/ jueves 20 de septiembre de 2018

México: la clave del fracaso, darle gusto a todo el mundo

El domingo 9 de septiembre desde la ciudad de Tepic, capital del estado de Nayarit, ante una populosa audiencia, López Obrador lanzaba uno de las primeras señales de rompimiento de lo que había sido una transición, hasta cierto punto, aterciopelada, con la actual administración y dejaba claro que no podría cumplir con todas las demandas “por la bancarrota en la que se encuentra el país”.

Apenas el 4 de septiembre en Monterrey frente a los poderosos empresarios de aquella industriosa región, les aseguraba que “a pesar de los problemas obvios y naturales de una transición, se estaba dando en armonía, con estabilidad, sin crisis política, ni crisis financiera”, no es lo mismo ser candidato que tener la responsabilidad de la administración y no es lo mismo adecuar el discurso a la audiencia del candidato, que a la audiencia de un presidente, así sea apenas electo. Luego este martes desde La Paz, el presidente electo desacreditaba a los que señalaban su desatino, como “camajanes y prensa fifí” para vilipendiar a aquellos que le señalaban su discurso hecho a la medida de la concurrencia y su falta de congruencia e integridad.

Los cambios de discurso, tan recurrentes durante sus más de doce años de campaña, parece que empiezan a colapsar, tanto el del mismo López Obrador como el de sus principales asesores o secretarios, particularmente de aquellos ya en funciones, que han tenido que venir corrigiendo sus propuestas de campaña, para poderlas adecuar a la realidad; una cosa es querer y con justificada razón, estimular la economía de la frontera con los apoyos señalados de la baja en el IVA al 8%, así como la baja del ISR al 20%, no solamente por lo que esto representa, para los estudiosos de la hacienda pública, como hacer para separar jurídicamente a los contribuyentes del 20% exclusivamente a la zona fronteriza, cualquiera podría ubicar su domicilio fiscal en alguna de la ciudades frontera de nuestro país, pero también por lo que empieza a hacer crisis dentro del gobierno, la falta de dinero para poder cumplir con todas las promesas.

La sola reducción del IVA al 8% en las fronteras podría significar una reducción de 40 mil millones de pesos y la reducción al 20% del ISR podría significar hasta unos 80 mil millones de pesos, señalaba en un tuit Aristóteles Núñez, ex titular del SAT, sumado a las promesas de daciones que haría, como aumentar el pago a los de 65 años y más, a los jóvenes sin estudiar ni trabajar y un largo etc., etc. parecen no cuadrar las cuentas, ni con los 500 mil millones de pesos que dijo que serían ahorrados nada más acabando con la corrupción.

La bancarrota se dará si la nueva administración insiste en seguir con los desorbitantes planes de dádivas, exenciones, pagos por la justificación que sea, o las obras innecesarias como el Tren Maya, tiene que haber alguien que le diga al presidente López Obrador que tiene que elegir, tiene que dar prioridades en base a un plan estratégico, con objetivos muy claros y alcanzables, en el contexto de un plan nacional, con un espacio de tiempo limitado (seis años) y un acceso a dinero finito, aproximadamente 5 billones 250 mil millones de pesos para este año 2018, más nos vale que haga una buena planeación y no nos vayan a salir dentro de tres o seis años que el fracaso y la bancarrota venían del sexenio pasado, “nadie sabe la clave del éxito… pero sí la del fracaso: darle gusto a todo el mundo”.



El domingo 9 de septiembre desde la ciudad de Tepic, capital del estado de Nayarit, ante una populosa audiencia, López Obrador lanzaba uno de las primeras señales de rompimiento de lo que había sido una transición, hasta cierto punto, aterciopelada, con la actual administración y dejaba claro que no podría cumplir con todas las demandas “por la bancarrota en la que se encuentra el país”.

Apenas el 4 de septiembre en Monterrey frente a los poderosos empresarios de aquella industriosa región, les aseguraba que “a pesar de los problemas obvios y naturales de una transición, se estaba dando en armonía, con estabilidad, sin crisis política, ni crisis financiera”, no es lo mismo ser candidato que tener la responsabilidad de la administración y no es lo mismo adecuar el discurso a la audiencia del candidato, que a la audiencia de un presidente, así sea apenas electo. Luego este martes desde La Paz, el presidente electo desacreditaba a los que señalaban su desatino, como “camajanes y prensa fifí” para vilipendiar a aquellos que le señalaban su discurso hecho a la medida de la concurrencia y su falta de congruencia e integridad.

Los cambios de discurso, tan recurrentes durante sus más de doce años de campaña, parece que empiezan a colapsar, tanto el del mismo López Obrador como el de sus principales asesores o secretarios, particularmente de aquellos ya en funciones, que han tenido que venir corrigiendo sus propuestas de campaña, para poderlas adecuar a la realidad; una cosa es querer y con justificada razón, estimular la economía de la frontera con los apoyos señalados de la baja en el IVA al 8%, así como la baja del ISR al 20%, no solamente por lo que esto representa, para los estudiosos de la hacienda pública, como hacer para separar jurídicamente a los contribuyentes del 20% exclusivamente a la zona fronteriza, cualquiera podría ubicar su domicilio fiscal en alguna de la ciudades frontera de nuestro país, pero también por lo que empieza a hacer crisis dentro del gobierno, la falta de dinero para poder cumplir con todas las promesas.

La sola reducción del IVA al 8% en las fronteras podría significar una reducción de 40 mil millones de pesos y la reducción al 20% del ISR podría significar hasta unos 80 mil millones de pesos, señalaba en un tuit Aristóteles Núñez, ex titular del SAT, sumado a las promesas de daciones que haría, como aumentar el pago a los de 65 años y más, a los jóvenes sin estudiar ni trabajar y un largo etc., etc. parecen no cuadrar las cuentas, ni con los 500 mil millones de pesos que dijo que serían ahorrados nada más acabando con la corrupción.

La bancarrota se dará si la nueva administración insiste en seguir con los desorbitantes planes de dádivas, exenciones, pagos por la justificación que sea, o las obras innecesarias como el Tren Maya, tiene que haber alguien que le diga al presidente López Obrador que tiene que elegir, tiene que dar prioridades en base a un plan estratégico, con objetivos muy claros y alcanzables, en el contexto de un plan nacional, con un espacio de tiempo limitado (seis años) y un acceso a dinero finito, aproximadamente 5 billones 250 mil millones de pesos para este año 2018, más nos vale que haga una buena planeación y no nos vayan a salir dentro de tres o seis años que el fracaso y la bancarrota venían del sexenio pasado, “nadie sabe la clave del éxito… pero sí la del fracaso: darle gusto a todo el mundo”.