/ domingo 20 de junio de 2021

Política-mente y social-mente 

Por: Francisco Javier Pizarro Chávez

La política y la sociedad son intrínsecas. Se expresan por sí mismas y no dependen una de otra, aun cuando se relacionen. La política tiene su origen de la polis, que es el nombre que se asignó a la ciudad-estado que posee una constitución, en el periodo de la historia antigua.

La polis era una pequeña comunidad independiente con autogobierno integrada por la ciudad y su territorio. Después de su declive, la política fue generando conceptos y categorías como justicia y libertad e igualdad y autonomía, que fatigosa y/o traumáticamente se confeccionan a lo largo del devenir de la convivencia social.

Política-mente, al margen de los sistemas de partidos y sus ideologías, el entramado social, agrega en sus acciones colectivas y pensamiento, la imaginación, emoción, sentimiento y pasión, sin orientación previa y ensayo preparatorio, lo que genera muchas falaces versiones y no pocas perversiones en torno a lo que es la política, la cual básicamente es la interpretación de la sociedad en común.

Ello es consecuencia no de los ciudadanos, sino de la permanencia de gobiernos y partidos los cuales durante muchas décadas tuvieron como ejes centrales el poder político y el control social, conjugación que nada tiene que ver con la democracia participativa, pero sí mucho con la democracia representativa.

Tan es así, que pusieron el grito en el cielo, cuando el presidente de la república anunció el martes 15 de junio que enviará al Congreso una iniciativa de reforma electoral, que incluye la eliminación de 200 diputaciones plurinominales y también en el Senado de la República, “para que haya una democracia plena”.

Se quedó corto el presidente. Debió también incluir en esa iniciativa de reforma electoral las fatídicas “coaliciones electorales” de distintas fuerzas políticas e ideologías diferentes, las cuales, como ha quedado demostrado en estas elecciones intermedias, son una ficción grotesca de la pluralidad democrática.

Triste es decirlo, pero la actividad política-electoral gravita en torno a intereses personales de quienes dirigen los partidos y buscan ser candidatos a puestos de elección popular y/o reelegirse por la vía plurinominal.

Social-mente, el presidente
se ha abocado a recuperar y fortalecer el interés público, no el privado como lo hacían los ex mandatarios presidenciales, quienes, en su ambición de poder, corrupción e impunidad, hicieron lo que les venía en gana con el erario público, los recursos naturales del país y la Constitución, en beneficio propio y de sus socios nacionales y extranjeros; en síntesis, un jugoso negocio para ellos y los partidos que los postularon y siguen defendiéndolos.

Los mexicanos tenemos que reivindicar nuestra condición de ciudadanos, no sólo de contribuyentes, consumidores y usuarios como durante décadas nos clasificaron. No hay otra forma de fortalecer la democracia y la gobernabilidad; defender la soberanía de nuestro país e impulsar el bienestar y la justicia social del pueblo.

Veremos y diremos.

Por: Francisco Javier Pizarro Chávez

La política y la sociedad son intrínsecas. Se expresan por sí mismas y no dependen una de otra, aun cuando se relacionen. La política tiene su origen de la polis, que es el nombre que se asignó a la ciudad-estado que posee una constitución, en el periodo de la historia antigua.

La polis era una pequeña comunidad independiente con autogobierno integrada por la ciudad y su territorio. Después de su declive, la política fue generando conceptos y categorías como justicia y libertad e igualdad y autonomía, que fatigosa y/o traumáticamente se confeccionan a lo largo del devenir de la convivencia social.

Política-mente, al margen de los sistemas de partidos y sus ideologías, el entramado social, agrega en sus acciones colectivas y pensamiento, la imaginación, emoción, sentimiento y pasión, sin orientación previa y ensayo preparatorio, lo que genera muchas falaces versiones y no pocas perversiones en torno a lo que es la política, la cual básicamente es la interpretación de la sociedad en común.

Ello es consecuencia no de los ciudadanos, sino de la permanencia de gobiernos y partidos los cuales durante muchas décadas tuvieron como ejes centrales el poder político y el control social, conjugación que nada tiene que ver con la democracia participativa, pero sí mucho con la democracia representativa.

Tan es así, que pusieron el grito en el cielo, cuando el presidente de la república anunció el martes 15 de junio que enviará al Congreso una iniciativa de reforma electoral, que incluye la eliminación de 200 diputaciones plurinominales y también en el Senado de la República, “para que haya una democracia plena”.

Se quedó corto el presidente. Debió también incluir en esa iniciativa de reforma electoral las fatídicas “coaliciones electorales” de distintas fuerzas políticas e ideologías diferentes, las cuales, como ha quedado demostrado en estas elecciones intermedias, son una ficción grotesca de la pluralidad democrática.

Triste es decirlo, pero la actividad política-electoral gravita en torno a intereses personales de quienes dirigen los partidos y buscan ser candidatos a puestos de elección popular y/o reelegirse por la vía plurinominal.

Social-mente, el presidente
se ha abocado a recuperar y fortalecer el interés público, no el privado como lo hacían los ex mandatarios presidenciales, quienes, en su ambición de poder, corrupción e impunidad, hicieron lo que les venía en gana con el erario público, los recursos naturales del país y la Constitución, en beneficio propio y de sus socios nacionales y extranjeros; en síntesis, un jugoso negocio para ellos y los partidos que los postularon y siguen defendiéndolos.

Los mexicanos tenemos que reivindicar nuestra condición de ciudadanos, no sólo de contribuyentes, consumidores y usuarios como durante décadas nos clasificaron. No hay otra forma de fortalecer la democracia y la gobernabilidad; defender la soberanía de nuestro país e impulsar el bienestar y la justicia social del pueblo.

Veremos y diremos.