/ martes 18 de junio de 2019

México, república federal (I)

“El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás”. Plutarco

Sergio Armendáriz Royval

El héroe del federalismo mexicano fue Miguel Ramos Arizpe, originario de Coahuila, diputado las Cortes de Cádiz y defensor de la independencia de la Nueva España, porque todavía no existía México. Desde luego que los que buscaban separarse de España, que estaba convertida en una monarquía constitucional, tras la rebelión del general Rafael del Riego, temían la aplicación de la constitución liberal de Cádiz de 1812, y no querían a una España liberal. Urdieron conspiraciones con el alto clero, con terratenientes feudales y militares que no fueran masones. La más importante fue la del templo de La Profesa, donde Matías Monteagudo y el canónigo Bataller, enemigos acérrimos de la independencia, en 1821 eran partidarios de la separación de España, para preservar sus posiciones de privilegio y sus canonjías. Con los sabios consejos de la Güera Rodríguez, amante de altos dignatarios eclesiásticos y militares, les propuso al delincuente de las tropas realistas: Agustín de Iturbide, para encabezar militarmente el movimiento de “independencia” de los conjurados de La Profesa.

Iturbide fue comisionado a atacar a Vicente Guerrero, empero, este genuino insurgente lo derrotó en tres batallas y el cobarde de Agustín lo invitó a platicar, para consumar la independencia. En Acatempan se reunieron y acordaron juntar sus tropas y el 24 de febrero de 1824 firmaron el Plan de Iguala. Juntos atacarían a las tropas españolas y aceptarían a los militares que los apoyaran. Se denominó “Ejército Trigarante”, que quedó al mando del propio Iturbide. Jefes realistas y algunos insurgentes de integraron a esta fuerza. Con la demagogia iturbidista, lograron convencer al nuevo virrey Juan de O’ Donojú, en Orizaba, Veracruz, y aceptó los términos de la independencia de la colonia. El 27 de septiembre de 1821 entró finalmente a la Ciudad de México el ejército Trigarante. La reacción estaba en el poder, y con un empujón hicieron emperador al ambicioso Agustín de Iturbide. Los terratenientes, el clero y los militares realistas estaban felices. México era suyo.

“El odio es una tendencia a aprovechar todas las ocasiones para perjudicar a los demás”. Plutarco

Sergio Armendáriz Royval

El héroe del federalismo mexicano fue Miguel Ramos Arizpe, originario de Coahuila, diputado las Cortes de Cádiz y defensor de la independencia de la Nueva España, porque todavía no existía México. Desde luego que los que buscaban separarse de España, que estaba convertida en una monarquía constitucional, tras la rebelión del general Rafael del Riego, temían la aplicación de la constitución liberal de Cádiz de 1812, y no querían a una España liberal. Urdieron conspiraciones con el alto clero, con terratenientes feudales y militares que no fueran masones. La más importante fue la del templo de La Profesa, donde Matías Monteagudo y el canónigo Bataller, enemigos acérrimos de la independencia, en 1821 eran partidarios de la separación de España, para preservar sus posiciones de privilegio y sus canonjías. Con los sabios consejos de la Güera Rodríguez, amante de altos dignatarios eclesiásticos y militares, les propuso al delincuente de las tropas realistas: Agustín de Iturbide, para encabezar militarmente el movimiento de “independencia” de los conjurados de La Profesa.

Iturbide fue comisionado a atacar a Vicente Guerrero, empero, este genuino insurgente lo derrotó en tres batallas y el cobarde de Agustín lo invitó a platicar, para consumar la independencia. En Acatempan se reunieron y acordaron juntar sus tropas y el 24 de febrero de 1824 firmaron el Plan de Iguala. Juntos atacarían a las tropas españolas y aceptarían a los militares que los apoyaran. Se denominó “Ejército Trigarante”, que quedó al mando del propio Iturbide. Jefes realistas y algunos insurgentes de integraron a esta fuerza. Con la demagogia iturbidista, lograron convencer al nuevo virrey Juan de O’ Donojú, en Orizaba, Veracruz, y aceptó los términos de la independencia de la colonia. El 27 de septiembre de 1821 entró finalmente a la Ciudad de México el ejército Trigarante. La reacción estaba en el poder, y con un empujón hicieron emperador al ambicioso Agustín de Iturbide. Los terratenientes, el clero y los militares realistas estaban felices. México era suyo.