el potencial de cambio real de su gobierno; una cosa es no echar en cara esos delitos para llevar la fiesta de la transición en paz y otra hacer elogios innecesarios y contrarios a la verdad, siendo una larga batalla entre lo posible y lo necesario. Millones de ciudadanos somos priistas y estamos con el partido.


Se hizo popular hace dos décadas, dentro del perfil similar de Ernesto Zedillo o Carlos Salinas; pero en 2018 esta fórmula no pareció ser la favorita de los mexicanos. La segunda derrota del PRI demandaba transformación profunda que pedía una gran devoción al partido y sus personajes, pero sin un retorno a los ciudadanos en el servicio público. Los oídos sordos del PRI están pagando la factura, mientras la política de las calles y las plazas hace su regreso a la arena mexicana. El PRI no llegó en su mejor forma a las elecciones de 2018. La decisión de Peña Nieto de respaldar a Meade para ser el candidato a la presidencia resquebrajó cualquier posibilidad de salir a la carrera fortalecido. Meade nunca ha sido priista. El recelo por su candidatura ocasionó rupturas y evitó el despegue de su campaña. El PRI no estaba convencido de su candidato. El exministro de Hacienda cumplió con los rituales del viejo partido, en su rostro se asomaba cierta duda sobre la vigencia de la formación política. Meade no era del PRI y se notaba. El domingo primero de julio sus famosas estructuras y bases funcionaron como reloj suizo, para atrás y no fue suficiente.

El partido tendrá que repensar su futuro y lo que el mexicano quiere. “Se convocará a una profunda reflexión y analizaremos las razones por las que no merecimos el respaldo ciudadano”, esto lo citó René Juárez Cisneros, anterior dirigente nacional. Aunque la herida es grave, el partido sabrá cómo levantarse y reinventarse. Sus simpatizantes respaldaron la recuperación del gobierno en 2012 y podrían intentarlo en nuestra recuperación en 2024. El PRI no ha muerto, por una noche el dinosaurio no estuvo allí. El ahora presidente electo es un político práctico, y nos preguntamos si los excesos de “practicidad” podrían comprometer el potencial de cambio real de su gobierno; una cosa es no echar en cara esos delitos para llevar la fiesta de la transición en paz y otra hacer elogios innecesarios y contrarios a la verdad, siendo una larga batalla entre lo posible y lo necesario. Millones de ciudadanos somos priistas y estamos con el partido.