/ martes 3 de julio de 2018

México y su lugar en la historia

“El hombre que no se preocupa de su pasado merece no tener porvenir”.

Wilde



El recorrido histórico de nuestra nación es milenario, rico y creador de una gran cultura. Las enseñanzas de la historia nos permiten penetrar en el desarrollo socioeconómico y cultural de quienes nos antecedieron. Miles de años transcurrieron con movimientos y corrientes de pueblos que se fueron asentando en nuestro país. Todos fueron dejando testimonios de sus actividades de supervivencia, desde la economía de apropiación directa, es decir, caza, pesca y recolección, hasta la domesticación del maíz. De los regímenes de la barbarie se pasó a la civilización (“civilis”, ciudad). Surgieron aldeas en las zonas lacustres, a orillas de los ríos y a la vera de los manantiales.

La geografía mexicana fue un reto enorme, para vencer ríos, montañas, barrancas, selvas, pantanos, con frecuentes terremotos, inundaciones, huracanes, sequías, que, desde luego, probaron la creatividad y la capacidad de los grupos humanos que fueron arribando y lucharon para asentarse en diversas zonas del país. Nuestros ancestros tuvieron un signo: su laboriosidad, de la nada crearon todo, y nos dejaron testimonio de sus moradas, adoratorios, tumbas, centros ceremoniales (que posteriormente destruyeron los invasores españoles) y una cosmovisión del mundo y de la vida muy diferente de la que les fue impuesta por los hispanos.

Aun hoy día se descubren restos de las grandes civilizaciones mesoamericanas que enriquecen ese pretérito ignoto que causa asombro a propios y extraños. Que no nos transfundan las teorías de los antiguos astronautas que tanto transmiten en canales de televisión del Imperio. Conformamos un pueblo que debe sentirse orgulloso de su heredad histórica, nos toca consolidar e incrementar lo creado. Nada fue casualidad, al contrario, nuestro progreso no se debe encapsular con nefastos fines facciosos y mesiánicos, que pretenden desinformarnos de nuestro desarrollo histórico social. Constituimos una gran nación entre todos, somos un pueblo mestizo que necesita y debe buscar dentro de la enorme diversidad, la unidad, para fortalecer el sendero al desarrollo y al progreso. En un mundo agresivo con el capitalismo salvaje, hemos salido adelante y así debemos continuar. Nadie puede arrogarse la palanca divina de los avances mexicanos


“El hombre que no se preocupa de su pasado merece no tener porvenir”.

Wilde



El recorrido histórico de nuestra nación es milenario, rico y creador de una gran cultura. Las enseñanzas de la historia nos permiten penetrar en el desarrollo socioeconómico y cultural de quienes nos antecedieron. Miles de años transcurrieron con movimientos y corrientes de pueblos que se fueron asentando en nuestro país. Todos fueron dejando testimonios de sus actividades de supervivencia, desde la economía de apropiación directa, es decir, caza, pesca y recolección, hasta la domesticación del maíz. De los regímenes de la barbarie se pasó a la civilización (“civilis”, ciudad). Surgieron aldeas en las zonas lacustres, a orillas de los ríos y a la vera de los manantiales.

La geografía mexicana fue un reto enorme, para vencer ríos, montañas, barrancas, selvas, pantanos, con frecuentes terremotos, inundaciones, huracanes, sequías, que, desde luego, probaron la creatividad y la capacidad de los grupos humanos que fueron arribando y lucharon para asentarse en diversas zonas del país. Nuestros ancestros tuvieron un signo: su laboriosidad, de la nada crearon todo, y nos dejaron testimonio de sus moradas, adoratorios, tumbas, centros ceremoniales (que posteriormente destruyeron los invasores españoles) y una cosmovisión del mundo y de la vida muy diferente de la que les fue impuesta por los hispanos.

Aun hoy día se descubren restos de las grandes civilizaciones mesoamericanas que enriquecen ese pretérito ignoto que causa asombro a propios y extraños. Que no nos transfundan las teorías de los antiguos astronautas que tanto transmiten en canales de televisión del Imperio. Conformamos un pueblo que debe sentirse orgulloso de su heredad histórica, nos toca consolidar e incrementar lo creado. Nada fue casualidad, al contrario, nuestro progreso no se debe encapsular con nefastos fines facciosos y mesiánicos, que pretenden desinformarnos de nuestro desarrollo histórico social. Constituimos una gran nación entre todos, somos un pueblo mestizo que necesita y debe buscar dentro de la enorme diversidad, la unidad, para fortalecer el sendero al desarrollo y al progreso. En un mundo agresivo con el capitalismo salvaje, hemos salido adelante y así debemos continuar. Nadie puede arrogarse la palanca divina de los avances mexicanos