Cuando se conoce de una noticia acerca de acoso sexual, laboral, discriminación por motivos de género, violencia doméstica o incluso feminicidio -tan comunes, tan normales, tan cotidianas, vaya, tan parte de la vida diaria-, seguramente hemos escuchado decir: “Ellas se lo buscaron”, “fue resultado de un crimen pasional”, “algo habrá hecho”, “eran novios y ella lo había dejado”. Y NO, NO, NO es así. Al justificar la violencia nos convertimos en agentes no sólo pasivos, sino permisivos de ella. La responsabilidad es de todos. Y yo, yo acepto un mea culpa que me corresponde.
Que en 2016 en México, de los 46.5 millones de mujeres de más de 15 años que viven en el país, 30.7 millones haya enfrentado violencia de cualquier tipo (emocional, físico, sexual o económico) no hace de este abuso algo “normal”, nos indica patrones arraigados de una sociedad enferma y “anormal”.
Que México éste por encima de la tasa mundial de feminicidios, es decir, 3.2 crímenes por cada 100 mil mujeres, NO, NO es “normal”.
Que Chihuahua sea uno de los dos estados con la tasa más alta en feminicidios en 2016; que seamos el estado con el nivel más alto al llegar en 2010 a 32.8 feminicidios por cada 100 mil mujeres, colocándonos con ello en el nivel más alto de la historia del país, NO, tampoco es “normal”.
Que con tales antecedentes en Chihuahua, Luz Estela Castro, la otrora defensora de los derechos de las mujeres, la que aparentemente estaba del lado de las víctimas, hoy sea la victimaria y ejecutora de violencia de género en contra de una legisladora, además de ejercer un puesto con autoritarismo, NO, NO es normal, ni es aceptable. El oficialismo se tragó el activismo con una dosis alta de clientelismo. Por todo esto, TIME´S UP, el tiempo se acabó.
A todo lo anterior, también asumo un mea culpa porque a pesar de haber participado en todas las trincheras que se me han presentado a lo largo de mi experiencia, tales como una normatividad para erradicar la violencia en contra de las mujeres, NO, NO fue suficiente, porque el trabajo no termina ahí, mejor dicho, el trabajo inicia ahí.
Porque para “desnormalizar” esa cotidianidad tuve que ser víctima, tuve que padecer el feminicidio de mi madre, vivir en carne propia las “justificaciones” de las autoridades, quienes, en vez de investigar, buscar y encontrar a mi madre, prefirieron “juzgar” porque ella se había ido y porque al decirlo así, ella fue la culpable de su muerte, como las miles de mujeres que son asesinadas no sólo en Chihuahua, sino en México y en el mundo.
El mea culpa es porque nada será suficiente mientras los feminicidios sigan siendo justificados, tolerados e ignorados; mientras se acose sexualmente a las mujeres en la calle, en la casa, en el trabajo; mientras la brecha salarial continúe; mientras nos siga pareciendo normal ver a 20 secretarios de gobierno y sólo una secretaria; mientras nada cambie: mea culpa.
Ese comité que se formó en Estados Unidos a raíz de la denuncia de decenas de mujeres en Hollywood de acosos sexuales, tiene el objetivo de realizar una estrategia integral para abordar causas y problemas de paridad y poder, es sólo un inicio porque el tiempo se ha acabado. ¿Qué necesitamos en México para asumir y darnos cuenta de que, en nuestro caso, el tiempo acabó hace ya un tiempo?
Hoy me uno, repito y hago para que el TIME´S UP sea contagioso y concienticemos desde nuestras palabras hasta nuestros actos que la violencia en contra de las mujeres, el acoso sexual y laboral, la inequidad salarial y de oportunidades, NO, NO son normales, y NO, tampoco son culpa de nosotras.
lilia.aguilargil.2015@gmail.com