/ miércoles 1 de noviembre de 2017

Otomíes: Según el inframundo y supramundo (I de II)

En México, cada región tiene sus propias tradiciones, sus propios usos y costumbres. Pero si hay una tradición que encontramos en cada uno de ellos, es la celebración del Día de Muertos. En la que cada familia se prepara para recibir a las almas de los seres queridos que han abandonado esta vida. No sólo es hablar del 2 de noviembre, fecha que la Iglesia Católica marcó como Día de los Fieles Difuntos; significa hablar de misticismo, simbología, raíces prehispánicas, altares, ofrendas, historia, de los últimos días de octubre y los primeros de noviembre.

En este año es buen momento para hablar de lo que representa, el origen que hemos olvidado, las actividades que enmarcan la tradición más grande de México. Donde la muerte toma a la vez sentido solemne, religioso y festivo. El paso de la vida a la muerte, momento emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso burlarse de ella. México es un país rico en cultura y tradiciones, uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la vida y la muerte, tradiciones y creencias que giran en torno a ellas. Tradición que encontramos en cada uno de ellos es la festividad del Día de Muertos. En la que cada familia se prepara para recibir a las almas de nuestros seres queridos que abandonaron esta vida.

Los orígenes de la celebración del Día de Muertos son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registros en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones desde la época precolombina. Entre pueblos prehispánicos era la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el nacimiento. El festival del Día de Muertos se conmemora el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la “Dama de la Muerte” (La Catrina, personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictiantecuhtli, Señor de la Tierra de los Muertos. Festividades dedicadas a la celebración de niños y las vidas de parientes fallecidos.

Esta actividad tenía un principio, la reunión familiar para dar bienvenida a las ánimas, colocar altares y ofrendas, visitar el cementerio y arreglar las tumbas, asistir a oficios religiosos, despedir a visitantes y sentarse a la mesa para compartir alimentos, que tras haber sido levantada la ofrenda, perdieron su aroma y sabor, pues los difuntos se han llevado su esencia. Las almas de los niños regresan el día primero de noviembre, y las almas de los adultos regresan el dos de noviembre. Los símbolos comunes del Día de Muertos son calacas; cráneos que los celebrantes representan con máscaras. Las calaveras de dulce tienen inscritos los nombres de difuntos en la frente, son consumidas por parientes o amigos. Otros platillos especiales del Día de Muertos incluyen al pan de muerto, panecillo dulce hecho a base de huevo que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas, cráneos y conejos.

Cuenta la tradición que las ánimas llegan en orden a las doce horas de cada día, siendo lo más generalizado: 28 de octubre, día en que se recibe a los que murieron en accidente y nunca pudieron llegar a su destino, o bien, que tuvieron una muerte repentina y violenta; 29 de octubre a los ahogados; 30 de octubre las ánimas solas y olvidadas, que no tienen familiares que los recuerden, huérfanos y criminales; 31 de octubre los limbos, que nunca nacieron o no recibieron el bautismo; 1 de noviembre los niños, también referidos como “angelitos” y 2 de noviembre a los muertos adultos.

En México, cada región tiene sus propias tradiciones, sus propios usos y costumbres. Pero si hay una tradición que encontramos en cada uno de ellos, es la celebración del Día de Muertos. En la que cada familia se prepara para recibir a las almas de los seres queridos que han abandonado esta vida. No sólo es hablar del 2 de noviembre, fecha que la Iglesia Católica marcó como Día de los Fieles Difuntos; significa hablar de misticismo, simbología, raíces prehispánicas, altares, ofrendas, historia, de los últimos días de octubre y los primeros de noviembre.

En este año es buen momento para hablar de lo que representa, el origen que hemos olvidado, las actividades que enmarcan la tradición más grande de México. Donde la muerte toma a la vez sentido solemne, religioso y festivo. El paso de la vida a la muerte, momento emblemático que ha causado admiración, temor e incertidumbre a través de la historia. Por muchos años, en diversas culturas se han generado creencias en torno a la muerte que han logrado desarrollar ritos y tradiciones ya sea para venerarla, honrarla, espantarla e incluso burlarse de ella. México es un país rico en cultura y tradiciones, uno de los principales aspectos que conforman su identidad como nación es la concepción que se tiene sobre la vida y la muerte, tradiciones y creencias que giran en torno a ellas. Tradición que encontramos en cada uno de ellos es la festividad del Día de Muertos. En la que cada familia se prepara para recibir a las almas de nuestros seres queridos que abandonaron esta vida.

Los orígenes de la celebración del Día de Muertos son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registros en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones desde la época precolombina. Entre pueblos prehispánicos era la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el nacimiento. El festival del Día de Muertos se conmemora el noveno mes del calendario solar mexica, cerca del inicio de agosto, durante un mes completo. Las festividades eran presididas por la diosa Mictecacíhuatl, conocida como la “Dama de la Muerte” (La Catrina, personaje de José Guadalupe Posada) y esposa de Mictiantecuhtli, Señor de la Tierra de los Muertos. Festividades dedicadas a la celebración de niños y las vidas de parientes fallecidos.

Esta actividad tenía un principio, la reunión familiar para dar bienvenida a las ánimas, colocar altares y ofrendas, visitar el cementerio y arreglar las tumbas, asistir a oficios religiosos, despedir a visitantes y sentarse a la mesa para compartir alimentos, que tras haber sido levantada la ofrenda, perdieron su aroma y sabor, pues los difuntos se han llevado su esencia. Las almas de los niños regresan el día primero de noviembre, y las almas de los adultos regresan el dos de noviembre. Los símbolos comunes del Día de Muertos son calacas; cráneos que los celebrantes representan con máscaras. Las calaveras de dulce tienen inscritos los nombres de difuntos en la frente, son consumidas por parientes o amigos. Otros platillos especiales del Día de Muertos incluyen al pan de muerto, panecillo dulce hecho a base de huevo que se hornea en diferentes figuras, desde simples formas redondas, cráneos y conejos.

Cuenta la tradición que las ánimas llegan en orden a las doce horas de cada día, siendo lo más generalizado: 28 de octubre, día en que se recibe a los que murieron en accidente y nunca pudieron llegar a su destino, o bien, que tuvieron una muerte repentina y violenta; 29 de octubre a los ahogados; 30 de octubre las ánimas solas y olvidadas, que no tienen familiares que los recuerden, huérfanos y criminales; 31 de octubre los limbos, que nunca nacieron o no recibieron el bautismo; 1 de noviembre los niños, también referidos como “angelitos” y 2 de noviembre a los muertos adultos.