/ viernes 9 de octubre de 2020

Pobre gente

Hace tiempo un amigo me platicaba la impresión que tiene sobre un conocido suyo sumamente acaudalado, no por sus méritos, sino por herencia. En verdad, tal imagen es muy poco positiva. Es uno de esos casos a los que se le podría aplicar con justicia el apodo de “el puente roto”, pues nadie lo pasa. Qué clara resulta, en algunos casos, la máxima de que hay ricos tan pobres, que lo único que tienen es dinero.

Entre otras cosas, me comentó que aquel sujeto no sabe poner atención a lo que le platica la gente que tiene menos dinero que él, sin importar el tema. Pero en fin, ojalá algún día aprenda lo que sus padres no supieron enseñarle.

La explicación de este fenómeno quizás podamos encontrarla en lo que nos refiere aquel refrán popular: “El amor es ciego”. Esta terquedad se produce, también, cuando lo que se ama es el dinero. Yo soy importante porque tengo dinero y quienes carecen de él no son importantes, es decir, no importan…, no me importan; por eso no estoy obligado a ponerles atención. Son personas cuyo único tema de conversación es el valor monetario de todo, y todos. Triste cosa, ¿verdad?

En contrapartida, hace meses un matrimonio, que tiene un hijo con Síndrome de Down, me hizo llegar una copia de una carta que un compañero de clases le escribió a su pequeño. Por respeto a quien redactó, me pareció conveniente copiar su texto —con todo y sus faltas de ortografía— pues a quien escribe como él se le perdona todo.


Hola Carlitos.

A mí no me interesa como eres yo te quiero como amigo porque eres algien valioso como todos nosotros. Al tener gente como tú cerca me ace valorar las cosas cencillas de la vida porque la gente como tú es feliz cada momento por que expresas tus sentimientos. Te mereses todo mi respeto por que a parte de todo pones por tu parte por aprender. La discapacidad real está en la gente que humilla y no valora a gente como tú que tú respetas a los que te respetan.


Firma Hiram

Claro está que en todas partes podemos encontrar, también, gente acaudalada que ha aprendido a reconocer el auténtico valor del dinero y de las personas; de lo material y lo espiritual; de los éxitos y los fracasos; de la cultura académica y la cultura popular. Personas trabajadoras que supieron ganar dinero y usarlo para crear fuentes de empleo, pues tienen bien claro que lo que poseen ha de estar al servicio del destino universal de los bienes. No cabe duda que esos son los ricos que hacen falta.

Por otra parte, resulta evidente que la discriminación no se rige sólo por criterios económicos, se da —también— por razones de raza, color piel, apellidos, por el lugar donde nacemos, por motivos religiosos, por preferencia políticas…

La fuerza de una cadena no se da solamente por la fortaleza de cada eslabón, sino por la unión entre ellos. Qué oportuna es la publicación de la Encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social del papa Francisco. Ojalá mucha gente la lea y la aproveche para el bien de todos.


www.padrealejandro.org


Hace tiempo un amigo me platicaba la impresión que tiene sobre un conocido suyo sumamente acaudalado, no por sus méritos, sino por herencia. En verdad, tal imagen es muy poco positiva. Es uno de esos casos a los que se le podría aplicar con justicia el apodo de “el puente roto”, pues nadie lo pasa. Qué clara resulta, en algunos casos, la máxima de que hay ricos tan pobres, que lo único que tienen es dinero.

Entre otras cosas, me comentó que aquel sujeto no sabe poner atención a lo que le platica la gente que tiene menos dinero que él, sin importar el tema. Pero en fin, ojalá algún día aprenda lo que sus padres no supieron enseñarle.

La explicación de este fenómeno quizás podamos encontrarla en lo que nos refiere aquel refrán popular: “El amor es ciego”. Esta terquedad se produce, también, cuando lo que se ama es el dinero. Yo soy importante porque tengo dinero y quienes carecen de él no son importantes, es decir, no importan…, no me importan; por eso no estoy obligado a ponerles atención. Son personas cuyo único tema de conversación es el valor monetario de todo, y todos. Triste cosa, ¿verdad?

En contrapartida, hace meses un matrimonio, que tiene un hijo con Síndrome de Down, me hizo llegar una copia de una carta que un compañero de clases le escribió a su pequeño. Por respeto a quien redactó, me pareció conveniente copiar su texto —con todo y sus faltas de ortografía— pues a quien escribe como él se le perdona todo.


Hola Carlitos.

A mí no me interesa como eres yo te quiero como amigo porque eres algien valioso como todos nosotros. Al tener gente como tú cerca me ace valorar las cosas cencillas de la vida porque la gente como tú es feliz cada momento por que expresas tus sentimientos. Te mereses todo mi respeto por que a parte de todo pones por tu parte por aprender. La discapacidad real está en la gente que humilla y no valora a gente como tú que tú respetas a los que te respetan.


Firma Hiram

Claro está que en todas partes podemos encontrar, también, gente acaudalada que ha aprendido a reconocer el auténtico valor del dinero y de las personas; de lo material y lo espiritual; de los éxitos y los fracasos; de la cultura académica y la cultura popular. Personas trabajadoras que supieron ganar dinero y usarlo para crear fuentes de empleo, pues tienen bien claro que lo que poseen ha de estar al servicio del destino universal de los bienes. No cabe duda que esos son los ricos que hacen falta.

Por otra parte, resulta evidente que la discriminación no se rige sólo por criterios económicos, se da —también— por razones de raza, color piel, apellidos, por el lugar donde nacemos, por motivos religiosos, por preferencia políticas…

La fuerza de una cadena no se da solamente por la fortaleza de cada eslabón, sino por la unión entre ellos. Qué oportuna es la publicación de la Encíclica Fratelli tutti sobre la fraternidad y la amistad social del papa Francisco. Ojalá mucha gente la lea y la aproveche para el bien de todos.


www.padrealejandro.org