/ jueves 5 de noviembre de 2020

Nobel de Literatura 2020



“Lo bueno de los premios es que te aportan nuevos lectores”: Javier Moro

Nueva York siempre estará presente, aunque no la conozcamos, la ciudad más poblada del vecino país del norte custodiada por el arte, la música, el movimiento bursátil, la arquitectura, la moda y los rascacielos, en donde muchos hemos deseado estar en algún momento de nuestra vida y entender porque Frank Sinatra y Liza Minnelli gozaban cada vez que entonaban la melodía compuesta por John Kander y Fred Ebb sobre la gran ciudad que nunca duerme, que custodió al extraviado niño Macaulay Culkin en la segunda versión de la taquillera película “Mi pobre angelito” y que el “príncipe de la canción” la recordaba como aquella hermosa cascada de luz.

En esta gran metrópoli nació hace 77 años la poeta Louise Glück, autora de “Averno”, obra donde nos presenta sus poemas más intranquilos y salvajes que dejan entrever un presente envuelto entre la angustia y el desconsuelo; poseedora de una bella voz inconfundible que les inyecta a sus poemas esa dosis de emoción que entusiasma hasta la plenitud al receptor de sus palabras. En 1993 Glück fue galardonada con el premio Pulitzer de poesía por su libro “El iris salvaje”, su primera obra traducida al castellano y con un contenido de palabras cuidadosamente seleccionadas que le han sido avaladas por importantes plumas latinoamericanas.

A inicios de octubre de este pandémico 2020 desde Estocolmo, Suecia, llegó la noticia de que Glück, quien derrocha su enseñanza en la prestigiada Universidad de Yale, fue la seleccionada por la academia para obtener el Premio Nobel de Literatura; desde hoy su tinta será motivo de conversación en las mesas (virtuales) de poesía.

Una mujer estadounidense que escribe sobre la familia, sobre la vida y la muerte, sobre ese camino tenebroso que conduce a la oscuridad y que ve a las letras como una venganza contra las circunstancias es motivo de alegría en estos momentos de estrés y desesperación donde las vicisitudes de una pandemia de origen asiático nos tienen enclaustrados en nuestras casas. La poesía con su ritmo rompe barreras de toda índole, nos toma de la mano y experimenta un común denominador para quien la escucha, nos hace sensibles, amorosos, nos permite recordar o darnos cuenta que existe la belleza, que las estrellas siguen brillando para todos cada noche. Neruda la contemplaba sin rostro pero que a través de las ramas de la noche lo tocaba, lo acariciaba y Gabriel Celaya desde la posguerra española sostenía que la poesía era un arma cargada de futuro.

En estos tiempos en los que pareciera que los valores esenciales del ser humano están encontrando el camino de la dispersión, los premios Nobel representan una esperanza de integridad, de decencia, de alegría por la vida y sin lugar a dudas significan un aliciente para los jóvenes que desde ahora construyen el futuro de un mundo que los requiere, que los necesita para que le echen una mano. Seguro que sí.

Secretario de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

aruedam@hotmail.com




“Lo bueno de los premios es que te aportan nuevos lectores”: Javier Moro

Nueva York siempre estará presente, aunque no la conozcamos, la ciudad más poblada del vecino país del norte custodiada por el arte, la música, el movimiento bursátil, la arquitectura, la moda y los rascacielos, en donde muchos hemos deseado estar en algún momento de nuestra vida y entender porque Frank Sinatra y Liza Minnelli gozaban cada vez que entonaban la melodía compuesta por John Kander y Fred Ebb sobre la gran ciudad que nunca duerme, que custodió al extraviado niño Macaulay Culkin en la segunda versión de la taquillera película “Mi pobre angelito” y que el “príncipe de la canción” la recordaba como aquella hermosa cascada de luz.

En esta gran metrópoli nació hace 77 años la poeta Louise Glück, autora de “Averno”, obra donde nos presenta sus poemas más intranquilos y salvajes que dejan entrever un presente envuelto entre la angustia y el desconsuelo; poseedora de una bella voz inconfundible que les inyecta a sus poemas esa dosis de emoción que entusiasma hasta la plenitud al receptor de sus palabras. En 1993 Glück fue galardonada con el premio Pulitzer de poesía por su libro “El iris salvaje”, su primera obra traducida al castellano y con un contenido de palabras cuidadosamente seleccionadas que le han sido avaladas por importantes plumas latinoamericanas.

A inicios de octubre de este pandémico 2020 desde Estocolmo, Suecia, llegó la noticia de que Glück, quien derrocha su enseñanza en la prestigiada Universidad de Yale, fue la seleccionada por la academia para obtener el Premio Nobel de Literatura; desde hoy su tinta será motivo de conversación en las mesas (virtuales) de poesía.

Una mujer estadounidense que escribe sobre la familia, sobre la vida y la muerte, sobre ese camino tenebroso que conduce a la oscuridad y que ve a las letras como una venganza contra las circunstancias es motivo de alegría en estos momentos de estrés y desesperación donde las vicisitudes de una pandemia de origen asiático nos tienen enclaustrados en nuestras casas. La poesía con su ritmo rompe barreras de toda índole, nos toma de la mano y experimenta un común denominador para quien la escucha, nos hace sensibles, amorosos, nos permite recordar o darnos cuenta que existe la belleza, que las estrellas siguen brillando para todos cada noche. Neruda la contemplaba sin rostro pero que a través de las ramas de la noche lo tocaba, lo acariciaba y Gabriel Celaya desde la posguerra española sostenía que la poesía era un arma cargada de futuro.

En estos tiempos en los que pareciera que los valores esenciales del ser humano están encontrando el camino de la dispersión, los premios Nobel representan una esperanza de integridad, de decencia, de alegría por la vida y sin lugar a dudas significan un aliciente para los jóvenes que desde ahora construyen el futuro de un mundo que los requiere, que los necesita para que le echen una mano. Seguro que sí.

Secretario de la Asociación de Editorialistas de Chihuahua

aruedam@hotmail.com