/ martes 6 de febrero de 2018

Poder

El conflicto es un hecho inevitable. Ralf Dahrendorf refiere que es un hecho social universal necesario y que la sociedad no puede existir sin él. Frecuentemente observamos conflictos producidos a causa de diferencias ideológicas, culturales, religiosas, laborales o políticas; es decir, situaciones intrínsecamente conflictivas que están sujetas a complejas y continuas transformaciones sociales y económicas, haciendo más evidente la división. Otro aspecto que genera conflicto es la lucha por el poder, y aunque la obediencia y el mando son fenómenos que han estado presentes en el desarrollo de la humanidad,  se puede convertir en un factor negativo cuando es mal empelado. Es reprochable  cuando se distorsiona en autoritarismo como medio para obtener beneficio para unos pocos o para uno mismo.

 

Es una constante social y no es negativo, es un proceso natural en cualquier grupo y  fundamental para el desarrollo armonioso de una organización, pero mal empleado puede ocasionar conflictos.  Ikram Antaki estipula que “el poder es hijo de la depredación: somos animales, y somos depredadores”. En un principio, todos somos simios: hay un combate, y queda entronizado el simio más fuerte, es decir, el poderoso.

 

Maquiavelo menciona que el conflicto es el resultado del deseo humano por el poder; y Hobbes, que las tres principales causas del conflicto en un Estado, son la competencia para ganar, miedo a la inseguridad y defensa del honor. En el “El Leviatán” menciona que si el hombre tiende al conflicto y no hay ley que regule su comportamiento, se entra en una situación permanente de conflicto, donde “el hombre es un lobo para el hombre’’, donde el vencedor vive constantemente a la defensiva y el perdedor siempre estará tratando de despojar al ganador de lo que tiene. Respecto al poder también menciona que “es una necesidad social; que con el orden que impone y el concierto que instaura, el poder les permite a los hombres alcanzar una vida mejor”.

El poder no se posee, se ejerce, pero hay relaciones donde lo padecemos. Debemos reconocer que todos tenemos poder. Tomar conciencia de ello nos conduce a la responsabilidad de cuestionarnos cómo ejercerlo en nuestra familia, trabajo o gobierno y revisar si estamos construyendo, buscando el bienestar de los demás, creando armonía o si estamos imponiendo nuestra voluntad propiciando conflictos. Para ello es importante desarrollar una actitud positiva que nos conduzca a la inclusión colectiva, pues si el poder es la capacidad de afectar a los demás, procuremos que sea positivamente. Seamos agentes transformadores, visionarios, coherentes e inspiremos a los demás con ello. En cuanto al poder, seamos equitativos, justos y benéficos, y que la lucha sea para edificar sociedades más justas, independientemente de los intereses, creencias y valores que tenga cada quién.

 

www.floryanez.com                                                                                 yanez_flor@hotmail.com

 

 

El conflicto es un hecho inevitable. Ralf Dahrendorf refiere que es un hecho social universal necesario y que la sociedad no puede existir sin él. Frecuentemente observamos conflictos producidos a causa de diferencias ideológicas, culturales, religiosas, laborales o políticas; es decir, situaciones intrínsecamente conflictivas que están sujetas a complejas y continuas transformaciones sociales y económicas, haciendo más evidente la división. Otro aspecto que genera conflicto es la lucha por el poder, y aunque la obediencia y el mando son fenómenos que han estado presentes en el desarrollo de la humanidad,  se puede convertir en un factor negativo cuando es mal empelado. Es reprochable  cuando se distorsiona en autoritarismo como medio para obtener beneficio para unos pocos o para uno mismo.

 

Es una constante social y no es negativo, es un proceso natural en cualquier grupo y  fundamental para el desarrollo armonioso de una organización, pero mal empleado puede ocasionar conflictos.  Ikram Antaki estipula que “el poder es hijo de la depredación: somos animales, y somos depredadores”. En un principio, todos somos simios: hay un combate, y queda entronizado el simio más fuerte, es decir, el poderoso.

 

Maquiavelo menciona que el conflicto es el resultado del deseo humano por el poder; y Hobbes, que las tres principales causas del conflicto en un Estado, son la competencia para ganar, miedo a la inseguridad y defensa del honor. En el “El Leviatán” menciona que si el hombre tiende al conflicto y no hay ley que regule su comportamiento, se entra en una situación permanente de conflicto, donde “el hombre es un lobo para el hombre’’, donde el vencedor vive constantemente a la defensiva y el perdedor siempre estará tratando de despojar al ganador de lo que tiene. Respecto al poder también menciona que “es una necesidad social; que con el orden que impone y el concierto que instaura, el poder les permite a los hombres alcanzar una vida mejor”.

El poder no se posee, se ejerce, pero hay relaciones donde lo padecemos. Debemos reconocer que todos tenemos poder. Tomar conciencia de ello nos conduce a la responsabilidad de cuestionarnos cómo ejercerlo en nuestra familia, trabajo o gobierno y revisar si estamos construyendo, buscando el bienestar de los demás, creando armonía o si estamos imponiendo nuestra voluntad propiciando conflictos. Para ello es importante desarrollar una actitud positiva que nos conduzca a la inclusión colectiva, pues si el poder es la capacidad de afectar a los demás, procuremos que sea positivamente. Seamos agentes transformadores, visionarios, coherentes e inspiremos a los demás con ello. En cuanto al poder, seamos equitativos, justos y benéficos, y que la lucha sea para edificar sociedades más justas, independientemente de los intereses, creencias y valores que tenga cada quién.

 

www.floryanez.com                                                                                 yanez_flor@hotmail.com