/ jueves 17 de diciembre de 2020

Muerte en tiempos de Covid-19

De acuerdo con el Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) (https://covid19.healthdata.org/mexico?view=total-deaths&tab=trend) se estima, con tendencia a la alza, que para el 1 de abril de 2021 las muertes por Covid-19 en México serán de unos 161,579 personas, convirtiéndose, eventualmente, en la primera causa de muerte en México, sin considerar el agregado (sindemia) de la popular neumonía atípica. Esto nos enfrenta, como sociedad, a algo parecido a una danza macabra medieval. Para quienes tengan conocidos que hayan fallecido a causa de esta pandemia pronto surgirá la sensación de que no tenemos control de nada.

Podemos ser víctimas o testigos de muertes inesperadas. No haber llevado al hospital a quien llevaba semanas resfriado con un 90% de oxímetro y que, eventualmente, falleció de neumonía atípica, creará, inevitablemente, sentimientos de culpabilidad que hay que descartar. Un médico muy competente puede recetar multitud de medicamentos con la esperanza de atenuar la acción destructiva del virus, cuando los síntomas ya han aparecido y el daño se ha extendido, pero probablemente debilite el sistema inmunológico frente a enfermedades oportunistas.

Para el médico, la enfermedad es nueva, y para el paciente, no siempre será fácil anticipar la enfermedad para recuperarse a tiempo si no es posible hacerse con frecuencia pruebas serológicas o PCR antes de que los síntomas se revelen. El sentimiento de impotencia es real. Nos lleva a pensar en renovar nuestra piedad, finiquitar pendientes, acercarnos (nosotros y el enfermo) al sacerdote o a la fe, y aceptar el luto (que no es igual para todos). Y si la muerte se hace presente, siempre que el duelo lo permita, hay que mantenerse ocupados, pues la soledad no es buena compañera.

Algo que se descuida son los gastos generados por enfermedades, sepelios o herencias. Por lo anterior, vale la pena conocer la (SIAB-VIDA), Solicitud de búsqueda de Asegurados y Beneficiarios de Seguros de Vida (https://www.condusef.gob.mx/?p=contenido&idc=1333&idcat=1). Un buen número de seguros se queda sin cobrar porque los titulares no informan a sus familiares que los compraron o porque el asegurado no sabía que estaban empaquetados en su tarjeta de crédito, era una prestación del trabajo, iban con el recibo del teléfono o en cualquier otro producto extraño.

Cierto. Quienes han vivido plenamente, por lo regular, no tienen miedo a morir. Adultos o no, muchas veces saben que están muriendo, porque su cuerpo o el rostro de sus familiares se los dicen. Pero cuando el momento se acerca, en especial para las personas de edad, tal vez lo más sensible no sea buscar mejores medicinas o doctores, sino estar al lado del enfermo, darle apoyo personal y levantarle algunas prohibiciones. Con todo, nunca será fácil ayudar a una persona querida a aceptar y prepararse para la muerte, en especial si está embarazada, es joven o niño.

Sentir y mostrar el cariño, dar lugar a la esperanza, más que las palabras, tal vez, sea la forma de infundir fuerza a los que lloran y valor al enfermo, cuando la muerte no se puede ni se debe evitar, y consolar a los que aún se quedan con la esperanza de la vida venidera. agusperezr@hotmail.com

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De acuerdo con el Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) (https://covid19.healthdata.org/mexico?view=total-deaths&tab=trend) se estima, con tendencia a la alza, que para el 1 de abril de 2021 las muertes por Covid-19 en México serán de unos 161,579 personas, convirtiéndose, eventualmente, en la primera causa de muerte en México, sin considerar el agregado (sindemia) de la popular neumonía atípica. Esto nos enfrenta, como sociedad, a algo parecido a una danza macabra medieval. Para quienes tengan conocidos que hayan fallecido a causa de esta pandemia pronto surgirá la sensación de que no tenemos control de nada.

Podemos ser víctimas o testigos de muertes inesperadas. No haber llevado al hospital a quien llevaba semanas resfriado con un 90% de oxímetro y que, eventualmente, falleció de neumonía atípica, creará, inevitablemente, sentimientos de culpabilidad que hay que descartar. Un médico muy competente puede recetar multitud de medicamentos con la esperanza de atenuar la acción destructiva del virus, cuando los síntomas ya han aparecido y el daño se ha extendido, pero probablemente debilite el sistema inmunológico frente a enfermedades oportunistas.

Para el médico, la enfermedad es nueva, y para el paciente, no siempre será fácil anticipar la enfermedad para recuperarse a tiempo si no es posible hacerse con frecuencia pruebas serológicas o PCR antes de que los síntomas se revelen. El sentimiento de impotencia es real. Nos lleva a pensar en renovar nuestra piedad, finiquitar pendientes, acercarnos (nosotros y el enfermo) al sacerdote o a la fe, y aceptar el luto (que no es igual para todos). Y si la muerte se hace presente, siempre que el duelo lo permita, hay que mantenerse ocupados, pues la soledad no es buena compañera.

Algo que se descuida son los gastos generados por enfermedades, sepelios o herencias. Por lo anterior, vale la pena conocer la (SIAB-VIDA), Solicitud de búsqueda de Asegurados y Beneficiarios de Seguros de Vida (https://www.condusef.gob.mx/?p=contenido&idc=1333&idcat=1). Un buen número de seguros se queda sin cobrar porque los titulares no informan a sus familiares que los compraron o porque el asegurado no sabía que estaban empaquetados en su tarjeta de crédito, era una prestación del trabajo, iban con el recibo del teléfono o en cualquier otro producto extraño.

Cierto. Quienes han vivido plenamente, por lo regular, no tienen miedo a morir. Adultos o no, muchas veces saben que están muriendo, porque su cuerpo o el rostro de sus familiares se los dicen. Pero cuando el momento se acerca, en especial para las personas de edad, tal vez lo más sensible no sea buscar mejores medicinas o doctores, sino estar al lado del enfermo, darle apoyo personal y levantarle algunas prohibiciones. Con todo, nunca será fácil ayudar a una persona querida a aceptar y prepararse para la muerte, en especial si está embarazada, es joven o niño.

Sentir y mostrar el cariño, dar lugar a la esperanza, más que las palabras, tal vez, sea la forma de infundir fuerza a los que lloran y valor al enfermo, cuando la muerte no se puede ni se debe evitar, y consolar a los que aún se quedan con la esperanza de la vida venidera. agusperezr@hotmail.com

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