/ martes 15 de octubre de 2019

Partidos políticos (II)

“La autoridad tiene ladrones peligrosos, cuando los jueces roban entre ellos”. Shakespeare


Todo partido político, en su filosofía y en sus principios debe contener el proyecto de nación, el bienestar de la población y los métodos para lograrlos. El dogma jurídico de los partidos se apega estrictamente a nuestra constitución, para seleccionar los candidatos más idóneos, más honestos y más capaces. Basta mencionar que no se aceptan grupos subversivos y violentos que agreden a la población civil y a las instituciones del gobierno. Vivimos en nuestro pasado golpes de Estado, asonadas, conjuras y conspiraciones, que nos heredaron pobreza, sangre, división y encono. Hoy en día, existen grupos aupados y apoyado$, por partidos y grupos gubernamentales, que con las armas en la mano se asumen como guerrilleros. Controlan zonas del país y son armados por el Imperio. Promover el terror, la incertidumbre y la anarquía son medios para hacerse del gobierno.

Los neocacicazgos regionales pululan en México exigían al partido hegemónico cuotas de poder: presidencias municipales, diputaciones, gubernaturas, entre otros cargos. Orquestan una supuesta acción burocrática estatutaria, para dar el sesgo legal de apego a sus categorías y principios. Conciliábulos: petite comité, son quienes hacen el trabajo de distribuir las candidaturas, eliminando la valiosa y necesaria voluntad de los miembros del partido. ¿Qué partidos hacen tales cosas? Todos, sin excepción. El colmo de la hipocresía es la parafernalia de las llamadas “campañas”, promesas, demagogia, y enorme dispendio de recursos del erario. Las pandillas, perdón, los partidos, tienen dueños que ejercen su poder para apoderarse de los recursos. Compadres, familiares, amantes en turno, amigos, son sólo algunos de los beneficiado$, pero el pueblo trabajador, esforzado, con falta de criterio e ignorantes de la “cosa política”, acude a votar, con actitud visceral, manipulado por candidatos amorales que les otorgan limosnas asistencialistas y clientelares, vamos, ejercen un paternalismo populista, el objetivo: asaltar el poder y conservarlo. Poderes fácticos -el Yunque, por ejemplo-, sindicatos, centrales de trabajadores y grupos anárquicos, mantienen a la masa alienada y mediatizada.





“La autoridad tiene ladrones peligrosos, cuando los jueces roban entre ellos”. Shakespeare


Todo partido político, en su filosofía y en sus principios debe contener el proyecto de nación, el bienestar de la población y los métodos para lograrlos. El dogma jurídico de los partidos se apega estrictamente a nuestra constitución, para seleccionar los candidatos más idóneos, más honestos y más capaces. Basta mencionar que no se aceptan grupos subversivos y violentos que agreden a la población civil y a las instituciones del gobierno. Vivimos en nuestro pasado golpes de Estado, asonadas, conjuras y conspiraciones, que nos heredaron pobreza, sangre, división y encono. Hoy en día, existen grupos aupados y apoyado$, por partidos y grupos gubernamentales, que con las armas en la mano se asumen como guerrilleros. Controlan zonas del país y son armados por el Imperio. Promover el terror, la incertidumbre y la anarquía son medios para hacerse del gobierno.

Los neocacicazgos regionales pululan en México exigían al partido hegemónico cuotas de poder: presidencias municipales, diputaciones, gubernaturas, entre otros cargos. Orquestan una supuesta acción burocrática estatutaria, para dar el sesgo legal de apego a sus categorías y principios. Conciliábulos: petite comité, son quienes hacen el trabajo de distribuir las candidaturas, eliminando la valiosa y necesaria voluntad de los miembros del partido. ¿Qué partidos hacen tales cosas? Todos, sin excepción. El colmo de la hipocresía es la parafernalia de las llamadas “campañas”, promesas, demagogia, y enorme dispendio de recursos del erario. Las pandillas, perdón, los partidos, tienen dueños que ejercen su poder para apoderarse de los recursos. Compadres, familiares, amantes en turno, amigos, son sólo algunos de los beneficiado$, pero el pueblo trabajador, esforzado, con falta de criterio e ignorantes de la “cosa política”, acude a votar, con actitud visceral, manipulado por candidatos amorales que les otorgan limosnas asistencialistas y clientelares, vamos, ejercen un paternalismo populista, el objetivo: asaltar el poder y conservarlo. Poderes fácticos -el Yunque, por ejemplo-, sindicatos, centrales de trabajadores y grupos anárquicos, mantienen a la masa alienada y mediatizada.