/ lunes 28 de marzo de 2022

No es no

Mujeres: dejemos a un lado la estrategia del sólo resistir y seamos las mal portadas Porque… ¿Desde cuándo un maestro, director o jefe cree que ser autoridad le da permiso de abusar, hostigar, violarnos y hasta matarnos? Desde siempre…

Recientemente en Chihuahua se han visibilizado en escuelas de varios niveles, desde primaria hasta la universidad, casos de acoso, abuso, hostigamiento y hasta violación de mujeres y niñas. Pero el “escándalo” no proviene de este hecho, sino de las manifestaciones o movimientos que las propias alumnas hacen para denunciar y hacer público el tema porque ya aprendimos que ante el poder una voz no es suficiente, pues ese poder sigue funcionando como una forma de sometimiento.

Es muy común que aquellas personas que desempeñan puestos que les confieren cierto poder, abusen de eso para cometer delitos. El acoso, el hostigamiento y hasta la violación o el feminicidio son algunos de ellos. El que un profesor piense y se crea con el derecho a acosar a sus alumnas, sabiendo que no le pasará nada porque tiene ese poder, habla de un sistema que en la práctica lo tolera, aunque en el discurso lo condene.

En las últimas dos décadas, la Secretaría de Educación Pública y las autoridades educativas de los estados acumularon al menos 5,110 casos con denuncias de abuso sexual solamente en planteles de preescolar, primaria y secundaria de escuelas públicas y privadas del país. En 2017, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ubicó a México en el primer lugar mundial en violencia sexual contra menores de 14 años de edad, con 4.5 millones de víctimas sólo en ese año. De ese número, apenas el 2% de los casos se denuncian.

La realidad, los “números” están muy claros y nos hablan, nos gritan que este sistema sigue siendo misógino, que tiene un dispositivo integrado cargado de estereotipos, cosificaciones y objetivaciones de lo que se supone debemos ser las mujeres, y que debemos de construirlo todas desde nuestras trincheras.

Muchas mujeres sabemos que denunciar ante la autoridad un abuso, hostigamiento e inclusive violación no es “suficiente”, no es garantía de nada porque casi siempre se queda en la oscuridad de una oficina de quien nada dirá ni hará tampoco, porque lo primero que pensará es si yo lo provoqué, si yo por mi forma de vestir lo incité, y en caso que nos crea, cómo podría “comprobarlo”.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, durante 2020 se registraron un total de 5 mil 3 casos de abuso sexual, donde Chihuahua se coloca en el segundo lugar nacional con 602 casos; mientras que por el delito de violación, esta cifra asciende a 257 casos, colocándonos en cuarto lugar.

En esta reconfiguración de las relaciones de poder, se debe continuar reformando la norma y en el caso de Chihuahua, hacer que cuando suceda una violación y exista una relación asimétrica de poder, ésta se considere un agravante.

Hoy, hemos logrado dejar atrás esos dichos populares que están cargados de estereotipos como aquel que decían nuestras madres o abuelas: “mujeres juntas, sólo difuntas”; es más, hemos logrado rehacerlo por el icónico: “no estamos solas porque nos tenemos a nosotras”. Y lo es porque no se trata sólo de cambiar unas palabras por otras, se trata de romper con eso que hemos “normalizado”, se trata pues, no de sólo resistir, sino de juntas actuar y juntas ser libres.


Mujeres: dejemos a un lado la estrategia del sólo resistir y seamos las mal portadas Porque… ¿Desde cuándo un maestro, director o jefe cree que ser autoridad le da permiso de abusar, hostigar, violarnos y hasta matarnos? Desde siempre…

Recientemente en Chihuahua se han visibilizado en escuelas de varios niveles, desde primaria hasta la universidad, casos de acoso, abuso, hostigamiento y hasta violación de mujeres y niñas. Pero el “escándalo” no proviene de este hecho, sino de las manifestaciones o movimientos que las propias alumnas hacen para denunciar y hacer público el tema porque ya aprendimos que ante el poder una voz no es suficiente, pues ese poder sigue funcionando como una forma de sometimiento.

Es muy común que aquellas personas que desempeñan puestos que les confieren cierto poder, abusen de eso para cometer delitos. El acoso, el hostigamiento y hasta la violación o el feminicidio son algunos de ellos. El que un profesor piense y se crea con el derecho a acosar a sus alumnas, sabiendo que no le pasará nada porque tiene ese poder, habla de un sistema que en la práctica lo tolera, aunque en el discurso lo condene.

En las últimas dos décadas, la Secretaría de Educación Pública y las autoridades educativas de los estados acumularon al menos 5,110 casos con denuncias de abuso sexual solamente en planteles de preescolar, primaria y secundaria de escuelas públicas y privadas del país. En 2017, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) ubicó a México en el primer lugar mundial en violencia sexual contra menores de 14 años de edad, con 4.5 millones de víctimas sólo en ese año. De ese número, apenas el 2% de los casos se denuncian.

La realidad, los “números” están muy claros y nos hablan, nos gritan que este sistema sigue siendo misógino, que tiene un dispositivo integrado cargado de estereotipos, cosificaciones y objetivaciones de lo que se supone debemos ser las mujeres, y que debemos de construirlo todas desde nuestras trincheras.

Muchas mujeres sabemos que denunciar ante la autoridad un abuso, hostigamiento e inclusive violación no es “suficiente”, no es garantía de nada porque casi siempre se queda en la oscuridad de una oficina de quien nada dirá ni hará tampoco, porque lo primero que pensará es si yo lo provoqué, si yo por mi forma de vestir lo incité, y en caso que nos crea, cómo podría “comprobarlo”.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, durante 2020 se registraron un total de 5 mil 3 casos de abuso sexual, donde Chihuahua se coloca en el segundo lugar nacional con 602 casos; mientras que por el delito de violación, esta cifra asciende a 257 casos, colocándonos en cuarto lugar.

En esta reconfiguración de las relaciones de poder, se debe continuar reformando la norma y en el caso de Chihuahua, hacer que cuando suceda una violación y exista una relación asimétrica de poder, ésta se considere un agravante.

Hoy, hemos logrado dejar atrás esos dichos populares que están cargados de estereotipos como aquel que decían nuestras madres o abuelas: “mujeres juntas, sólo difuntas”; es más, hemos logrado rehacerlo por el icónico: “no estamos solas porque nos tenemos a nosotras”. Y lo es porque no se trata sólo de cambiar unas palabras por otras, se trata de romper con eso que hemos “normalizado”, se trata pues, no de sólo resistir, sino de juntas actuar y juntas ser libres.