/ lunes 15 de noviembre de 2021

Palabras con motivo del 43 aniversario de la carrera de derecho del ITESM Campus Chihuahua

Por: Rafael Espino

“Hace 40 años caminaba por un ITESM Campus Chihuahua, incipiente pero lleno de esperanzas, en un mundo absolutamente análogo, en el que nos hubiera parecido cosa de ciencia ficción pensar que los teléfonos llegarían a ser algún día otra cosa que dispositivos para hacer y recibir llamadas.

Era el tiempo de mi juventud dorada, como diría el poeta Antonio Machado, aun sin haber cumplido los 18 años y sin la menor idea —como no la tenía nadie— de que me tocaría ser testigo de los más grandes avances tecnológicos que ha tenido la humanidad. Ese proceso vertiginoso continua: la sociedad moderna cabalga a galope sobre una capacidad de cómputo e innovación digital que se multiplica cada año.

Mi alma Mater también ha cambiado drásticamente; no sólo en tamaño sino en su visión y alcance. Resalto la transformación positiva del ITESM porque mientras hace 40 años era una institución elitista, se ha democratizado y convertido en un instrumento importante de movilidad social en el país. Sin duda es el apoyo al emprendimiento la mejor herramienta para abatir la desigualdad, combatir la corrupción y promover la participación ciudadana en el ejercicio de los derechos políticos y en la vigilancia de los actos de gobierno.

Ahora bien, no estaría honrando la memoria de mis siempre apreciados maestros de preparatoria y de la la carrera de derecho, si no hiciere también una crítica constructiva, pero enérgica, a lo que me parece ha sido un rumbo equivocado de la educación no sólo en México sino en el mundo.

¿En qué momento dejamos de pensar y comenzamos a conducirnos como los autómatas de “Un mundo feliz” que operan a base de la droga “soma” (ahora conocida como el “metaverso” de las redes sociales)?

Como bien lo señala el psicólogo social Sheldon Solomon, el avance humanístico ha sido inversamente proporcional al tecnológico.

Es verdad que el ITESM Campus Chihuahua de mi adolescencia era totalmente análogo, pero también es cierto que era inteligente, crítico, y desafiante. Teníamos en las tardes, junto con las actividades deportivas, clubes sociales; pero no de “retos” idiotas, sino de filosofía y política, en dónde jóvenes profesores se enfrascaban en discusiones intensas sobre la existencia de Dios. Y nadie por cierto se “ofendía”; ni por las opiniones diferentes, ni por lo acalorado de las argumentaciones. Escuchábamos y aprendíamos del proceso dialéctico.

Estudiábamos el uso correcto del castellano, que deriva de la tradición lingüística y es vigilado por la Real Academia de la Lengua Española y no el construido artificialmente por los embrutecedores “ismos” demagógicos. Ese mal llamado “lenguaje incluyente” (que tiene, desde hace tiempo a todo el mundo, pero principalmente a la clase política diciendo un día sí y otro también tonterías como “mexicanas y mexicanos” o “colegas y colegos”).

En aquel ITESM ochentero no llevábamos clases de “desarrollo personal”, donde nos trataran como párvulos de jardín de niños; por el contrario, desarrollábamos nuestras personalidades y capacidades intelectuales. Nuestras clases, siempre precisas, se fincaban en diferentes puntos de vista, en investigación seria, en metodología, nunca en ideología y jamás pretendiendo “reescribir el pasado” con fines políticos. Nuestros profesores, tenían un conocimiento dilatado y una seriedad absoluta en el trato de cada una de sus asignaturas.

Estos señalamientos son hechos desde el afecto y con un espíritu constructivo, precisamente porque estoy orgulloso de mis maestros y de lo que aprendí de ellos. Este mal generalizado del mínimo esfuerzo que nos ha traído la tecnología y la adicción al “metaverso digital”, nos ha alienado más que nunca perdiendo imaginación e inteligencia, a tal grado, que ya damos muestras, como sociedad global, de una automatización digna de la distopía de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley.

Fuerza y esperanza en el futuro. Ojalá no sea demasiado tarde y reencontremos el camino hacia el humanismo, la ilustración y el razonamiento, que fueron las cualidades que nos llevaron a desarrollar la ciencia detrás de la tecnología que ahora y paradójicamente, se está usando para controlarnos y terminar con nuestras capacidades intelectuales”.


Por: Rafael Espino

“Hace 40 años caminaba por un ITESM Campus Chihuahua, incipiente pero lleno de esperanzas, en un mundo absolutamente análogo, en el que nos hubiera parecido cosa de ciencia ficción pensar que los teléfonos llegarían a ser algún día otra cosa que dispositivos para hacer y recibir llamadas.

Era el tiempo de mi juventud dorada, como diría el poeta Antonio Machado, aun sin haber cumplido los 18 años y sin la menor idea —como no la tenía nadie— de que me tocaría ser testigo de los más grandes avances tecnológicos que ha tenido la humanidad. Ese proceso vertiginoso continua: la sociedad moderna cabalga a galope sobre una capacidad de cómputo e innovación digital que se multiplica cada año.

Mi alma Mater también ha cambiado drásticamente; no sólo en tamaño sino en su visión y alcance. Resalto la transformación positiva del ITESM porque mientras hace 40 años era una institución elitista, se ha democratizado y convertido en un instrumento importante de movilidad social en el país. Sin duda es el apoyo al emprendimiento la mejor herramienta para abatir la desigualdad, combatir la corrupción y promover la participación ciudadana en el ejercicio de los derechos políticos y en la vigilancia de los actos de gobierno.

Ahora bien, no estaría honrando la memoria de mis siempre apreciados maestros de preparatoria y de la la carrera de derecho, si no hiciere también una crítica constructiva, pero enérgica, a lo que me parece ha sido un rumbo equivocado de la educación no sólo en México sino en el mundo.

¿En qué momento dejamos de pensar y comenzamos a conducirnos como los autómatas de “Un mundo feliz” que operan a base de la droga “soma” (ahora conocida como el “metaverso” de las redes sociales)?

Como bien lo señala el psicólogo social Sheldon Solomon, el avance humanístico ha sido inversamente proporcional al tecnológico.

Es verdad que el ITESM Campus Chihuahua de mi adolescencia era totalmente análogo, pero también es cierto que era inteligente, crítico, y desafiante. Teníamos en las tardes, junto con las actividades deportivas, clubes sociales; pero no de “retos” idiotas, sino de filosofía y política, en dónde jóvenes profesores se enfrascaban en discusiones intensas sobre la existencia de Dios. Y nadie por cierto se “ofendía”; ni por las opiniones diferentes, ni por lo acalorado de las argumentaciones. Escuchábamos y aprendíamos del proceso dialéctico.

Estudiábamos el uso correcto del castellano, que deriva de la tradición lingüística y es vigilado por la Real Academia de la Lengua Española y no el construido artificialmente por los embrutecedores “ismos” demagógicos. Ese mal llamado “lenguaje incluyente” (que tiene, desde hace tiempo a todo el mundo, pero principalmente a la clase política diciendo un día sí y otro también tonterías como “mexicanas y mexicanos” o “colegas y colegos”).

En aquel ITESM ochentero no llevábamos clases de “desarrollo personal”, donde nos trataran como párvulos de jardín de niños; por el contrario, desarrollábamos nuestras personalidades y capacidades intelectuales. Nuestras clases, siempre precisas, se fincaban en diferentes puntos de vista, en investigación seria, en metodología, nunca en ideología y jamás pretendiendo “reescribir el pasado” con fines políticos. Nuestros profesores, tenían un conocimiento dilatado y una seriedad absoluta en el trato de cada una de sus asignaturas.

Estos señalamientos son hechos desde el afecto y con un espíritu constructivo, precisamente porque estoy orgulloso de mis maestros y de lo que aprendí de ellos. Este mal generalizado del mínimo esfuerzo que nos ha traído la tecnología y la adicción al “metaverso digital”, nos ha alienado más que nunca perdiendo imaginación e inteligencia, a tal grado, que ya damos muestras, como sociedad global, de una automatización digna de la distopía de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley.

Fuerza y esperanza en el futuro. Ojalá no sea demasiado tarde y reencontremos el camino hacia el humanismo, la ilustración y el razonamiento, que fueron las cualidades que nos llevaron a desarrollar la ciencia detrás de la tecnología que ahora y paradójicamente, se está usando para controlarnos y terminar con nuestras capacidades intelectuales”.