/ jueves 27 de junio de 2019

Migrantes

“La vida es un país extranjero”

- Jack Kerouac -

Si le buscan, muchos encontrarán en su núcleo familiar a alguien que la vida lo adjetivó como “migrante”; su papá, su mamá, sus abuelos o bisabuelos que por alguna razón dejaron o tuvieron que dejar su país natal para adentrarse en un territorio desconocido y realizar su historia de vida; ¿tenían derecho?, por supuesto que sí. En mi caso no tengo que buscar mucho, mi progenitora es una catalana del mero Barcelona que a sus 86 años sigue amando a México como desde el primer día en que pisó suelo azteca, sus motivos (mismos que agradezco se hayan dado) ya los platicaré en otra ocasión.

La migración española hacia nuestro país cuando concluía el siglo XIX fortaleció en gran medida la economía mexicana ya que los españoles que llegaron no lo hicieron esperando que les regalaran nada, por el contrario, abrieron panaderías, zapaterías, tienda de abarrotes y otros pequeños comercios; también participaron en la manufactura y la agricultura ganándose el respeto de la población que los recibió.

Para 1939 el presidente Lázaro Cárdenas, conocedor del conflicto armado español y del éxodo de republicanos, recibió en nuestro país a un importante grupo de migrantes españoles aplicando una política que permitió su ingreso y su rápida inserción a la vida económica de la nación. Maestros, intelectuales, industriales y artistas de la llamada “madre patria” desarrollaron sus conocimientos en México y con ello acrecentaron el dinamismo económico–cultural de aquellos tiempos.

Hoy en día, con enormes diferencias en cuanto a sus condiciones, miles de centroamericanos están migrando de sus países en la búsqueda de un mejor mañana, unos siguen firmes para adentrarse a los Estados Unidos y otros se han quedado en México. Aquí en Chihuahua es cada vez más común ver a hondureños o salvadoreños en las calles de la ciudad, casi todos solicitando ayuda a los automovilistas, unos sí les dan y otros cierran las ventanillas del auto con cierta desconfianza, una desconfianza que debido al caos general es hasta cierto punto entendible.

Nuestro país es un extenso territorio para apoyar a quien así lo requiera sin importar la nacionalidad, es verdad, pero también es cierto que los gobiernos y la sociedad tienen que encaminarse en apoyar para que ningún habitante abandone su tierra natal. Ande pues.

“La vida es un país extranjero”

- Jack Kerouac -

Si le buscan, muchos encontrarán en su núcleo familiar a alguien que la vida lo adjetivó como “migrante”; su papá, su mamá, sus abuelos o bisabuelos que por alguna razón dejaron o tuvieron que dejar su país natal para adentrarse en un territorio desconocido y realizar su historia de vida; ¿tenían derecho?, por supuesto que sí. En mi caso no tengo que buscar mucho, mi progenitora es una catalana del mero Barcelona que a sus 86 años sigue amando a México como desde el primer día en que pisó suelo azteca, sus motivos (mismos que agradezco se hayan dado) ya los platicaré en otra ocasión.

La migración española hacia nuestro país cuando concluía el siglo XIX fortaleció en gran medida la economía mexicana ya que los españoles que llegaron no lo hicieron esperando que les regalaran nada, por el contrario, abrieron panaderías, zapaterías, tienda de abarrotes y otros pequeños comercios; también participaron en la manufactura y la agricultura ganándose el respeto de la población que los recibió.

Para 1939 el presidente Lázaro Cárdenas, conocedor del conflicto armado español y del éxodo de republicanos, recibió en nuestro país a un importante grupo de migrantes españoles aplicando una política que permitió su ingreso y su rápida inserción a la vida económica de la nación. Maestros, intelectuales, industriales y artistas de la llamada “madre patria” desarrollaron sus conocimientos en México y con ello acrecentaron el dinamismo económico–cultural de aquellos tiempos.

Hoy en día, con enormes diferencias en cuanto a sus condiciones, miles de centroamericanos están migrando de sus países en la búsqueda de un mejor mañana, unos siguen firmes para adentrarse a los Estados Unidos y otros se han quedado en México. Aquí en Chihuahua es cada vez más común ver a hondureños o salvadoreños en las calles de la ciudad, casi todos solicitando ayuda a los automovilistas, unos sí les dan y otros cierran las ventanillas del auto con cierta desconfianza, una desconfianza que debido al caos general es hasta cierto punto entendible.

Nuestro país es un extenso territorio para apoyar a quien así lo requiera sin importar la nacionalidad, es verdad, pero también es cierto que los gobiernos y la sociedad tienen que encaminarse en apoyar para que ningún habitante abandone su tierra natal. Ande pues.