/ martes 14 de mayo de 2019

Mentir es corrupción

“La mejor manera de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás”. Napoleón


Sin lugar a dudas, en cualquier parte del mundo, son los políticos a quienes se les coloca el sambenito de ser quienes más promesas hacen, pero los que más incumplen. La verdad es que el tirano demagogo no promete nada. Es decir, puede hacer el gesto de prometer, puede pronunciar las palabras, pero no las considera un compromiso, porque se siente por encima de todos y nadie le puede obligar a cumplir con lo que él dice. Bastantes veces somos muy exigentes de los políticos. Estos personajes las utilizan para ofrecerse y venderse a los electores. Nunca votaríamos por ellos si dijesen la verdad tal cual es, si no diesen esa impresión de omnisciencia y omnipotencia que todos sabemos que están muy lejos de poseer. Mentir, acusar, odiar, burlar, ironizar a los enemigos, que no opositores, significa el adueñarse de una verdad virtual muy translúcida que va a utilizar con frecuencia, ya electo, en sus funciones.

Se hace aparecer a la corrupción como la madre de los malos gobiernos y, ciertamente de los incumplimientos de grandes sectores de la población. Olvidan quizá que el mismo tirano promueve a grupos de sus huestes para defender las monstruosidades de su gobernante a cambio de aplaudir y elogiar como lacayos las frases y pensamientos que no se cumplirán jamás.

Para obtener votos, el tirano acudió a un sector que de suyo debe ser respetable e integrado por ciudadanos honrados, para promoverse a cambio de otorgarles el manejo del presupuesto del sector educativo (eterno sueño de Elba Ester). Los maestros son llevados a un escenario de desprestigio y de humillación para abofetear al pueblo con un instrumento legaloide que resultará en una pésima educación pública. Funcionarios de primer y segundo nivel son empoderados no obstante su ignorancia y su ineptitud. ¡Eso es indudablemente corrupción! Mexicanos, nos esperan tiempos de pésimos gobiernos, pagados por nosotros.

“La mejor manera de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás”. Napoleón


Sin lugar a dudas, en cualquier parte del mundo, son los políticos a quienes se les coloca el sambenito de ser quienes más promesas hacen, pero los que más incumplen. La verdad es que el tirano demagogo no promete nada. Es decir, puede hacer el gesto de prometer, puede pronunciar las palabras, pero no las considera un compromiso, porque se siente por encima de todos y nadie le puede obligar a cumplir con lo que él dice. Bastantes veces somos muy exigentes de los políticos. Estos personajes las utilizan para ofrecerse y venderse a los electores. Nunca votaríamos por ellos si dijesen la verdad tal cual es, si no diesen esa impresión de omnisciencia y omnipotencia que todos sabemos que están muy lejos de poseer. Mentir, acusar, odiar, burlar, ironizar a los enemigos, que no opositores, significa el adueñarse de una verdad virtual muy translúcida que va a utilizar con frecuencia, ya electo, en sus funciones.

Se hace aparecer a la corrupción como la madre de los malos gobiernos y, ciertamente de los incumplimientos de grandes sectores de la población. Olvidan quizá que el mismo tirano promueve a grupos de sus huestes para defender las monstruosidades de su gobernante a cambio de aplaudir y elogiar como lacayos las frases y pensamientos que no se cumplirán jamás.

Para obtener votos, el tirano acudió a un sector que de suyo debe ser respetable e integrado por ciudadanos honrados, para promoverse a cambio de otorgarles el manejo del presupuesto del sector educativo (eterno sueño de Elba Ester). Los maestros son llevados a un escenario de desprestigio y de humillación para abofetear al pueblo con un instrumento legaloide que resultará en una pésima educación pública. Funcionarios de primer y segundo nivel son empoderados no obstante su ignorancia y su ineptitud. ¡Eso es indudablemente corrupción! Mexicanos, nos esperan tiempos de pésimos gobiernos, pagados por nosotros.