/ domingo 12 de septiembre de 2021

Parábolas populares


Por Francisco Javier Pizarro Chávez.


Las parábolas son narrativas breves de frases y simbólicas. Es una forma literaria con un objetivo didáctico: utiliza la analogía o semejanza para expresar su enseñanza.

Les comparto dos de ellas con raigambre histórico en Chihuahua y Jalisco y se utilizan prácticamente en todo el país, para expresar sorpresa, ante un acontecimiento y situación y también, se usa para detonar inconformidad o molestia.

“¡Ay Chihuahua!”, es una de ellas. Su origen es histórico. La frase proviene de finales del siglo XIX, cuando el estado de Chihuahua fue invadido por indios apaches, por lo que a la frase se le agregó “¡Ay Chihuahua, cuánto apache!”.

Años después, Jorge Negrete promovió una canción intitulada “¡Ay Jalisco, no te rajes!”, muy semejante a la sorpresa de otro acontecimiento que cimbró también a los ciudadanos: la Guerra Cristera.

Este enunciado era utilizado por los ciudadanos cuando estaban en una situación de peligro frente al ejército de la Iglesia Cristiana. Al igual que a la de “¡Ay Chihuahua!”, Jorge Negrete le agregó a la frase de su canción “¡Ay Jalisco, no te rajes!… Me sale del alma gritar con valor y abrir todo el pecho, pa’ echar este grito, qué lindo es Jalisco, palabra de honor!”.

Ambas parábolas, indudablemente, tienen un significado quejumbroso, pero también desafiante, que, si bien es cierto en la actualidad, la mayoría de los ciudadanos desconocen los orígenes históricos de estas narraciones, no dejan de ser ajenas al pueblo, particularmente en Chihuahua y Jalisco.

El sacerdote Jorge Rubio, hijo de un sobrino de mi madre ya fallecida, en una entrevista que le realizó un portal digital noticioso, le preguntaron al inicio de la contienda electoral del 1 de julio pasado qué pensaba de la democracia participativa.

Declaró: “Nuestra participación se queda en un nivel muy por encima, a veces haciendo juicios; a veces hablando de cosas que no conocemos; incluso muchas veces expresándonos de políticos y candidatos o de partidos, sin tener un verdadero conocimiento”.

“Nos estamos convirtiendo en una sociedad quejumbrosa; no me parece, no estamos de acuerdo, pero a la hora de ir a decir tampoco lo hacemos”, acotó.

“Yo opino que el desánimo y la decepción del ver que pareciera que no avanzamos, es uno de los puntos por lo que no hay participación ciudadana”, y concluyó con una frase apabulladora: “Esa mentalidad es cerrada”.

Coincido con el sacerdote. El pueblo suele seguir siendo, tristemente en la sociedad, la oveja perdida, que Lucas 15,4-7 describe en el Nuevo Testamento: ¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se le perdió, hasta que la halla?

“Y al encontrarla, la pone sobre sus hombros gozoso; y cuando llega a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”.

Se los dejo a su criterio.


Por Francisco Javier Pizarro Chávez.


Las parábolas son narrativas breves de frases y simbólicas. Es una forma literaria con un objetivo didáctico: utiliza la analogía o semejanza para expresar su enseñanza.

Les comparto dos de ellas con raigambre histórico en Chihuahua y Jalisco y se utilizan prácticamente en todo el país, para expresar sorpresa, ante un acontecimiento y situación y también, se usa para detonar inconformidad o molestia.

“¡Ay Chihuahua!”, es una de ellas. Su origen es histórico. La frase proviene de finales del siglo XIX, cuando el estado de Chihuahua fue invadido por indios apaches, por lo que a la frase se le agregó “¡Ay Chihuahua, cuánto apache!”.

Años después, Jorge Negrete promovió una canción intitulada “¡Ay Jalisco, no te rajes!”, muy semejante a la sorpresa de otro acontecimiento que cimbró también a los ciudadanos: la Guerra Cristera.

Este enunciado era utilizado por los ciudadanos cuando estaban en una situación de peligro frente al ejército de la Iglesia Cristiana. Al igual que a la de “¡Ay Chihuahua!”, Jorge Negrete le agregó a la frase de su canción “¡Ay Jalisco, no te rajes!… Me sale del alma gritar con valor y abrir todo el pecho, pa’ echar este grito, qué lindo es Jalisco, palabra de honor!”.

Ambas parábolas, indudablemente, tienen un significado quejumbroso, pero también desafiante, que, si bien es cierto en la actualidad, la mayoría de los ciudadanos desconocen los orígenes históricos de estas narraciones, no dejan de ser ajenas al pueblo, particularmente en Chihuahua y Jalisco.

El sacerdote Jorge Rubio, hijo de un sobrino de mi madre ya fallecida, en una entrevista que le realizó un portal digital noticioso, le preguntaron al inicio de la contienda electoral del 1 de julio pasado qué pensaba de la democracia participativa.

Declaró: “Nuestra participación se queda en un nivel muy por encima, a veces haciendo juicios; a veces hablando de cosas que no conocemos; incluso muchas veces expresándonos de políticos y candidatos o de partidos, sin tener un verdadero conocimiento”.

“Nos estamos convirtiendo en una sociedad quejumbrosa; no me parece, no estamos de acuerdo, pero a la hora de ir a decir tampoco lo hacemos”, acotó.

“Yo opino que el desánimo y la decepción del ver que pareciera que no avanzamos, es uno de los puntos por lo que no hay participación ciudadana”, y concluyó con una frase apabulladora: “Esa mentalidad es cerrada”.

Coincido con el sacerdote. El pueblo suele seguir siendo, tristemente en la sociedad, la oveja perdida, que Lucas 15,4-7 describe en el Nuevo Testamento: ¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se le perdió, hasta que la halla?

“Y al encontrarla, la pone sobre sus hombros gozoso; y cuando llega a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”.

Se los dejo a su criterio.