/ jueves 10 de diciembre de 2020

Pacto fiscal: tarea prioritaria

La llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con una mayoría nunca vista en el siglo XXI hizo posible la tentación de concentrar el poder presupuestal que muchos presidentes han deseado. De acuerdo con la organización mexicana Signos Vitales (signosvitalesmexico.org.mx), el presupuesto, como columna vertebral de las políticas públicas, es la referencia para conocer las prioridades de un gobierno. La crisis provocada por el Covid-19 ha desnudado una serie de anomalías y debilidades en términos fiscales entre los gobiernos locales y la federación.

Estas anomalías tienen que ver con los recursos que cada entidad aporta y las urgencias sanitarias y económicas que la pandemia ha provocado. Con justa razón, cualquier estado del país vería con recelo que las necesidades más apremiantes del momento que vivimos serían fácilmente subsanadas si los recursos presupuestales fueran proporcionales a la productividad de su población y que dependiera menos de los vaivenes políticos que concilian o confrontan a los gobiernos estatal y federal. Es una de las tareas pendientes, si no la más importante, del sistema político mexicano.

Entre los países miembros de la OCDE, México es uno de los que menos recauda en proporción al PIB. En 2018 recaudó 16.10% del PIB, siendo el promedio de la OCDE el 34.30%. Por un lado, la federación recauda la mayoría de los ingresos totales (92%, 1998-2019), y por el otro, el 54% del gasto es ejercido por el gobierno central, el 38% por las entidades federativas y el 8% por los municipios. Las entidades no reciben lo que aportan. Entre 2008 y 2017, los 10 estados que aportaron el 86.47% de impuestos, recibieron el 53.85% de participaciones y 42.49% de aportaciones.

Vale la pena mencionar que este fenómeno no es casual y obedece a una serie de desigualdades estructurales entre las distintas regiones de México, de una manera similar a como lo describen Thomas J. Stanley y William D. Danko en la obra “El millonario de la puerta de a lado”: quienes forman un patrimonio importante, por regla general, no reciben ayuda económica de sus padres, y tal vez, un poco con el resultado de que “el que parte y comparte se queda con la mayor parte”. En este caso, las diez entidades que más aportan tributariamente están en el centro y norte del país.

Por lo contrario, seis de los diez estados que menos aportan ingresos tributarios están en el centro y sur del país. Esto resalta la relativa divergencia de la calidad de vida de cada lugar. En el norte 24.4% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, mientras que el promedio de pobreza del sur es del 59.9% (Coneval, 2019). En tanto en el sur 7 de cada 10 personas permanecen en la pobreza hasta que mueren, en el norte sólo serán 3 de cada 10, de acuerdo con el Centro de Estudios Espinosa Yglesias. La movilidad social en el norte se parece más a la de los países industrializados.

Probablemente, la pandemia abra la oportunidad de un debate público y político que dé origen a nuevas reglas del pacto fiscal, abandonando la meta de Suma-cero, donde alguien tiene que perder, y que permitan otorgar más recursos y facultades a los municipios y entidades para convertirlo en un juego de Suma no nula, donde todos puedan ganar, valorando la evidencia empírica que prueba que la riqueza no se reparte, sino que se crea. agusperezr@hotmail.com


La llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) con una mayoría nunca vista en el siglo XXI hizo posible la tentación de concentrar el poder presupuestal que muchos presidentes han deseado. De acuerdo con la organización mexicana Signos Vitales (signosvitalesmexico.org.mx), el presupuesto, como columna vertebral de las políticas públicas, es la referencia para conocer las prioridades de un gobierno. La crisis provocada por el Covid-19 ha desnudado una serie de anomalías y debilidades en términos fiscales entre los gobiernos locales y la federación.

Estas anomalías tienen que ver con los recursos que cada entidad aporta y las urgencias sanitarias y económicas que la pandemia ha provocado. Con justa razón, cualquier estado del país vería con recelo que las necesidades más apremiantes del momento que vivimos serían fácilmente subsanadas si los recursos presupuestales fueran proporcionales a la productividad de su población y que dependiera menos de los vaivenes políticos que concilian o confrontan a los gobiernos estatal y federal. Es una de las tareas pendientes, si no la más importante, del sistema político mexicano.

Entre los países miembros de la OCDE, México es uno de los que menos recauda en proporción al PIB. En 2018 recaudó 16.10% del PIB, siendo el promedio de la OCDE el 34.30%. Por un lado, la federación recauda la mayoría de los ingresos totales (92%, 1998-2019), y por el otro, el 54% del gasto es ejercido por el gobierno central, el 38% por las entidades federativas y el 8% por los municipios. Las entidades no reciben lo que aportan. Entre 2008 y 2017, los 10 estados que aportaron el 86.47% de impuestos, recibieron el 53.85% de participaciones y 42.49% de aportaciones.

Vale la pena mencionar que este fenómeno no es casual y obedece a una serie de desigualdades estructurales entre las distintas regiones de México, de una manera similar a como lo describen Thomas J. Stanley y William D. Danko en la obra “El millonario de la puerta de a lado”: quienes forman un patrimonio importante, por regla general, no reciben ayuda económica de sus padres, y tal vez, un poco con el resultado de que “el que parte y comparte se queda con la mayor parte”. En este caso, las diez entidades que más aportan tributariamente están en el centro y norte del país.

Por lo contrario, seis de los diez estados que menos aportan ingresos tributarios están en el centro y sur del país. Esto resalta la relativa divergencia de la calidad de vida de cada lugar. En el norte 24.4% de la población vive por debajo del umbral de pobreza, mientras que el promedio de pobreza del sur es del 59.9% (Coneval, 2019). En tanto en el sur 7 de cada 10 personas permanecen en la pobreza hasta que mueren, en el norte sólo serán 3 de cada 10, de acuerdo con el Centro de Estudios Espinosa Yglesias. La movilidad social en el norte se parece más a la de los países industrializados.

Probablemente, la pandemia abra la oportunidad de un debate público y político que dé origen a nuevas reglas del pacto fiscal, abandonando la meta de Suma-cero, donde alguien tiene que perder, y que permitan otorgar más recursos y facultades a los municipios y entidades para convertirlo en un juego de Suma no nula, donde todos puedan ganar, valorando la evidencia empírica que prueba que la riqueza no se reparte, sino que se crea. agusperezr@hotmail.com