/ miércoles 24 de junio de 2020

Pequeños detalles que mueven al mundo

Necesitaba cambiar un artículo que adquirí de forma equivocada; el error fue mío, no de la tienda, pero aún así lo intenté, seguro de que sería inútil ante la advertencia por escrito que te lanzan y que por lo regular dice “no se aceptan devoluciones”.

Al llegar a la empresa expliqué lo mismo: “sé que la política es de no devoluciones, pero quiero saber si hay alguna forma de que pueda cambiar este objeto porque la medida no es la que yo busco”. La persona me recibió, además de con una impresionante sonrisa, con toda la experiencia para este tipo de situaciones.

Luego de unos minutos salí satisfecho. No pude hacer el cambio, pero el trato que me dieron fue verdaderamente convincente. En otras circunstancias, la respuesta de la encargada habría sido cortante y hasta seca: no y punto. Pero esos son los pequeños detalles que mueven el mundo.

Recordé entonces una experiencia de años atrás, cuando en una empresa para la que prestaba mis servicios externos, los directivos contrataron una de las firmas más prestigiadas de comunicación interna para resolver los gravísimos resultados en las ventas, al punto de cerrar dos de las sucursales en el sur del país.

Tras dos semanas de análisis, esta firma de consultoría entregó los resultados que tuve a mi alcance y en las conclusiones había una anotación que pocos atendieron: “Si los gerentes de ventas y distribución sonríen a sus empleados, podemos establecer estrategias futuras inmediatas”.

¿Sonreír? ¿Qué tiene que ver una sonrisa con las ventas? ¡Pues mucho!: necesitamos ejercitar pequeños detalles para lograr verdaderos cambios. Estamos metidos en una vorágine de situaciones donde nos importa más el logro personal que el bien común; nuestra sociedad avanza a pasos agigantados en todos sentidos, pero nos estamos olvidando de esos pequeños detalles que mueven al mundo y, lo más grave, es que estamos llevando a las generaciones de niños y adolescentes por el rumbo del sinsabor y del “no me importan los demás”.

No tenemos “tiempo” para los demás. Y el tiempo no regresa. Estamos tan “ocupados” en nuestras cosas que lo que suceda allá afuera es algo que no me importa, cuando cada uno de nosotros debiera estar atento a los pequeños detalles.

¿Con qué frecuencia sonríes? ¿Sabes que además de flexionar los 17 músculos cerca de los extremos de la boca, la sonrisa responde a un estímulo y genera reacciones satisfactorias a quien se le dirige? No estoy diciendo que debiéramos andar con la sonrisa en la boca todo el día como animadores de la tele. Pero la sonrisa es un pequeño detalle que lograría hacer sentir bien a quien está frente a ti, es todo.

Un pequeño detalle es saludar a tu vecino –aunque te caiga gordo- y desearle, no solo decirle, que tenga un buen día. Un pequeño detalle es limpiar tu escritorio y también el de tu compañero de al lado y verás que esa forma indicará que tienes la atención de servir; un pequeño detalle es detener tu acelerado ritmo de trabajo para compartir una taza con café con tus subalternos y hablar de los hijos y de sus vacaciones.

Me parece que un pequeño detalle es no solo hablar de honestidad, sino de practicarla y mostrarle a nuestros pequeños hijos que lo más valioso es encontrar momentos para hablar y escuchar; creo que un pequeño detalle es respetar las señales de tránsito para evitar un accidente y estoy convencido de que un pequeño detalle es comprender que las personas discapacitadas necesitan el lugar de estacionamiento destinado a ellos, no a ti que puedes caminar sin bastón o andador.

Considero que un pequeño detalle es dejar de llegar tarde a tu trabajo y evitar toda la sarta de mentiras que inventamos cuando el reloj nos hizo crisis; un pequeño detalle es decirle a tu pareja que la quieres, que estás ahí porque ambos comparten logros y derrotas y que siguen juntos.

Un pequeño detalle es el beso respetuoso e incondicional a tu madre o a tu padre, porque en ese beso va la ternura del encuentro espiritual y físico que demanda el ser humano para ser feliz; pequeños detalles son, además, bajar el volumen de tu estéreo cuando pases por un hospital, o dejar pasar el funeral que lleva la desdicha de la muerte.

Un pequeño detalle es que, como estudiante, respetes a tus maestros y, como maestro, respetes a tus alumnos; un pequeñísimo detalle es la lealtad, que no recibe más trofeo que el reconocimiento íntimo, personal, solitario. Ser leal es un detalle que vas a gozar el resto de tu vida, porque la lealtad se paga con una sonrisa.

Pequeño detalle, sin duda, es hablar con claridad, sin mentiras ni falsas promesas y, lo olvidaba: un pequeño detalle es ayudar cuando puedas hacerlo, sin esperar algo a cambio.

¿Sabes qué sucede cuando los pequeños detalles resultan? La gente cambia. Los seres humanos estamos aquí para hacer que las cosas ocurran. La gente queremos mover el mundo, hacer sentir, ser felices y plenamente satisfechos con lo que hacemos.

Pero los pequeños detalles son verdaderos problemas, porque no todos los días queremos sonreír o no tenemos ganas de hacerlo; ni nos interesa el vecino, o el compañero de trabajo. Queremos vivir aprisa, sin conflictos, en un país maravilloso, pero nos olvidamos de los pequeños detalles y esos, en serio, cambian todo el sentido, para bien, de la vida. Solo son cosas comunes. ¡Buen día!

Necesitaba cambiar un artículo que adquirí de forma equivocada; el error fue mío, no de la tienda, pero aún así lo intenté, seguro de que sería inútil ante la advertencia por escrito que te lanzan y que por lo regular dice “no se aceptan devoluciones”.

Al llegar a la empresa expliqué lo mismo: “sé que la política es de no devoluciones, pero quiero saber si hay alguna forma de que pueda cambiar este objeto porque la medida no es la que yo busco”. La persona me recibió, además de con una impresionante sonrisa, con toda la experiencia para este tipo de situaciones.

Luego de unos minutos salí satisfecho. No pude hacer el cambio, pero el trato que me dieron fue verdaderamente convincente. En otras circunstancias, la respuesta de la encargada habría sido cortante y hasta seca: no y punto. Pero esos son los pequeños detalles que mueven el mundo.

Recordé entonces una experiencia de años atrás, cuando en una empresa para la que prestaba mis servicios externos, los directivos contrataron una de las firmas más prestigiadas de comunicación interna para resolver los gravísimos resultados en las ventas, al punto de cerrar dos de las sucursales en el sur del país.

Tras dos semanas de análisis, esta firma de consultoría entregó los resultados que tuve a mi alcance y en las conclusiones había una anotación que pocos atendieron: “Si los gerentes de ventas y distribución sonríen a sus empleados, podemos establecer estrategias futuras inmediatas”.

¿Sonreír? ¿Qué tiene que ver una sonrisa con las ventas? ¡Pues mucho!: necesitamos ejercitar pequeños detalles para lograr verdaderos cambios. Estamos metidos en una vorágine de situaciones donde nos importa más el logro personal que el bien común; nuestra sociedad avanza a pasos agigantados en todos sentidos, pero nos estamos olvidando de esos pequeños detalles que mueven al mundo y, lo más grave, es que estamos llevando a las generaciones de niños y adolescentes por el rumbo del sinsabor y del “no me importan los demás”.

No tenemos “tiempo” para los demás. Y el tiempo no regresa. Estamos tan “ocupados” en nuestras cosas que lo que suceda allá afuera es algo que no me importa, cuando cada uno de nosotros debiera estar atento a los pequeños detalles.

¿Con qué frecuencia sonríes? ¿Sabes que además de flexionar los 17 músculos cerca de los extremos de la boca, la sonrisa responde a un estímulo y genera reacciones satisfactorias a quien se le dirige? No estoy diciendo que debiéramos andar con la sonrisa en la boca todo el día como animadores de la tele. Pero la sonrisa es un pequeño detalle que lograría hacer sentir bien a quien está frente a ti, es todo.

Un pequeño detalle es saludar a tu vecino –aunque te caiga gordo- y desearle, no solo decirle, que tenga un buen día. Un pequeño detalle es limpiar tu escritorio y también el de tu compañero de al lado y verás que esa forma indicará que tienes la atención de servir; un pequeño detalle es detener tu acelerado ritmo de trabajo para compartir una taza con café con tus subalternos y hablar de los hijos y de sus vacaciones.

Me parece que un pequeño detalle es no solo hablar de honestidad, sino de practicarla y mostrarle a nuestros pequeños hijos que lo más valioso es encontrar momentos para hablar y escuchar; creo que un pequeño detalle es respetar las señales de tránsito para evitar un accidente y estoy convencido de que un pequeño detalle es comprender que las personas discapacitadas necesitan el lugar de estacionamiento destinado a ellos, no a ti que puedes caminar sin bastón o andador.

Considero que un pequeño detalle es dejar de llegar tarde a tu trabajo y evitar toda la sarta de mentiras que inventamos cuando el reloj nos hizo crisis; un pequeño detalle es decirle a tu pareja que la quieres, que estás ahí porque ambos comparten logros y derrotas y que siguen juntos.

Un pequeño detalle es el beso respetuoso e incondicional a tu madre o a tu padre, porque en ese beso va la ternura del encuentro espiritual y físico que demanda el ser humano para ser feliz; pequeños detalles son, además, bajar el volumen de tu estéreo cuando pases por un hospital, o dejar pasar el funeral que lleva la desdicha de la muerte.

Un pequeño detalle es que, como estudiante, respetes a tus maestros y, como maestro, respetes a tus alumnos; un pequeñísimo detalle es la lealtad, que no recibe más trofeo que el reconocimiento íntimo, personal, solitario. Ser leal es un detalle que vas a gozar el resto de tu vida, porque la lealtad se paga con una sonrisa.

Pequeño detalle, sin duda, es hablar con claridad, sin mentiras ni falsas promesas y, lo olvidaba: un pequeño detalle es ayudar cuando puedas hacerlo, sin esperar algo a cambio.

¿Sabes qué sucede cuando los pequeños detalles resultan? La gente cambia. Los seres humanos estamos aquí para hacer que las cosas ocurran. La gente queremos mover el mundo, hacer sentir, ser felices y plenamente satisfechos con lo que hacemos.

Pero los pequeños detalles son verdaderos problemas, porque no todos los días queremos sonreír o no tenemos ganas de hacerlo; ni nos interesa el vecino, o el compañero de trabajo. Queremos vivir aprisa, sin conflictos, en un país maravilloso, pero nos olvidamos de los pequeños detalles y esos, en serio, cambian todo el sentido, para bien, de la vida. Solo son cosas comunes. ¡Buen día!

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