/ viernes 13 de diciembre de 2019

Nos urge

Hace años me contaron esta horrible historia. El sujeto en cuestión era un policía judicial, quien —aunque les pueda parecer inaudito a algunos— era un hombre honrado y con espíritu de servicio a la comunidad, tanto así que dedicaba horas de sus tiempos libres a trabajar como instructor en la Sección de Juventud de la Cruz Roja Mexicana, donde enseñaba primeros auxilios y labores sociales a niños y adolescentes. Pues resultó que un desafortunado día estaba cumpliendo con sus labores de investigación en un barrio popular muy conflictivo buscando, con dos compañeros policías, a unos delincuentes. Para su desgracia, fueron descubiertos por gente que pudo reconocerlos y que comenzaron a gritar: “Estos desgraciados trataron de robarse a unas niñas”. De inmediato, salieron a las calles decenas de personas que les cerraron el paso, los golpearon y los quemaron vivos.

Este tipo de sucesos son posibles debido a las conductas irracionales que se desencadenan en los grupos, puesto que las masas no tienen conciencia y hacen que los individuos actúen desmedidamente al dejarse llevar por las pasiones. Se dan por ciertas las suposiciones sobre la culpabilidad sin que pueda mediar la razón y los órganos de justicia basados en pruebas contundentes.

Solemos escuchar: Libertad, derechos, injusticia, patriarcado, imperialismo, ratas, exigimos, feministas, violador, igualdad, popular, unidad, socialismo, independencia, clase trabajadora, hay que rebelarse, fuera…, revolución, desigualdades, derechas, izquierdas, abusos, violencia, inconformes, ya basta, mueran… y muchas otras por el estilo, que, en sí, no tienen por qué ser negativas…

Todas estas expresiones suelen ir reforzadas con adjetivos ofensivos para poder alterar aún más las pasiones, sin importar si algunas veces su aplicación va más allá de una explosión del estado de ánimo, y se convierten en auténticas calumnias; es decir, mentiras, o por lo menos inexactitudes al servicio de la injusticia. Tenemos aquí los componentes que, mezclados, pueden hacer una potente bomba.

Nos urge la serenidad que nos permita razonar y dialogar en un clima de respeto para sacar a flote este barco en el que todos estamos metidos.

www.padrealejandro.org

Hace años me contaron esta horrible historia. El sujeto en cuestión era un policía judicial, quien —aunque les pueda parecer inaudito a algunos— era un hombre honrado y con espíritu de servicio a la comunidad, tanto así que dedicaba horas de sus tiempos libres a trabajar como instructor en la Sección de Juventud de la Cruz Roja Mexicana, donde enseñaba primeros auxilios y labores sociales a niños y adolescentes. Pues resultó que un desafortunado día estaba cumpliendo con sus labores de investigación en un barrio popular muy conflictivo buscando, con dos compañeros policías, a unos delincuentes. Para su desgracia, fueron descubiertos por gente que pudo reconocerlos y que comenzaron a gritar: “Estos desgraciados trataron de robarse a unas niñas”. De inmediato, salieron a las calles decenas de personas que les cerraron el paso, los golpearon y los quemaron vivos.

Este tipo de sucesos son posibles debido a las conductas irracionales que se desencadenan en los grupos, puesto que las masas no tienen conciencia y hacen que los individuos actúen desmedidamente al dejarse llevar por las pasiones. Se dan por ciertas las suposiciones sobre la culpabilidad sin que pueda mediar la razón y los órganos de justicia basados en pruebas contundentes.

Solemos escuchar: Libertad, derechos, injusticia, patriarcado, imperialismo, ratas, exigimos, feministas, violador, igualdad, popular, unidad, socialismo, independencia, clase trabajadora, hay que rebelarse, fuera…, revolución, desigualdades, derechas, izquierdas, abusos, violencia, inconformes, ya basta, mueran… y muchas otras por el estilo, que, en sí, no tienen por qué ser negativas…

Todas estas expresiones suelen ir reforzadas con adjetivos ofensivos para poder alterar aún más las pasiones, sin importar si algunas veces su aplicación va más allá de una explosión del estado de ánimo, y se convierten en auténticas calumnias; es decir, mentiras, o por lo menos inexactitudes al servicio de la injusticia. Tenemos aquí los componentes que, mezclados, pueden hacer una potente bomba.

Nos urge la serenidad que nos permita razonar y dialogar en un clima de respeto para sacar a flote este barco en el que todos estamos metidos.

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