/ domingo 20 de octubre de 2019

Pobre Dios

En nuestra época vivimos bajo presión, agobiados por la prisa, esa señora de carácter dominante, celosa, y siempre impaciente, que no acaba de entender la necesidad del ser humano para poder dedicar algunos espacios de su vida buscándose a sí mismo, como también para buscar a un Dios, que a pesar de estar en todas partes lo tenemos tan lejos… y tan olvidado. No hay nada de lo que los hombres civilizados huyamos tanto como del aburrimiento, y ese ser supremo simplemente nos resulta aburrido.

Ahora resulta que ese Dios, dueño de universo y rico en misericordia, se ha quedado pobre porque nosotros le hemos robado el amor que se merece para dárselo a nuestros ídolos: a nuestros artistas, cantantes, científicos, políticos, deportistas...

¿Cuánto tiempo de mi vida estoy dispuesto a darle a quien me creó? ¿Cuánto de “mi tiempo” le voy a regalar, prestándole atención para escuchar lo que él quiere decirme?

Ese olvido en el que hemos depositado al pobrecito Todopoderoso, quizás esté motivado por considerarlo demasiado viejo... ha vivido tanto que sus conversaciones nos resultan aburridas, probablemente quiera darnos —como suelen hacer los ancianos— unos “consejitos” para que nos portemos bien.

No señor, a ese Dios que todo lo sabe, parece que sólo le preocupa la salvación de los hombres; como si su único interés fuera regalar amor a través de su gracia (que significa “gratis”, regalo) y eso nos requiere espacios de oración, pero eso nos quita tiempo.

Pobre Dios que supone que el aborto es un crimen, porque no quiere hacerle caso a “esos” médicos, que son los que sí saben de esas cosas.

Pobre e inculto Dios, que no recibió una educación como la nuestra, siguiendo los programas de la Secretaría de Educación Pública para que le enseñaran a sacar la hipotenusa o lo obligaran a aprenderse las capitales y los ríos del mundo; y lo que es más importante: para que pudieran enseñarle que los hombres venimos del mono. Pobrecito, que no pudo estudiar una carrera universitaria para que en las clases de “valores” le pudieran aclarar que el bien y el mal dependen de lo que cada quien decida.

¿Y tú, te atreverías a buscarlo, y a escucharlo?

www.padrealejandro.org




En nuestra época vivimos bajo presión, agobiados por la prisa, esa señora de carácter dominante, celosa, y siempre impaciente, que no acaba de entender la necesidad del ser humano para poder dedicar algunos espacios de su vida buscándose a sí mismo, como también para buscar a un Dios, que a pesar de estar en todas partes lo tenemos tan lejos… y tan olvidado. No hay nada de lo que los hombres civilizados huyamos tanto como del aburrimiento, y ese ser supremo simplemente nos resulta aburrido.

Ahora resulta que ese Dios, dueño de universo y rico en misericordia, se ha quedado pobre porque nosotros le hemos robado el amor que se merece para dárselo a nuestros ídolos: a nuestros artistas, cantantes, científicos, políticos, deportistas...

¿Cuánto tiempo de mi vida estoy dispuesto a darle a quien me creó? ¿Cuánto de “mi tiempo” le voy a regalar, prestándole atención para escuchar lo que él quiere decirme?

Ese olvido en el que hemos depositado al pobrecito Todopoderoso, quizás esté motivado por considerarlo demasiado viejo... ha vivido tanto que sus conversaciones nos resultan aburridas, probablemente quiera darnos —como suelen hacer los ancianos— unos “consejitos” para que nos portemos bien.

No señor, a ese Dios que todo lo sabe, parece que sólo le preocupa la salvación de los hombres; como si su único interés fuera regalar amor a través de su gracia (que significa “gratis”, regalo) y eso nos requiere espacios de oración, pero eso nos quita tiempo.

Pobre Dios que supone que el aborto es un crimen, porque no quiere hacerle caso a “esos” médicos, que son los que sí saben de esas cosas.

Pobre e inculto Dios, que no recibió una educación como la nuestra, siguiendo los programas de la Secretaría de Educación Pública para que le enseñaran a sacar la hipotenusa o lo obligaran a aprenderse las capitales y los ríos del mundo; y lo que es más importante: para que pudieran enseñarle que los hombres venimos del mono. Pobrecito, que no pudo estudiar una carrera universitaria para que en las clases de “valores” le pudieran aclarar que el bien y el mal dependen de lo que cada quien decida.

¿Y tú, te atreverías a buscarlo, y a escucharlo?

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