/ domingo 29 de noviembre de 2020

Noviembre 25: poco que conmemorar


Erradicar la violencia contra niñas y mujeres pasa por una enorme agenda, tan diversa, densa y prácticamente abandonada que pareciera inalcanzable; se han dado pequeños y lentos pasos, un viacrucis sin fin, trata de personas, sometimiento, castraciones, esclavitud sexual, lesiones, matrimonios forzados, trueque, prostitución, hasta llegar al feminicidio, luego la indiferencia y después, el olvido, un número en la estadística.

Los esfuerzos de organismos internacionales y domésticos en los países, se nos presentan sólo como una carta de buenas intenciones, porque los avances prácticamente son nulos; con tristeza vemos cómo se organizan foros, se escriben artículos, informes, signan tratados o convenciones, se establecen compromisos para generar legislaciones, políticas públicas y campañas de concientización que de poco han servido.

Debemos puntualizar este terrible panorama, replantearnos que esas insuficiencias son motivo para cambiar el enfoque; desde lo cultural, trabajar con los hombres para modificar las masculinidades violentas y tóxicas, educación escolarizada, terapias tanto a agresores como a víctimas; robustecer a las instituciones y programas enfocados a estas causas, dotar de mayores presupuestos, implementar sistemas de información y seguimiento a nivel central y desde lo local, empoderar económica, social y políticamente a las mujeres, asegurar una forma más acelerada de recuperar terreno; no bastan las buenas intenciones, los textos excelsos en la legislación, cuando todo eso se pierde en el terreno del hogar, de una calle oscura, de la indiferencia y maltrato de las burocracias, de la fría sombra de un cementerio o en las lágrimas de familiares que no encontraron un cuerpo.

Los avances que las mujeres en diversos ámbitos hemos logrado deben ser impulso y motivo para continuar; gobernantes, legisladoras, servidoras públicas, luchadoras sociales, artistas, maestras, periodistas, doctoras, enfermeras, abogadas, amas de casa, obreras, todas trabajando duro, esforzándonos al doble, dejando en claro que podemos, con preparación y ahínco, salir adelante, rescatar y fortalecer a otras mujeres; es apasionante ver cómo desde esas trincheras, muchas veces tocando fondo, se ha logrado resurgir para transformarse en mujeres nuevas, dejando huellas fuertes, transmitiendo a otras fuerza y vigor.

A pesar de tantos obstáculos, de limitantes socioculturales que parecieran fijarnos un destino doméstico de sometimiento y otras formas de disminuirnos, para muchas eso no es opción; debe reconocerse que además de dar vida, la mujer forma familias y con ello sociedades, engrandece desde sus aportes, por eso nos duele el maltrato y ser sobajadas, nos revelamos ante esas injusticias y disparidades, incluso hemos tenido que manifestarnos de manera violenta en interminables y angustiosas marchas para hacernos visibles.

Cantemos himnos de lucha y de victoria, logremos que las mujeres no seamos una fecha, mudas respuestas de gobiernos, rescatemos los valores femeninos para que las niñas y jóvenes tengan una vida distinta; que seamos respetadas, que nuestras voces se escuchen con fuerza, no acalladas, nuestros derechos promovidos y garantizados, que seamos amadas, no asesinadas.



Erradicar la violencia contra niñas y mujeres pasa por una enorme agenda, tan diversa, densa y prácticamente abandonada que pareciera inalcanzable; se han dado pequeños y lentos pasos, un viacrucis sin fin, trata de personas, sometimiento, castraciones, esclavitud sexual, lesiones, matrimonios forzados, trueque, prostitución, hasta llegar al feminicidio, luego la indiferencia y después, el olvido, un número en la estadística.

Los esfuerzos de organismos internacionales y domésticos en los países, se nos presentan sólo como una carta de buenas intenciones, porque los avances prácticamente son nulos; con tristeza vemos cómo se organizan foros, se escriben artículos, informes, signan tratados o convenciones, se establecen compromisos para generar legislaciones, políticas públicas y campañas de concientización que de poco han servido.

Debemos puntualizar este terrible panorama, replantearnos que esas insuficiencias son motivo para cambiar el enfoque; desde lo cultural, trabajar con los hombres para modificar las masculinidades violentas y tóxicas, educación escolarizada, terapias tanto a agresores como a víctimas; robustecer a las instituciones y programas enfocados a estas causas, dotar de mayores presupuestos, implementar sistemas de información y seguimiento a nivel central y desde lo local, empoderar económica, social y políticamente a las mujeres, asegurar una forma más acelerada de recuperar terreno; no bastan las buenas intenciones, los textos excelsos en la legislación, cuando todo eso se pierde en el terreno del hogar, de una calle oscura, de la indiferencia y maltrato de las burocracias, de la fría sombra de un cementerio o en las lágrimas de familiares que no encontraron un cuerpo.

Los avances que las mujeres en diversos ámbitos hemos logrado deben ser impulso y motivo para continuar; gobernantes, legisladoras, servidoras públicas, luchadoras sociales, artistas, maestras, periodistas, doctoras, enfermeras, abogadas, amas de casa, obreras, todas trabajando duro, esforzándonos al doble, dejando en claro que podemos, con preparación y ahínco, salir adelante, rescatar y fortalecer a otras mujeres; es apasionante ver cómo desde esas trincheras, muchas veces tocando fondo, se ha logrado resurgir para transformarse en mujeres nuevas, dejando huellas fuertes, transmitiendo a otras fuerza y vigor.

A pesar de tantos obstáculos, de limitantes socioculturales que parecieran fijarnos un destino doméstico de sometimiento y otras formas de disminuirnos, para muchas eso no es opción; debe reconocerse que además de dar vida, la mujer forma familias y con ello sociedades, engrandece desde sus aportes, por eso nos duele el maltrato y ser sobajadas, nos revelamos ante esas injusticias y disparidades, incluso hemos tenido que manifestarnos de manera violenta en interminables y angustiosas marchas para hacernos visibles.

Cantemos himnos de lucha y de victoria, logremos que las mujeres no seamos una fecha, mudas respuestas de gobiernos, rescatemos los valores femeninos para que las niñas y jóvenes tengan una vida distinta; que seamos respetadas, que nuestras voces se escuchen con fuerza, no acalladas, nuestros derechos promovidos y garantizados, que seamos amadas, no asesinadas.