/ jueves 18 de marzo de 2021

Paris brûle-t-il?

La Cuarta Transformación (4T) surgió como promesa de campaña en 2018 del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en un esfuerzo por acabar con los abusos, privilegios y crímenes de la clase política y empresarial que han plagado a México en los últimos años. En principio, nadie hubiera negado, por un instante, la necesidad de un cambio. Hasta ese momento, las fuerzas conservadoras, por más corruptas que fuesen, se habían sentido seguras de sí mismas. Esto nos permite entender la confusión y las intensas pasiones que este proyecto despierta hoy en la gente.

Porque estos males amenazaban con un futuro peor, a menos que se hiciera algo. Lo más difícil en cuestión de la Historia, parafraseando a Hilaire Belloc, es ver los acontecimientos con los ojos contemporáneos, en vez de usar sólo el medio distorsivo de nuestro conocimiento posterior. Aunque, podemos añadir que lo que ha ocurrido con los experimentos socialistas de América Latina y el mundo son, más que nada, hechos del pasado que los seguidores de la 4T se niegan a aceptar, en vez de ser un conocimiento que sea patrimonio exclusivo de las mentes modernas.

Con todo, detengámonos un poco en los tres fenómenos que puede producir un estado de ánimo, similar al actual, como cambios concurrentes a todas las revoluciones y cuya gestión correcta dependerá el evitar una catástrofe. Primer fenómeno: se proponen cambios de todo tipo y grado; desde reformas evidentemente justas, como retorno al orden correcto de las cosas, hasta innovaciones que son criminales y demenciales. El segundo fenómeno es que la cosa a reformar se resiste, y aún sin proponérselo, le pone un lastre a la reforma. El tercero, y el más importante.

Entre los revolucionarios aparece un número cada vez mayor de individuos que no están concentrados en rectificar los males que han crecido en la cosa que se quiere reformar, y en cambio, tienen un odio pasional hacia la cosa misma, su esencia, con lo bueno que incluye, y que tiene derecho a sobrevivir. Frente al caos producido por estos fenómenos, los órganos públicos y financieros continúan funcionando bajo la premisa de que con la 4T las cosas serán peor de como están ahora. Como consecuencia, la 4T puede convertir en odio todo lo que hace y piensa.

Tú, amigo lector. Medítalo dos veces si eres simpatizante de la 4T o de AMLO, porque cabe la posibilidad de que termines apoyando a individuos que preferirían destruir a toda la sociedad antes que esperar a no completar la reforma que desean, y propongan métodos de cambio que sean peores que los males que quieren remediar. Están más preocupados por matar a sus enemigos (reales o imaginarios) que por la vida del mundo. “¿París arde?”, Hitler preguntaría. Con el conflicto entre ellos y sus oponentes, México quedará exhausto, y tal vez llegue a un empate sin definición.

Al final será la codicia que provocó los combates e impuso la paz, la que dicte la tendencia final de las diversas corrientes, y se termine pensando que las causas que condujeron al conflicto, probablemente, eran una exageración. agusperezr@hotmail.com

La Cuarta Transformación (4T) surgió como promesa de campaña en 2018 del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en un esfuerzo por acabar con los abusos, privilegios y crímenes de la clase política y empresarial que han plagado a México en los últimos años. En principio, nadie hubiera negado, por un instante, la necesidad de un cambio. Hasta ese momento, las fuerzas conservadoras, por más corruptas que fuesen, se habían sentido seguras de sí mismas. Esto nos permite entender la confusión y las intensas pasiones que este proyecto despierta hoy en la gente.

Porque estos males amenazaban con un futuro peor, a menos que se hiciera algo. Lo más difícil en cuestión de la Historia, parafraseando a Hilaire Belloc, es ver los acontecimientos con los ojos contemporáneos, en vez de usar sólo el medio distorsivo de nuestro conocimiento posterior. Aunque, podemos añadir que lo que ha ocurrido con los experimentos socialistas de América Latina y el mundo son, más que nada, hechos del pasado que los seguidores de la 4T se niegan a aceptar, en vez de ser un conocimiento que sea patrimonio exclusivo de las mentes modernas.

Con todo, detengámonos un poco en los tres fenómenos que puede producir un estado de ánimo, similar al actual, como cambios concurrentes a todas las revoluciones y cuya gestión correcta dependerá el evitar una catástrofe. Primer fenómeno: se proponen cambios de todo tipo y grado; desde reformas evidentemente justas, como retorno al orden correcto de las cosas, hasta innovaciones que son criminales y demenciales. El segundo fenómeno es que la cosa a reformar se resiste, y aún sin proponérselo, le pone un lastre a la reforma. El tercero, y el más importante.

Entre los revolucionarios aparece un número cada vez mayor de individuos que no están concentrados en rectificar los males que han crecido en la cosa que se quiere reformar, y en cambio, tienen un odio pasional hacia la cosa misma, su esencia, con lo bueno que incluye, y que tiene derecho a sobrevivir. Frente al caos producido por estos fenómenos, los órganos públicos y financieros continúan funcionando bajo la premisa de que con la 4T las cosas serán peor de como están ahora. Como consecuencia, la 4T puede convertir en odio todo lo que hace y piensa.

Tú, amigo lector. Medítalo dos veces si eres simpatizante de la 4T o de AMLO, porque cabe la posibilidad de que termines apoyando a individuos que preferirían destruir a toda la sociedad antes que esperar a no completar la reforma que desean, y propongan métodos de cambio que sean peores que los males que quieren remediar. Están más preocupados por matar a sus enemigos (reales o imaginarios) que por la vida del mundo. “¿París arde?”, Hitler preguntaría. Con el conflicto entre ellos y sus oponentes, México quedará exhausto, y tal vez llegue a un empate sin definición.

Al final será la codicia que provocó los combates e impuso la paz, la que dicte la tendencia final de las diversas corrientes, y se termine pensando que las causas que condujeron al conflicto, probablemente, eran una exageración. agusperezr@hotmail.com