/ viernes 10 de junio de 2022

Perrodismo 

No sería justo afirmar que esta época es peor que otras. A lo largo de la historia los hombres hemos demostrado nuestras virtudes y miserias en todas las formas posibles. Sin duda ahora tenemos más instrumentos que antes. Las técnicas y las ciencias posibilitan y aceleran nuestras actividades con mayor facilidad, pero los vicios se repiten. La soberbia, la envidia, el afán desmedido de riquezas y de poder, la lujuria, la mentira, no han sido practicadas solamente en las últimas centurias. Este asunto viene de lejos. Al mundo no le importa que seamos mediocres mientras podamos consumir todo lo que nos ofrece. La publicidad nos miente al prometernos una felicidad cuando nos jura que podemos conseguirla usando nuestras tarjetas de crédito.

En cuanto al periodismo, está claro que no basta con dar a conocer los hechos con la mayor velocidad posible, pues es necesario interpretarlos en su justa medida. Debemos distinguir entre el reporterismo y el periodismo. Los medios de comunicación requieren de estas dos actividades profesionales. La primera la ejercen quienes reportan las noticias; aquellos que salen a la calle a descubrir y dar a conocer lo que sucede. La segunda es obra de quienes procuramos interpretar y juzgar esa realidad en los espacios editoriales y de opinión. Queda claro que en los dos casos se puede respetar la verdad o, por lo contrario, distorsionarla, ya sea por ligereza, o con dolo.

Los medios de comunicación son, de hecho, empresas (negocios) o simples instrumentos de influencia y presión, dependiendo de si son particulares o gubernamentales. En los dos casos cabe que se dé el periodismo sano y, por lo contrario, el “perrodismo”, es decir aquella actividad que ataca, deforma y amenaza extorsionando. Aquí cabe una tercera opción motivada por el protagonismo de quienes participamos en los medios.

Vittorio Messori, quien fuera un famoso periodista italiano, afirmó: “Hay algunos que consideran que los periodistas han de ser polémicos, críticos; más aún, maliciosos. Pero tales objeciones provienen de quienes dan lugar a eso que a nosotros nos parece, sin más, un pésimo periodismo: aquel en el que el interlocutor no es más que un pretexto para que el cronista pueda entrevistarse a sí mismo, exhibirse, poniendo de relieve su modo de ver las cosas”.

Al fin de cuentas el periodismo no deja de ser una actividad personal y, por lo mismo, será distinta dependiendo de la categoría humana de quienes la practican. Aquí es donde hace acto de presencia la coherencia ética de cada uno. Me resulta importante que el periodismo auténtico parta de la base de que, en cuanto actividad humana social, debería colaborar al bien común ayudando en la formación de las conciencias y no como un simple instrumento de poder personal o institucional; en definitiva, un periodismo serio y honrado. Cualquier comunicador a través de los diferentes medios de nuestra época tiene una arma que puede salvar vidas o perderlas. El tema es muy delicado.


www.padrealejandro.org


No sería justo afirmar que esta época es peor que otras. A lo largo de la historia los hombres hemos demostrado nuestras virtudes y miserias en todas las formas posibles. Sin duda ahora tenemos más instrumentos que antes. Las técnicas y las ciencias posibilitan y aceleran nuestras actividades con mayor facilidad, pero los vicios se repiten. La soberbia, la envidia, el afán desmedido de riquezas y de poder, la lujuria, la mentira, no han sido practicadas solamente en las últimas centurias. Este asunto viene de lejos. Al mundo no le importa que seamos mediocres mientras podamos consumir todo lo que nos ofrece. La publicidad nos miente al prometernos una felicidad cuando nos jura que podemos conseguirla usando nuestras tarjetas de crédito.

En cuanto al periodismo, está claro que no basta con dar a conocer los hechos con la mayor velocidad posible, pues es necesario interpretarlos en su justa medida. Debemos distinguir entre el reporterismo y el periodismo. Los medios de comunicación requieren de estas dos actividades profesionales. La primera la ejercen quienes reportan las noticias; aquellos que salen a la calle a descubrir y dar a conocer lo que sucede. La segunda es obra de quienes procuramos interpretar y juzgar esa realidad en los espacios editoriales y de opinión. Queda claro que en los dos casos se puede respetar la verdad o, por lo contrario, distorsionarla, ya sea por ligereza, o con dolo.

Los medios de comunicación son, de hecho, empresas (negocios) o simples instrumentos de influencia y presión, dependiendo de si son particulares o gubernamentales. En los dos casos cabe que se dé el periodismo sano y, por lo contrario, el “perrodismo”, es decir aquella actividad que ataca, deforma y amenaza extorsionando. Aquí cabe una tercera opción motivada por el protagonismo de quienes participamos en los medios.

Vittorio Messori, quien fuera un famoso periodista italiano, afirmó: “Hay algunos que consideran que los periodistas han de ser polémicos, críticos; más aún, maliciosos. Pero tales objeciones provienen de quienes dan lugar a eso que a nosotros nos parece, sin más, un pésimo periodismo: aquel en el que el interlocutor no es más que un pretexto para que el cronista pueda entrevistarse a sí mismo, exhibirse, poniendo de relieve su modo de ver las cosas”.

Al fin de cuentas el periodismo no deja de ser una actividad personal y, por lo mismo, será distinta dependiendo de la categoría humana de quienes la practican. Aquí es donde hace acto de presencia la coherencia ética de cada uno. Me resulta importante que el periodismo auténtico parta de la base de que, en cuanto actividad humana social, debería colaborar al bien común ayudando en la formación de las conciencias y no como un simple instrumento de poder personal o institucional; en definitiva, un periodismo serio y honrado. Cualquier comunicador a través de los diferentes medios de nuestra época tiene una arma que puede salvar vidas o perderlas. El tema es muy delicado.


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