/ lunes 30 de diciembre de 2019

Para 2020: agradarle a los demás

Socialmente cada ser humano tiene tantas personalidades como grupos frecuenta y cuya opinión acepta. Ante cada grupo le muestra un aspecto diferente de sí mismo y por lo tanto normalmente es diferente cuando está en su vida privada, en sus círculos sociales, en los deportes o en los negocios.

Si nuestras relaciones sociales no son tan buenas como quisiéramos, se debe quizá a algunos hábitos nuestros y está en nuestras manos cambiarlos. Para esto es necesario tener la capacidad de observar a los demás sobre cómo responden ante las cosas que hacemos o decimos; cómo reaccionan ante nuestra conducta para con ellos. Si no sabemos agradarle a los demás, todas nuestras otras cualidades generalmente salen sobrando.

A mayor personalidad o magnetismo personal, más posibilidades de éxito tiene una persona.

Para agradarle a los demás, es casi un requisito encontrar el agrado en todos. Es muy común que cuando alguien no nos causa una buena impresión la primera vez, sí lo haga o nos agrade a la segunda. El esfuerzo consciente de tratar de presentarse muy bien hace que la persona se vea peor. También lo contrario sucede. Los que nos habían causado una muy buena impresión la primera vez, nos resultan decepcionantes cuando los tratamos un poco más.

Para agradarle a los demás es necesario tener tacto. Esto significa permanecer callados cuando debemos hacerlo; ser considerados con los demás para luego recibir la misma moneda en pago; el hacer que los que sienten inferiores se sientan iguales. El hombre agradable y considerado puede quitarle el veneno a una serpiente sin ser mordido. Es imposible sacar lo mejor de otra persona si somos intolerantes.

Existen varios estudios serios que concluyen que la tolerancia es un signo de talento. Que con frecuencia tenemos que ceder en algunas cosas aunque estemos en lo justo y los demás estén equivocados. Éste es uno de los secretos para una relación feliz, especialmente para un matrimonio duradero. También es el secreto para las relaciones entre naciones.

Solos no podemos llegar al éxito. Necesitamos la ayuda moral o material de otras personas. Es por esto que necesitamos mostrar interés genuino en nuestros semejantes, aprendiendo a estimarlos y sobre todo a comprenderlos. Y el secreto más profundo y al mismo tiempo más simple para hacer y conservar amigos es el de jamás discutir acaloradamente sobre religión o política con ellos. Saber escucharlos y nunca darles consejos no solicitados. No hablar de uno mismo a menos que ellos nos lo pidan y jamás lastimarles su amor propio.

Una persona agradable trata a sus semejantes no únicamente por lo que son, sino cómo desearía ser tratada ella misma. Cada persona desea ser diferente a como realmente es, y este deseo explica algunas de las complicaciones de la vida. También, el oficio o profesión de una persona no necesariamente coincide con sus talentos. Casi todos creemos tener talento y aptitudes que van más allá de nuestras actividades actuales. Es por eso que casi siempre creemos merecer más de lo que recibimos en el presente. Uno de los deseos más fuertes en el hombre es tener cierta importancia ante los ojos ajenos.

Socialmente cada ser humano tiene tantas personalidades como grupos frecuenta y cuya opinión acepta. Ante cada grupo le muestra un aspecto diferente de sí mismo y por lo tanto normalmente es diferente cuando está en su vida privada, en sus círculos sociales, en los deportes o en los negocios.

Si nuestras relaciones sociales no son tan buenas como quisiéramos, se debe quizá a algunos hábitos nuestros y está en nuestras manos cambiarlos. Para esto es necesario tener la capacidad de observar a los demás sobre cómo responden ante las cosas que hacemos o decimos; cómo reaccionan ante nuestra conducta para con ellos. Si no sabemos agradarle a los demás, todas nuestras otras cualidades generalmente salen sobrando.

A mayor personalidad o magnetismo personal, más posibilidades de éxito tiene una persona.

Para agradarle a los demás, es casi un requisito encontrar el agrado en todos. Es muy común que cuando alguien no nos causa una buena impresión la primera vez, sí lo haga o nos agrade a la segunda. El esfuerzo consciente de tratar de presentarse muy bien hace que la persona se vea peor. También lo contrario sucede. Los que nos habían causado una muy buena impresión la primera vez, nos resultan decepcionantes cuando los tratamos un poco más.

Para agradarle a los demás es necesario tener tacto. Esto significa permanecer callados cuando debemos hacerlo; ser considerados con los demás para luego recibir la misma moneda en pago; el hacer que los que sienten inferiores se sientan iguales. El hombre agradable y considerado puede quitarle el veneno a una serpiente sin ser mordido. Es imposible sacar lo mejor de otra persona si somos intolerantes.

Existen varios estudios serios que concluyen que la tolerancia es un signo de talento. Que con frecuencia tenemos que ceder en algunas cosas aunque estemos en lo justo y los demás estén equivocados. Éste es uno de los secretos para una relación feliz, especialmente para un matrimonio duradero. También es el secreto para las relaciones entre naciones.

Solos no podemos llegar al éxito. Necesitamos la ayuda moral o material de otras personas. Es por esto que necesitamos mostrar interés genuino en nuestros semejantes, aprendiendo a estimarlos y sobre todo a comprenderlos. Y el secreto más profundo y al mismo tiempo más simple para hacer y conservar amigos es el de jamás discutir acaloradamente sobre religión o política con ellos. Saber escucharlos y nunca darles consejos no solicitados. No hablar de uno mismo a menos que ellos nos lo pidan y jamás lastimarles su amor propio.

Una persona agradable trata a sus semejantes no únicamente por lo que son, sino cómo desearía ser tratada ella misma. Cada persona desea ser diferente a como realmente es, y este deseo explica algunas de las complicaciones de la vida. También, el oficio o profesión de una persona no necesariamente coincide con sus talentos. Casi todos creemos tener talento y aptitudes que van más allá de nuestras actividades actuales. Es por eso que casi siempre creemos merecer más de lo que recibimos en el presente. Uno de los deseos más fuertes en el hombre es tener cierta importancia ante los ojos ajenos.