/ martes 2 de julio de 2019

México, república federal (III)

“Cualquier poder, si no se basa en la unión es débil”. La Fontaine


Al iniciar su vida independiente, tuvo su primer golpe de Estado, los conservadores, con apoyo de grupos populares de la Ciudad de México, en una algarada, al grito de “¡Viva Agustín I!”, provocaron una revuelta que los partidarios de Iturbide aprovecharon para coronarlo emperador y, en ceremonia solemne, se le impuso la corona. Las verdaderas revoluciones implican un severo cambio en la forma de ejercer el poder. Los criollos liberales, los insurgentes y una buena parte del pueblo, rechazaron la monarquía espuria de Iturbide. Se exigía la convocatoria al Congreso Constituyente, mientras Iturbide y sus cortesanos huyeron al extranjero (Italia). A principios del año 1823 se iniciaron las sesiones y su primer punto fue declarar traidor a la patria a Iturbide.

Las discusiones del congreso se centraron en la determinación del Poder Judicial y su “independencia” del Ejecutivo y del Legislativo (desde entonces). También los liberales encabezados por el ilustre liberal Miguel Ramos Arizpe, en mayoría, votaron por el sistema federal, semejante al de EU. Los conservadores encabezados por fray Servando Teresa de Mier presentaron dura lucha a favor del sistema unitario central, al final, fueron derrotados. La nueva república se integró con 19 estados, cuatro territorios y el Distrito Federal, en la Ciudad de México. La nueva constitución fue publicada del 4 de octubre de 1824. Estableció que todos los mexicanos eran iguales ante la ley, la intolerancia religiosa y conservaba los fueros clerical y militar. En pocas palabras, este adefesio de constitución no permitía la muerte del sistema colonial y, tampoco el nacimiento del niño liberal que anhelaban los antiguos insurgentes y los liberales. Se eligió como presidente de la república al general Guadalupe Victoria y como vicepresidente al general Nicolás Bravo.

México heredó una deuda externa de España de 245 millones de pesos y el primer banco que ofreció un préstamo al gobierno recién nacido fue un británico, por un monto de 24 millones de pesos, de los que sólo recibió 16.5 millones. Usted sabe, amable lector, los intereses y demás beneficios financieros (como hoy) al acreedor.


“Cualquier poder, si no se basa en la unión es débil”. La Fontaine


Al iniciar su vida independiente, tuvo su primer golpe de Estado, los conservadores, con apoyo de grupos populares de la Ciudad de México, en una algarada, al grito de “¡Viva Agustín I!”, provocaron una revuelta que los partidarios de Iturbide aprovecharon para coronarlo emperador y, en ceremonia solemne, se le impuso la corona. Las verdaderas revoluciones implican un severo cambio en la forma de ejercer el poder. Los criollos liberales, los insurgentes y una buena parte del pueblo, rechazaron la monarquía espuria de Iturbide. Se exigía la convocatoria al Congreso Constituyente, mientras Iturbide y sus cortesanos huyeron al extranjero (Italia). A principios del año 1823 se iniciaron las sesiones y su primer punto fue declarar traidor a la patria a Iturbide.

Las discusiones del congreso se centraron en la determinación del Poder Judicial y su “independencia” del Ejecutivo y del Legislativo (desde entonces). También los liberales encabezados por el ilustre liberal Miguel Ramos Arizpe, en mayoría, votaron por el sistema federal, semejante al de EU. Los conservadores encabezados por fray Servando Teresa de Mier presentaron dura lucha a favor del sistema unitario central, al final, fueron derrotados. La nueva república se integró con 19 estados, cuatro territorios y el Distrito Federal, en la Ciudad de México. La nueva constitución fue publicada del 4 de octubre de 1824. Estableció que todos los mexicanos eran iguales ante la ley, la intolerancia religiosa y conservaba los fueros clerical y militar. En pocas palabras, este adefesio de constitución no permitía la muerte del sistema colonial y, tampoco el nacimiento del niño liberal que anhelaban los antiguos insurgentes y los liberales. Se eligió como presidente de la república al general Guadalupe Victoria y como vicepresidente al general Nicolás Bravo.

México heredó una deuda externa de España de 245 millones de pesos y el primer banco que ofreció un préstamo al gobierno recién nacido fue un británico, por un monto de 24 millones de pesos, de los que sólo recibió 16.5 millones. Usted sabe, amable lector, los intereses y demás beneficios financieros (como hoy) al acreedor.