/ sábado 30 de noviembre de 2019

Miedo social

En una clase para alumnos del último semestre de Derecho en una universidad de prestigio, traté sobre la visión de un sacerdote católico sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Conviene señalar que la profesora titular ha estado invitando a ministros de diversas denominaciones religiosas.

Entre los puntos que traté apareció el de si al Estado le compete realizar una labor moralizante con sus súbditos. Desde mi punto de vista todos estamos comprometidos en esa labor que es una de las más importantes desde todos los puntos de vista, pero entendiendo que el Estado no ha de sentirse el principal responsable de ello.

Nota: El Estado, las empresas particulares, las instituciones religiosas, los medios de comunicación, las escuelas, y todas las instituciones, al igual que todos los individuos ayudamos en el mantenimiento de una sociedad con principios morales —quizá sin darnos cuenta de ello— a través de nuestra forma de actuar. Es fundamental, por lo tanto, la coherencia en la que nuestra conducta se adecúa a los principios que predicamos. Sin embargo, no debemos perder de vista que, por encima de todos los arriba mencionados, está la familia.

En el momento actual constatamos un enorme desconcierto en gran parte de la población provocado por la incertidumbre que presenta el panorama nacional e internacional. Mucha gente se siente insegura y, por lo tanto, temerosa; entre otras cosas, por la falta de cohesión de los mexicanos. Tal parece que las diversas brechas que dividen el tejido social se están haciendo más anchas y profundas.

Son evidentes las faltas de madurez e imprudencia que saturan las redes sociales. Pareciera que cada día se reduce nuestra capacidad de escucha y tolerancia. Esta actitud negativa destruye la unidad que como país necesitamos. Los mexicanos hemos demostrado en muchas ocasiones que podemos trabajar juntos por una causa noble, como lo hacemos ante los desastres naturales.

Resulta imprescindible fomentar actitudes positivas y respetuosas por el bien de todos, pues vamos en el mismo barco. En estos días escuché una frase que viene muy al caso: “Hay personas que van sembrando primaveras”. Ojalá todos lo hiciéramos.

www.padrealejandro.org

En una clase para alumnos del último semestre de Derecho en una universidad de prestigio, traté sobre la visión de un sacerdote católico sobre las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Conviene señalar que la profesora titular ha estado invitando a ministros de diversas denominaciones religiosas.

Entre los puntos que traté apareció el de si al Estado le compete realizar una labor moralizante con sus súbditos. Desde mi punto de vista todos estamos comprometidos en esa labor que es una de las más importantes desde todos los puntos de vista, pero entendiendo que el Estado no ha de sentirse el principal responsable de ello.

Nota: El Estado, las empresas particulares, las instituciones religiosas, los medios de comunicación, las escuelas, y todas las instituciones, al igual que todos los individuos ayudamos en el mantenimiento de una sociedad con principios morales —quizá sin darnos cuenta de ello— a través de nuestra forma de actuar. Es fundamental, por lo tanto, la coherencia en la que nuestra conducta se adecúa a los principios que predicamos. Sin embargo, no debemos perder de vista que, por encima de todos los arriba mencionados, está la familia.

En el momento actual constatamos un enorme desconcierto en gran parte de la población provocado por la incertidumbre que presenta el panorama nacional e internacional. Mucha gente se siente insegura y, por lo tanto, temerosa; entre otras cosas, por la falta de cohesión de los mexicanos. Tal parece que las diversas brechas que dividen el tejido social se están haciendo más anchas y profundas.

Son evidentes las faltas de madurez e imprudencia que saturan las redes sociales. Pareciera que cada día se reduce nuestra capacidad de escucha y tolerancia. Esta actitud negativa destruye la unidad que como país necesitamos. Los mexicanos hemos demostrado en muchas ocasiones que podemos trabajar juntos por una causa noble, como lo hacemos ante los desastres naturales.

Resulta imprescindible fomentar actitudes positivas y respetuosas por el bien de todos, pues vamos en el mismo barco. En estos días escuché una frase que viene muy al caso: “Hay personas que van sembrando primaveras”. Ojalá todos lo hiciéramos.

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