/ jueves 14 de julio de 2022

Perfil humano Luis Echeverría o el presidencialismo autoritario populista



Eduardo Fernández Armendáriz

El expresidente Luis Echeverría Álvarez (LEA) falleció la semana pasada a la edad de cien años en su residencia de Cuernavaca, Morelos.

Además de convertirse en el más longevo de los mandatarios mexicanos, Echeverría fue la imagen del presidencialismo autoritario populista. Electo como su sucesor por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, gobernó el país de 1970 a 1976.

Sin haber ocupado algún cargo de elección, Echeverría fue ascendiendo en la pirámide burocrática hasta llegar a ser secretario de Gobernación.

En este cargo fue el principal operador político para acabar con el movimiento estudiantil de 1968, el cual culminó con la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre del citado año. Señalado como el responsable de tal crimen, Luis Echeverría se desligó siempre del mismo e intentó demostrar que era distinto a su antecesor con una postura pública de izquierdista populista.

Ya en la presidencia también reprimió con violencia una manifestación estudiantil el 10 de junio de 1971, hecho que fue registrado como el “halconazo” y le cargó la culpa al entonces regente del Distrito Federal, al cual despidió de su cargo para acallar las protestas.

Para lograr la popularidad y mitigar su participación en tales sucesos, Echeverría echó mano del gasto público para realizar donaciones y obras por todo el país. El resultado fue que terminó con el periodo estabilizador de crecimiento que había tenido México con una paridad estable del peso frente al dólar y con poca inflación.

Al final de su sexenio, ante el déficit fiscal y de la balanza comercial, tuvo que devaluar el peso, además de endeudar al país para sostener su propuesta de “crecimiento compartido”, el cual fue un derroche de recursos públicos y corrupción que predominó durante su administración.

Con su postura autoritaria se enfrentó al sector empresarial y propició la invasión de terrenos agrícolas, además de reprimir violentamente la actuación de grupos guerrilleros en lo que se denominó como la “guerra sucia”.

El asesinato del líder del grupo empresarial de Monterrey, Eugenio Garza Sada, a manos de la Liga 23 de Septiembre cuando intentaron secuestrarlo, marcó a su sexenio como uno de los más inestables y polarizados que han padecido los mexicanos.

Además, Echeverría intentó encabezar a los países llamados tercermundistas durante la Guerra Fría, con el propósito de llegar a ser secretario general de la ONU.

LEA no sólo acabó con el desarrollo estabilizador, sino que dejó una deuda pública de 20 mil millones de dólares, la cual su sucesor y amigo José López Portillo (JLP) cuadriplicó con la consiguiente crisis económica y carestía que caracterizó la década de los ochenta. Por ello al periodo de estos dos presidentes se le conoce como la “docena trágica”.

Al intentar Echeverría continuar con el control político durante el sexenio de JLP, éste lo envió como embajador a las remotas Islas Fiji en Oceanía.

Retirado de los reflectores y la actividad política, en el gobierno de Vicente Fox tuvo que enfrentar un proceso judicial por su participación en lo que se consideró como el genocidio de Tlatelolco.

Recluido en su domicilio debido a su avanzada edad, llegó a declarar ante los rumores de su participación influyente en política que no era cierto, pues ya ni sus nietos lo obedecían.

Luis Echeverría personificó el tradicional presidencialismo autoritario populista, el cual amerita volver a ser estudiado ahora que en el actual gobierno federal se practican algunas de sus estrategias.

Criticado y desprestigiado, su sepelio fue discreto sin honores oficiales pasando a la historia como un presidente fallido, famoso por sus delirios de grandeza y el daño que le ocasionó al país.




Eduardo Fernández Armendáriz

El expresidente Luis Echeverría Álvarez (LEA) falleció la semana pasada a la edad de cien años en su residencia de Cuernavaca, Morelos.

Además de convertirse en el más longevo de los mandatarios mexicanos, Echeverría fue la imagen del presidencialismo autoritario populista. Electo como su sucesor por el presidente Gustavo Díaz Ordaz, gobernó el país de 1970 a 1976.

Sin haber ocupado algún cargo de elección, Echeverría fue ascendiendo en la pirámide burocrática hasta llegar a ser secretario de Gobernación.

En este cargo fue el principal operador político para acabar con el movimiento estudiantil de 1968, el cual culminó con la matanza de Tlatelolco el 2 de octubre del citado año. Señalado como el responsable de tal crimen, Luis Echeverría se desligó siempre del mismo e intentó demostrar que era distinto a su antecesor con una postura pública de izquierdista populista.

Ya en la presidencia también reprimió con violencia una manifestación estudiantil el 10 de junio de 1971, hecho que fue registrado como el “halconazo” y le cargó la culpa al entonces regente del Distrito Federal, al cual despidió de su cargo para acallar las protestas.

Para lograr la popularidad y mitigar su participación en tales sucesos, Echeverría echó mano del gasto público para realizar donaciones y obras por todo el país. El resultado fue que terminó con el periodo estabilizador de crecimiento que había tenido México con una paridad estable del peso frente al dólar y con poca inflación.

Al final de su sexenio, ante el déficit fiscal y de la balanza comercial, tuvo que devaluar el peso, además de endeudar al país para sostener su propuesta de “crecimiento compartido”, el cual fue un derroche de recursos públicos y corrupción que predominó durante su administración.

Con su postura autoritaria se enfrentó al sector empresarial y propició la invasión de terrenos agrícolas, además de reprimir violentamente la actuación de grupos guerrilleros en lo que se denominó como la “guerra sucia”.

El asesinato del líder del grupo empresarial de Monterrey, Eugenio Garza Sada, a manos de la Liga 23 de Septiembre cuando intentaron secuestrarlo, marcó a su sexenio como uno de los más inestables y polarizados que han padecido los mexicanos.

Además, Echeverría intentó encabezar a los países llamados tercermundistas durante la Guerra Fría, con el propósito de llegar a ser secretario general de la ONU.

LEA no sólo acabó con el desarrollo estabilizador, sino que dejó una deuda pública de 20 mil millones de dólares, la cual su sucesor y amigo José López Portillo (JLP) cuadriplicó con la consiguiente crisis económica y carestía que caracterizó la década de los ochenta. Por ello al periodo de estos dos presidentes se le conoce como la “docena trágica”.

Al intentar Echeverría continuar con el control político durante el sexenio de JLP, éste lo envió como embajador a las remotas Islas Fiji en Oceanía.

Retirado de los reflectores y la actividad política, en el gobierno de Vicente Fox tuvo que enfrentar un proceso judicial por su participación en lo que se consideró como el genocidio de Tlatelolco.

Recluido en su domicilio debido a su avanzada edad, llegó a declarar ante los rumores de su participación influyente en política que no era cierto, pues ya ni sus nietos lo obedecían.

Luis Echeverría personificó el tradicional presidencialismo autoritario populista, el cual amerita volver a ser estudiado ahora que en el actual gobierno federal se practican algunas de sus estrategias.

Criticado y desprestigiado, su sepelio fue discreto sin honores oficiales pasando a la historia como un presidente fallido, famoso por sus delirios de grandeza y el daño que le ocasionó al país.