/ jueves 10 de junio de 2021

Negociación sin futuro

Andrés Manuel López Obrador (AMLO), aunque sea muy costoso para el país, no quiere ni desea alcanzar una solución que sea mutuamente satisfactoria para él y la iniciativa privada o sociedad civil, aun si se le ofreciera una Negociación Basada en Intereses (NBI), o negociación de colaboración o integradora, como la llaman los autores Sergio Guillén, Franklin Paniagua y Randall Arias. ¿Qué razonamiento justifica nuestro supuesto? AMLO con frecuencia ha anunciado que no cambiará de estrategia y no busca identificar los problemas ni alternativas de solución de forma conjunta.

Se diría que no le interesa generar un nuevo pastel más grande que satisfaga lo que todos necesitan. En vez de eso, se enfoca en dividir un pastel limitado. El modo discrecional y arbitrario de compartir e interpretar los datos, según coincida con sus intereses, hace a AMLO incapaz de promover información correcta con cualquier grupo o persona con quien tenga conflicto para construir, en conjunto, alternativas de solución. En este caso, el Gobierno encabezado por él no ha sido ejemplo de apertura ni creador de confianza. Y esto sigue afectando a futuras negociaciones.

Es lo que el modelo de Walton y McKersie llamaría patrón de relación de competición extrema, donde se busca derrotar o aniquilar a la otra parte, no sin cierto regusto de saña y odio, negándole toda legitimidad y produciendo extrema desconfianza. AMLO puede no tener claras sus necesidades, las motivaciones de la otra parte y los factores que entorpecen la búsqueda de soluciones aceptables a ambos, o tal vez sea una fatal combinación de todas ellas, lo que puede llevarnos a creer que no es un liderazgo seguro ni para los pobres ni para nadie, lo que resulta grave.

Negociar basados en ideologías nos llevará a olvidar que tratamos con seres humanos. Las distintas fuerzas de izquierda detrás de AMLO, según su perfil de radicalidad, en mayor o menor grado, siempre se inclinarán a ver a los otros como voceros abstractos de la contraparte. Su doctrina siempre preferirá ser inhumana, que perder su esencia, porque confunden a la persona con el problema. Un oficio económico, ya sea artesanal o empresarial, nunca sustituirá la mezcla sutil de los intereses religiosos, morales, filosóficos y familiares que todos compartimos.

A lo anterior no ayuda mucho la técnica del presidente de una comunicación sin compromisos realistas y las alternativas si no se cumplen. A todas luces, tampoco AMLO ha considerado sus perfiles de riesgo o posibles resultados de su gestión como presidente si no llega a acuerdos. Esto hace esenciales las dependencias que miden desempeño como el Coneval. Si la mejor alternativa de AMLO, al no llegar a un acuerdo con la sociedad civil y la iniciativa privada, es dañar al país, no podemos esperar que este sexenio termine mejor de como empezó. agusperezr@hotmail.com

Andrés Manuel López Obrador (AMLO), aunque sea muy costoso para el país, no quiere ni desea alcanzar una solución que sea mutuamente satisfactoria para él y la iniciativa privada o sociedad civil, aun si se le ofreciera una Negociación Basada en Intereses (NBI), o negociación de colaboración o integradora, como la llaman los autores Sergio Guillén, Franklin Paniagua y Randall Arias. ¿Qué razonamiento justifica nuestro supuesto? AMLO con frecuencia ha anunciado que no cambiará de estrategia y no busca identificar los problemas ni alternativas de solución de forma conjunta.

Se diría que no le interesa generar un nuevo pastel más grande que satisfaga lo que todos necesitan. En vez de eso, se enfoca en dividir un pastel limitado. El modo discrecional y arbitrario de compartir e interpretar los datos, según coincida con sus intereses, hace a AMLO incapaz de promover información correcta con cualquier grupo o persona con quien tenga conflicto para construir, en conjunto, alternativas de solución. En este caso, el Gobierno encabezado por él no ha sido ejemplo de apertura ni creador de confianza. Y esto sigue afectando a futuras negociaciones.

Es lo que el modelo de Walton y McKersie llamaría patrón de relación de competición extrema, donde se busca derrotar o aniquilar a la otra parte, no sin cierto regusto de saña y odio, negándole toda legitimidad y produciendo extrema desconfianza. AMLO puede no tener claras sus necesidades, las motivaciones de la otra parte y los factores que entorpecen la búsqueda de soluciones aceptables a ambos, o tal vez sea una fatal combinación de todas ellas, lo que puede llevarnos a creer que no es un liderazgo seguro ni para los pobres ni para nadie, lo que resulta grave.

Negociar basados en ideologías nos llevará a olvidar que tratamos con seres humanos. Las distintas fuerzas de izquierda detrás de AMLO, según su perfil de radicalidad, en mayor o menor grado, siempre se inclinarán a ver a los otros como voceros abstractos de la contraparte. Su doctrina siempre preferirá ser inhumana, que perder su esencia, porque confunden a la persona con el problema. Un oficio económico, ya sea artesanal o empresarial, nunca sustituirá la mezcla sutil de los intereses religiosos, morales, filosóficos y familiares que todos compartimos.

A lo anterior no ayuda mucho la técnica del presidente de una comunicación sin compromisos realistas y las alternativas si no se cumplen. A todas luces, tampoco AMLO ha considerado sus perfiles de riesgo o posibles resultados de su gestión como presidente si no llega a acuerdos. Esto hace esenciales las dependencias que miden desempeño como el Coneval. Si la mejor alternativa de AMLO, al no llegar a un acuerdo con la sociedad civil y la iniciativa privada, es dañar al país, no podemos esperar que este sexenio termine mejor de como empezó. agusperezr@hotmail.com